El día 27-10-2017, a las 15.27 horas, millones de espectadores fuimos testigos virtuales atónitos de la declaración de independencia y proclamación de la república catalana por Puidemont, que serio, circunspecto y cariacontecido, anunció: “Como presidente de la Generalidad asumo, al presentarles los resultado del referéndum ante el Parlamento y nuestros ciudadanos, el mandato de que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república”.
Pero, tras sólo ocho segundos, añadió: “Proponemos suspender durante unas semanas la declaración de independencia para entrar en una etapa de diálogo”. Era la quinta vez que se declaraba la independencia de Cataluña, pero la que duró menos, pese a que las otras veces sólo duró horas o días.
Fue así la república más breve del mundo. Dos días después, Puigdemont se fugó, huyendo cobardemente como un gamo a Bélgica para eludir la cárcel, engañando a todos los catalanes. Hago hoy balance de un año desde aquella fallida declaración. Ha sido un aniversario celebrado con más pena que gloria, sin conmemoraciones ni celebraciones.
No estaba la efemérides para tirar cohetes. Lo único que hicieron Puigdemont por videoconferencia y su súbdito Torra de presente, fue presentar su nuevo partido La Crida por la república, tercera versión de la vieja CDC para intentar tapar su tremendo fracaso en todos los aspectos. Lo único que han conseguido desde entonces ha sido darse el más grande batacazo, siendo pública y notoria la profunda división de los independentistas. Ni ERC, ni la CUP, ni la ANC, ni Omnium han querido participar. Sólo el PDeKAT asistió parcialmente y sin querer disolverse para integrase en La Crida.
La marioneta Torra y su amo Puigdemont sólo se dedicaron a hacer lo único que saben hacer: volver a amenazar al Estado con otro “1-O” y con la paralización de toda Cataluña, si los encarcelados son condenados, repitiendo por enésima vez que no aceptan otra sentencia que no sea absolutoria.
Son tan “democráticos”, que la separación de poderes en el Estado de derecho la entienden con justicia, jueces y fiscales a la carta, nombrándos a dedo por el omnipotente dueño y señor, Puigdemont.
En el campo político, de aquella antigua Cataluña del nacionalismo moderado y civilizado de Convergencia i Unió, que ayudaba a la gobernabilidad de España, aunque tuviera que ser a cambio de morderle suculentas partidas a los Presupuestos Generales, con los que Cataluña se forró, pasó luego a radicalizarse con la unilateralidad de Mas en cuanto vieron a España en crisis, gobernada en minoría, en crisis económica y débil, llevada hasta las últimas consecuencias por Puidemont por las bravas, pretendiendo la ruptura de la Nación y del Estado de derecho, subvirtiendo el orden constitucional, queriendo ahora cargarse la monarquía y el rey, desobedeciendo abiertamente al Tribunal Constitucional, a la Justicia y odiando todo lo que sea español y hasta a los mismos catalanes constitucionalistas.
Resultado: Los dirigentes de la cúpula separatista están casi todos enjuiciados, encarcelados o huidos.
Se aplicó el artículo 155 y perdieran el Govern hasta después de las elecciones; y, además, se ha creado un precedente constitucional que ya les amenaza como una espada de Democles, para que en cuanto se vuelvan a sobrepasar podérselo aplicar de nuevo.
De tener la mayoría absoluta de 72 diputados, pasaron, sucesivamente, a perderla con sólo 60, a tener que formar una coalición heterogénea de lista única malavenida, o especie de “cambalache” de conveniencia, con PDeKat, Ezquerra de Cataluña, la CUP, etc, que consiguieron la mayoría parlamentaria para poder gobernar con sólo el 47, 2 %, aunque no la mayoría social, que obtuvo el 52,8 %.
Enseguida empezaron a tirarse los platos a la cabeza, de manera que ahora hasta han perdido la mayoría parlamentaria tras la suspensión de algunos de los encarcelados por el juez Llarena, por la terquedad de Puigdemont y los otros huidos en no permitir que corriera la lista votada, al no ser capaces de ponerse de acuerdo.
En lo económico, Cataluña, que siempre fue próspera, con un tejido sólido y saneado, tanto industrial, como comercial y de servicios, que le permitía ser próspera y el motor de la economía, pues se la han cargado llevándola casi a la ruina. Si no fuera por los miles de millones de todos los españoles que le insufla el Estado en detrimento de otras Autonomías, estaría quebrada y en bancarrota.
