Corrían felices tiempos de medalleros en Barcelona, de majestuosos puentes en Sevilla y de infinitas extensiones de autovías por España cuando el politólogo norteamericano Francis Fukuyama decretó en uno de sus libros El fin de la Historia. Envuelto en aires de mesiánico visionario, el supuesto teórico de vaya-usted-a-saber-qué se sentía blindado por la seguridad que sólo alcanzan tener los miopes sociales. Como un nuevo mesías de la sociología, Fukuyama vino a pontificar algo así como que los manuales de Historia podían ya reeditarse a perpetuidad porque el equilibrio de fuerzas entre el bloque soviético y el occidental era inamovible. Al margen de la imbecilidad que, en sí, representaba esta necia afirmación (la Vida es un constante movimiento, o no es Vida), ya metido en harina Fukuyama también dejó entrever la volatilización de la lucha de clases. El panorama que desdibujaba equivalía a una suerte de colorín-colorado en el que, por simplificar, todo giraría en torno a subidas salariales equivalentes al IPC, y poco más. Lo dicho, aquello era el fin de los tiempos… amén.
Ahora, cuando Fukuyama es poco más que un acertijo de sopa de letras y su teoría ni siquiera sirve para la mofa, la puta y dura realidad nos devuelve el reflejo de una sociedad cuyos miembros tenemos todos los visos de estar cloroformados, de vivir cabeza gacha y ser, hasta el fin de los días, maleables y sumisos.
En un entorno digno del más puro Matrix, los que ordenan y mandan apenas si nos dejan ya un mínimo aliento, el justo para que, a duras penas, aún podamos constituir un porcentaje positivo en sus balances… por mínimo que sea. Así, nos vamos arrastrando a duras penas por el escenario perfecto y soñado por los teóricos de la Doctrina del Shock en el que la desinformación es la base, el engaño el medio y la explotación es el fin, envuelto, eso sí, en el brutal velo del miedo que todo lo acaba amparando. Pero, nos guste o no, lo admitamos o no, lo creamos o no… nada es absoluto ni eterno.
La Historia está plagada de experiencias (los recuerdos sólo sirven para ser enmarcados en pomposos cuadros rococós revestidos de brillantes y aparentes paños de oro) de hombres y mujeres que un día simplemente se atrevieron a decir que No. Cierto es que, en muchas ocasiones no se llega a saber el por qué ni el cómo, pero no por ello la resultante de esa rebeldía deja de ser toda una revolucionaria transformación de la alienante realidad del momento.
Hace 2.000 años el Imperio Romano se extendía por toda la tierra conocida (¿le suena?) y un puñado de esclavos decidieron que si su destino era morir, más valía intentar luchar por su Libertad que caer destripados como cerdos en las arenas del circo. Lo escritos (y sobre todo Hollywood) focalizaron en Espartaco la lucha de esos gladiadores esclavos contra la dictadura de los césares; con su famosa frase griega (mil millones de veces denostada) “an arquía” –sin gobierno– le dijo a los suyos que, para vivir, no se necesitaban ni galones, ni amos, ni gobernadores y mucho menos dioses de color alguno. Espartaco y los suyos marcaron varias muescas en el calendario de la Vida y dejaron, lo queramos percibir o no, unas cicatrices infectadas que aún, y afortunadamente, siguen supurando rebeldía.
Claro es que se me podrá decir que aquellos eran otros tiempos, que nada es comparable, que ya no hay esclavos con grilletes y cadenas y que ya no se mata a los condenados en el albero de las plazas, ahora todo es más sofisticado. Cierto, muy cierto. Los esclavos ya no llevamos hierros en los tobillos mientras que los condenados sí se masacran, banderas en ristre, lejos de los lugares donde puedan ensuciar nuestras limpias aceras y acomodadas buenas conciencias.
¿Falacias? ¿Demagogia? ¿Exageraciones? ¿Radicalismo obsoleto? Quizás… Pero, ¿cómo se le puede llamar a un padre de familia de cuarenta y pocos años que se ha quedado sin trabajo, casa o comida para sus hijos?¿De qué forma hay que definir a un jubilado que sólo va a ver incrementada su mierda de pensión en un brutal 0,25% para poder mantener a hijos y nietos en el paro? ¿Más que una subida no debería denominarse un insulto a la inteligencia? Me dicen, si eso, ¿de qué manera hay que describir que van a echar a la calle a cientos de trabajadores de la banca mientras sus altos directivos cobran millones de euros en concepto de indemnizaciones? Y al hilo de esto, ¿no sería bueno que un responsable de Economía o de la Banca nos explicase cómo es posible que el Presidente de Unicaja cobre 1,2 millones de euros de jubilación mientras se preparan despidos con el pretexto de recortar gastos en esa misma entidad crediticia?
