Sin duda, la situación es cuando menos complicada, y cada vez se parece más al trágico, convulso y deprimido periodo de entreguerras que tanto se ha estudiado pero del que bien poco hemos aprendido. El Poder (el de verdad) recupera, con creces, un terreno falsamente prestado merced a una estrategia del miedo que, a la vista lo tenemos, está dando sus esperados frutos.
El brutal empobrecimiento de los ciudadanos de las sociedades occidentales, con derecho a voto pero obligación a silencio, ya se considera una “normalidad” que, por sí sola, ya representa toda una barbaridad… De los casi 30 millones de seres humanos que se están muriendo de hambre en el Sahel ya ni hablamos; esos no tienen derecho ni a ser noticia, ni tan siquiera a ser disueltos por antidisturbios.
Mientras, en nuestro país, los Chicos de los recados siguen a lo suyo, cada uno con la misma música aunque con diferentes cadencias, por eso de las formas, claro.
El Presidente Rajoy, el mismo que arengaba y movilizaba a las masas en no muy lejanos mítines prometiendo manás y eldorados, alaba ahora a las mayorías silenciosas frente a la nueva especie de “antisistemas/golpistas” que exigen, hay que ver qué descerebrados, que los políticos defiendan los intereses de quienes les han votado, y no a los que tienen sus cuentas de resultados en paraísos fiscales (por cierto, casi la totalidad de las empresas del IBEX 35). Se ve que el silencio de los corderos siempre es más fácil de gestionar que los gritos reclamando Democracia, dónde va a parar.
En un equilibrismo imposible, Rubalcaba comprende algunas actuaciones, ataca al Gobierno desde su papel de oposición pero no termina de arremeter contra el hecho de que, por ejemplo, el Banco Central Europeo reflote, con nuestro dinero, los bancos a la deriva y, encima, nos haga pagar la factura en forma de recortes brutales mientras esas entidades bancarias fijan tipos de interés imposibles para los créditos, empobreciéndonos aún más. Se ve que la sentencia del francés León Blum, allá por 1936, de que los socialdemócratas eran los mejores gerentes del sistema, sigue teniendo toda su vigencia.
La casta política, visto lo visto, vive ajena a la realidad y parece inmune a lo que está ocurriendo, más preocupada por el ruido que por las nueces. ¿Un ejemplo? Unas impactantes fotos en el New York Times retratando la cruda realidad de españoles rebuscando comida en la basura acaban preocupando más que la ola de miseria en sí. Vamos bien.
Afortunadamente, aquí, AL SUR DEL EDÉN, no todos esconden la cabeza bajo el ala, y si no, lean:
“Vivimos en un orden mundial criminal y caníbal, donde las pequeñas oligarquías del capital financiero deciden de forma legal quién va a morir de hambre y quién no. Por tanto, estos especuladores financieros deben ser juzgados y condenados, reeditando una especie de Tribunal de Nuremberg”. Esta declaración, radical donde las haya, no procede, esta vez, de mi mañica preferida, aunque –eso sí- la suscribe palabra por palabra. Su autor es el Vicepresidente del Consejo consultivo de Derechos Humanos de la ONU y profesor emérito de la Universidad de Ginebra, el suizo Juan Ziegler.
Ya ven, estos antisistemas están cada vez más infiltrados en todas partes… la manga ancha y la permisividad es lo que tienen.
Al final, el viejo docente ha venido a evidenciar la eterna pregunta:
¿Ruido o nueces? Esa será, como siempre, su personal e intransferible elección.
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