Las familias de 5 marroquíes desaparecidos el pasado fin de semana viven una auténtica angustia. No saben nada de su paradero tras emprender ruta a Ceuta a bordo de una embarcación. Les obligaron a arrojarse al mar. Este viernes, la Guardia Civil recuperaba dos cadáveres cuya identificación se antoja complicada, pero pudieran formar parte de esa travesía trágica.
Así actúan los auténticos criminales que viven del negocio de la inmigración. Criminales que ponen en peligro las vidas de otras personas desesperadas por dejar su país. Criminales que les engañan porque les dicen que los trasladarán a Ceuta, pero lo que hacen es obligarles a arrojarse al mar antes de alcanzar la costa.
No les importan las muertes, tampoco las consecuencias de sus acciones.
La hemeroteca reciente esconde varios sucesos de este tipo, sucesos que no siempre terminan con condenas ejemplares, tragedias que dejan familias destrozadas.
A esto se añade el problema de las identificaciones, lo que genera un segundo desamparo para esas familias a las que les resulta imposible constatar si alguno de los fallecidos encontrados en Ceuta es la persona que ellos buscan.
Los muertos no dan votos. La falta de empatía es impresionante, como la ausencia de protocolos que funcionen de forma adecuada para cubrir un vacío en este ámbito que no se soluciona con minutos de silencio, tampoco con mensajes en redes sociales, sino con propuestas que sirvan para algo tan básico como disponer de instalaciones en las que mantener cuerpos y agilizar vías de cooperación con Marruecos para la obtención de pruebas de ADN en frontera que permitan atender casos urgentes que no pueden quedar entregados a una burocracia absurda e ineficaz.