¿Hay concepto lógico en el que enmarcar que los enfermos de cáncer tengan que pagar (vale, co-pagar… que en realidad es sobre pagar, no nos tomen por gilipollas) sus tratamientos? ¿Es posible explicar, sin caer en la mierda de las estadísticas “maquilladas”, cómo hay tanto fracaso escolar, tantos alumnos por aulas y tan pocos profesores… y más que van a ir a la calle? ¿Resultaría de otro planeta saber cómo es que, en el país que aspiraba a organizar 2020, hay críos (cada vez más) que rebuscan en las papeleras de los colegios a la hora del recreo?
¿Alguien tiene lo que hay que tener (de los que mandan, digo) que nos desmenuce por qué en los hospitales se castra a los profesionales (insisto: CASTRA) la posibilidad de que se hagan a los pacientes pruebas, tacs, resonancias y demás analíticas por falta de presupuesto?¿Podría ser que una mente de ésas que dicen es privilegiada, sesuda y experta cuente por qué las revisiones de cáncer de máma se han reducido hasta lo ridículo? ¿Sería factible que, de una puta vez, alguien me explique qué es eso de “vivir por encima de nuestras posibilidades” que nos está relegando a indicadores propios de ayuda internacional?
Otra duda: ¿los inmigrantes que vienen buscando algo de pan hasta nuestras costas sólo son chusma que debemos exterminar como los cocodrilos se zampan a los ñus, o merecen ser tratados como seres humanos, por muy diferente que sea su color de piel? Más que nada, es por saber a qué atenernos… ¿En la medida de las posibilidades de Sus Señorías, habría alguna oportunidad de que se nos diera la razón de por qué los contenedores de basura son rebuscados una y otra vez cada vez con menos disimulo por personas que pasan hambre?
Y ya puestos, ¿a alguien le resultaría complicado contarnos por qué que el hecho de que el paro suba en 25.000 personas es una buena noticia… o es que nos toman por gilipollas, sin más? Respuesta obvia, ¿verdad? ¿De qué forma se le explica a los funcionarios policiales por qué los mandos políticos les ordenan cargar contra los trabajadores cuando ellos están tan perjudicados como aquellos a quienes se ven obligados a disolver?¿Posible sería que algún representante de cualquiera de los chicos de los recados (el pedigrí importa poco) nos explicase para qué sirven tantos coches oficiales con cristales tintados cuya finalidad tiene todos los visos de ser que los que creen decidir vean una realidad difuminada? De paso, ¿alguien con sensatez podría explicarle a la legión que percibe 420 euros cuánto, y sólo en concepto de asistencia, se embolsan lo que se embolsan los que se simplemente asisten a consejos de administración de organismos públicos varios sólo para levantar, o no, el brazo y todo ello en el silencio y la impunidad que ofrecen los mullidos sillones de cuero en elegantes salas de juntas de edificios art déco?
¿Quiénes de los que cobran (y muy bien) por dirigir y pensar han caído en la cuenta de que nos están preparando, noticia a noticia, para una brutal y sin cuartel guerra de religiones que, en nombre de vaya usted a rezar qué, sólo servirá para alimentar las siempre rentables fábricas de armamento?
A pesar del burdo maquillaje, ¿nadie ve que los lamentables/condenables/sangrientos e hijos de puta actos terroristas tienen como principal misión desviar la atención de lo que está de verdad aconteciendo? ¿Es que algunos de esos que se sientan en bancos azules y/o similares han tenido lo que hay que tener para mirar, alguna vez, directo a los ojos de un parado que tiene que irse a vivir, él y su familia, a casa del abuelo… o a una chabola sin más ingreso que la puta nada? ¿Es que la casta política, inmersa en un brutal tsunami de corrupción, no cae en la cuenta de que le están abriendo las puertas del castillo al neofascismo más rancio? ¿O es que sencillamente lo único que importa es que las ganancias tengan el sello suizo en sus pasaportes? Y si no es así, ¿por qué tanto ocultismo y toneladas de “y tú más”?
