Resulta algo raro hablar de una secuela de otra secuela basada en un libro que ni siquiera ha escrito el creador de la saga, con una protagonista que no es la actriz original de la misma.
Ante tanta dificultad no podemos aventurarnos a decir que estamos en territorio inexplorado, porque de lo manoseado del producto lo sorprendente sería toparnos con algún elemento que fuese original.
En esta ocasión la hacker gótica Lisbeth Salander y el periodista Mikael Blomkvist se encuentran en medio de las zarpas de una red de peligrosos espías, miembros corruptos del gobierno y demás fauna de dudoso pelaje.
Este giro a lo James Bond de las desventuras del personaje creado por Stieg Larsson es la adaptación de la novela "Lo que no te mata te hace más fuerte" de David Lagercrantz, continuación literaria de la saga “Millennium”.
La a ratos confusa trama es en cambio de lo más convencional, aunque aderezada por esas pinceladas oscuras, a veces escabrosas marca de identidad de la línea de manufactura de estas producciones. Inconsistente de guion y sin embargo de interesante puesta en escena, la historia achica el agua como puede mientras su protagonista emana el carisma necesario que a priori tiene de sobra el popular personaje que triunfó primero en su versión literaria y luego en su vertiente cinematográfica.
De entre mucho nombre y apellido hispano en el equipo técnico, destaca el de Roque Baños, que sin poder mostrar lo mejor de sí ante una banda sonora de género muy definido, siempre se erige como un valor seguro.
Algún día se honrará a este hombre como una de las grandes figuras que ha tenido jamás nuestro cine en cualquiera de las categorías… Con lo disperso del argumento y todo, seguramente es ese giro convencional de Lisbeth Salander lo que nos da un poco la sensación de traición a la propia saga, aunque exteriormente quede igual de magnética que siempre y Claire Foy de la talla sin aparente dificultad.
Sin embargo, ese toque a lo superespía cargado de acción, casi superheroína, borra el “made in sweden” y le coloca el cartel de “made in USA”. Es lo que hay, no existe otra vuelta de hoja. Supongo que se trata de la evolución natural cuando se estira el chicle y se pretende seguir estirando.
Se deja ver no obstante la cinta, como se dejaría ver cualquier otra de acción e intriga, pero nos deja la certeza de que auspiciarla bajo la marca Millennium seguramente se antoja ya innecesario por lo alejado de sus orígenes.