¿Es que alguien, de esos que sólo hablan asesorados por decenas de expertos, tendría lo que hay que tener para decirnos, sin parpadear, que los casi 20 millones de seres humanos que ya huelen a cadáver en la zona del Sahel están condenados a muerte por el mero hecho de haber nacido en el lugar “equivocado”? ¿Hay alguna posibilidad de que no nos sigan recortando más para poder sufragar los 9.000 millones de euros que a la Banca le falta, según un estudio reciente, para poder superar un posible estrés contable? ¿Podremos ver y hasta sentir que caen las mordazas que, en demasiadas ocasiones, ahogan a los profesionales de los medios y que, visto lo visto, apenas sin son el adornado repetidor del Boletín Oficial? Y siguiendo con la prensa, ¿continuará el mutis por el foro en torno a la concentración de medios de comunicación en verdaderos imperios mediáticos que cada día nos recuerda más al Ministerio de la Verdad de Orwell?
Algún día, y sacudidos de discursos baratos revestidos de demagogias caza-votos o culpabilidad, ¿seremos capaces de caer en la cuenta de que, por el dinero que invertimos en las viandas que ingieren nuestras mascotas pueden vivir muchas familias en el cuerno de África? ¿Algunos de los que hoy vierten lágrimas de cocodrilo por las 150 almas asesinadas (no existe otro término, allá cada cual con su conciencia) en las aguas de Lampedusa –por cierto, la Ceuta italiana– tendrán los bemoles para reconocer que esas 150 vidas son, penosamente, una mera gota en el mar de la indiferencia que mece las aguas de nuestro Estrecho, probablemente (y sin probablemente) el mayor cementerio de inmigrantes de Occidente? ¿Estas ejecuciones –o la muerte por inanición de un joven polaco en Sevilla– serán capaces de “resistir” tres días más en los medios de comunicación frente a jornadas ligueras o caderas reales?
¿Habrá alguien más que tenga la sentida valentía (podría decir “huevos” en el mejor de los sentidos pero seguro que alguien se me ofende, y por ahí no van los tiros) del más que Cristiano Papa Francisco por calificar esta hecatombe como una “vergüenza” para el género humano?
Las respuestas, obvias, son del todo inútiles por sabidas, por manidas, por ser pasto de argumentario o, tan simplemente, porque no sirven para alimentar bocas o pagar alquileres (de hipotecas ni hablamos, claro). Siguiendo este hilo argumental basado en tantas preguntas agónicas parecería que, al final de los finales, Fukuyama tenía razón y, definitivamente, este el final de la Historia. Estamos en el punto cero, o en menos que cero. Vencidos los últimos reductos de la contestación, anuladas las conciencias pensantes, los que mueven los hilos pretenden dar ya el cuento por acabado. ¡Pues no!… por no decir otra cosa, claro.
Verán, el tema es así de simple, de elemental, de crucial y de vital. Ellos, los de siempre (¿no hacen falta más detalles, verdad?) ya se ven impunemente pateando las largas avenidas del triunfo sobre alfombras de laureles sin que nadie, ni nada, pueda interponerse en su glorioso e invicto caminar. No obstante, por más que los nuevos césares no lo quieran intuir, ver, saber, pensar, creer estamos cada vez más cerca del punto de inflexión que del acto de genuflexión. Sin saberlo, sin coordinarse, sin tweets, sin estados de Facebook, ni whatsapp se está gestando un movimiento que sólo puede generarse en un territorio situado Al Sur del Edén con adoquines de palabras, fuegos de párrafos y banderas de ilusión… de esas que ni están en venta, ni se pueden alquilar.
De seguir en esta deriva, en muy poco tiempo ocurrirá que:
–Los que nada tienen pronto caerán en la cuenta de que quien nada tiene, menos tiene que perder.
–Los parados que no pueden llevar nada a sus casas (NADA es NADA… dejémonos de eufemismos) lucharán para poder logran traer algo, aunque sean las ganas de cambiarlo todo.
–Los padres, cuyos hijos se encuentran hacinados en aulas más parecidas a zonas de aparcamiento que a lugares para aprender, tomarán las calles para transformarlas en universidades populares y usarán la tiza en los pasos de cebra.
–Los padres y madres de alumnos que están descubriendo apellidos como los de Ferrer i Guardia preguntarán para qué sirve la autoridad más allá que para encadenar o adoctrinar.
–Los estudiantes caerán en la cuenta de que ellos son el futuro y no una carga para la sociedad.
–Los sanitarios verán que están para curar y no para engordar cuentas de resultados.
–Los funcionarios de seguridad asumirán que están formados para proteger y no para reprimir.
–Los inmigrantes elegirán morir aquí en lugar de reventar allí….y lo harán a millares sin que kilómetros, vallas, estrechos, muros o espigones lo puedan evitar.
–Los niños en los centros docentes se cansarán de comer los restos de los bocatas de los privilegiados (tiene bemoles que tener un bocata para desayunar sea un lujo… pero así es) y decidirán comerse hasta la pizarras.
–Los enfermos oncológicos optarán por dejarse morir en la puerta de cualquier edificio oficial… al menos tendrán derecho a “algo” de cuota de pantalla (poco, eso sí).
–Los casi TRES MILLONES de seres humanos que, desgraciadamente van a perder su vivienda en Europa (que deben sumarse a los MUCHOS MILLONES a los que ya se la han quitado) quizás opten por ocupar los palacios presidenciales o los de la realeza para no dormir a la intemperie; lejos de un asalto a un palacio de invierno, sería la más pura necesidad de encontrar un techo donde cobijarse.
–Los miles de ciudadanos que se arrastran bajo los puentes, en los coches abandonados o en las bocas de metro se hartarán de tanta miseria y decidirán ocupar, por ejemplo, el Congreso de los Diputados o el Senado para obtener algo de calor… del tipo “Celsius”, obviamente, del otro ni está ni se le espera en la mayoría de los encorbatados que por allí profesionalmente pululan.
Está claro: estamos entrando un nuevo ciclo. De forma violenta e inmisericorde, dos mundos claramente antagónicos van a chocar irremediablemente entre sí: el de los privilegios contra el del resto.
Mi Mañica preferida, que ha vivido cien mil vidas en una, afirma, con una de esas miradas que no deja espacio para las dudas, que “todo es nada si no es obra de nosotros mismos”. Y es que –afirma categóricamente experimentada– ellos, los que mandan, tienen tan claros sus objetivos como sus trayectorias, mientras que nosotros siempre acabamos perdiéndonos en los recovecos dialécticos que ellos adoran. ¿Por qué? –pregunta retóricamente– porque mientras nosotros nos recreamos en la mierda de los detalles, ellos siguen engordando sus cuentas de resultados a nuestra costa. Esto es fácil de entender y hasta de explicar–insiste Elvita con la convicción que suele tener alguien de Pina de Ebro– mientras no cesemos de debatir hasta la extenuación si son galgos o podencos y entender que no paran de dar dentelladas, ellos seguirán haciendo caja sin inmutarse… y nosotros sin parar de morder el anzuelo, claro está”. Ya lo ven, brutal pero ácidamente evidente.
Parafraseando a Alberti, ahora es la hora del compromiso, de la entrega y de la Verdad. Precisamente por todo ello, y porque el tiempo se agota, apenas si existe margen de maniobra alguno para intentar el quiebro. No caben resquicios para el escape, no son posibles las evasivas, ya no: hemos entrado en Rumbo de Colisión.
Así, en esta inevitable situación de enfrentamiento al que nos estamos viendo abocados, los que pueden y saben tienen el deber de transmitir (sea como sea, con el medio que tengan a mano y mediante las técnicas que utilicen a diario) que nunca nadie fue más que nadie y que existe un orden repleto de coherencia, de progreso y de Libertad que no nos cansaremos de reivindicar frente a ese calculado desorden lleno de muertes, guerras, desastres y podredumbre en el que siempre se asienta cualquier Poder.
La reflexión aquí también es evidente, ¿quién está en disposición defender abiertamente ese orden establecido que sólo permite y admite las desigualdades más brutales y las injusticias más descaradas? Y si ninguno de nosotros está de acuerdo con estos atropellos ¿qué hacemos entonces aguantando sin rechistar cada vez más latigazos? Por mucho que pudiera parecerlo, el tema no es nada nuevo. Espartaco, junto a un puñado de esclavos, se levantó, con su ya famoso “an-arquía”, contra el Imperio de aquel momento demostrando que se puede vivir sin Poder, ni Gobierno.
Lo que usted decida, como siempre, depende de su conciencia porque, le guste o no, vivir en las mazmorras del Imperio de turno también representa una opción… lamentable, eso sí, pero opción al fin y al cabo. Lo evidente es que el Rumbo de Colisión no tiene ya corrección posible y, ojalá las antes citadas cicatrices infectadas –Serge Utgé Royo dixit– sigan oliendo a muerte para recordarnos en que lugar del fango estamos cada uno de nosotros.
Como siempre, usted decide.
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