Los servicios tan esenciales y de extrema necesidad como la Enseñanza, la Sanidad, los servicios básicos y, sobre todo, el tejido empresarial, que desde el golpe fallido hasta hoy han tenido que huir alarmadas a otras Comunidades un total de 5.085 empresas, las más importantes.
Ese es el termómetro que marca el grado de prosperidad y riqueza, o pobreza. Y más de 35.000 millones del ahorro en depósitos de los catalanes han huido a bancos de Valencia y Aragón. Están tan ciegos, que ni siquiera quieren ver esa realidad tangible de estar hundiendo a Cataluña que, junto con los catalanes, son lo que menos les importa.
Para ellos, “cuanto peor, mejor”, que es a lo que la han condenado a base de destinar millones y millones al “procés”, que es en lo único en lo que están y les importan, creando cientos de órganos ilegales, embajadas, estructuras inconstitucionales, pagos indebidos para sostener a Puigdemont y la llamada “Casa de la república” en el exilio de Waterloo, con hasta cuatro Mossos d´Escuadra dándoles escolta y medios radioeléctricos de última generación, porque está obsesionado con su seguridad.
Según los medios, desde febrero, han traspasado a Puigdemont 500.000 euros, más otro gasto de hasta 3´9 millones destinado a prensa y propaganda extranjera desde 2015 a 2017, pese a que un prófugo de la Justicia lo que debe hacer es entregarse a ella. Cataluña y los catalanes están desgobernados, en una parálisis general. Los separatistas sólo piensan y trabajan para independizarse de España.
Mientras tanto, tiene un 33 por ciento de la población empobrecida, cada vez hay más parados, cada día más gente tiene que acudir a centros de acogimiento para poder comer; están cosidos a impuestos, la Comunidad en bancarrota y comida de deudas; esa astronómica deuda hipoteca a varias generaciones, priorizándose gastos y despilfarros para crear instituciones separatistas ilegales, mientras se cierran hospitales, albergues sociales, y en los demás cae drásticamente su nivel de prestación y asistencia.
El Govern ha cosechado un rotundo fracaso y todo un desprestigio y descrédito para Cataluña, que antes siempre tuvo una sociedad civil seria, trabajadora y capacitada, una población abierta y cosmopolita que la tenía en la vanguardia económica, científica y cultural. Mientras ahora es una sociedad partida y enfrentada.
El turismo, que era un emporio de riqueza, ha empezado a retirarse cayendo de forma alarmante. Las inversiones extranjeras han descendido un 41 %, mientras en Madrid han subido el 44 %. El consumo ha bajado del 5 al 4 % en el segundo semestre. La venta de viviendas ha subido sólo un 2´1 % hasta septiembre, cuando a nivel nacional subió el 10,1 %. El turismo nacional ha caído el 2 %, cuando en el resto de Comunidades ha caído sólo el 0,7 %. La entrada de extranjeros en hoteles catalanes cayó un 0´5 %, mientras que en las demás Autonomías subió el 0,7 %. Se ha perdido allí el dinamismo empresarial y comercial, y la erosión económica crece por momentos. Son las cenizas del encendido “procés”. El orden y la seguridad pública han caído alarmantemente, con los comités de defensa de la república cortando carreteras, poniendo barricadas y como escudos a mujeres y niños, habiendo nacido allí una especie de kale borroka a lo vasco.
En el ámbito social, han roto la convivencia entre catalanes, las relaciones de trabajo están divididas entre quienes piensan como ellos, que son los únicos buenos, y todos los demás, que para ellos son la malvada gente que odia a Cataluña, porque creen que son iguales que ellos cuando tanto odian a España y a los españoles. Han roto las relaciones laborales entre empresarios y entre trabajadores, muchos matrimonios, noviazgos, hijos y demás familiares, que ni siquiera se hablan por el único motivo de pensar de distinta forma, según se sea separatista o constitucionalista. Igual en las relaciones entre vecinos, tenderos, comerciantes y consumidores.
Existen, en fin, dos Cataluña que ni se hablan ni se tratan. Han dividido a los profesores, a los alumnos, a sus padres, a las instituciones, según hablen y aprendan en catalán o en castellano. Con todo ello, han inferido un tremendo corte a la sociedad catalana del que ya es casi imposible que pueda recuperarse. Quisieron internacionalizar el conflicto; pero, a pesar de las cuantiosas sumas de dinero que en propaganda se han gastado, es otra repulsa y descrédito que han cosechado.
Prometieron que casi todo el mundo les reconocería y haría causa común con su independencia. Puigdemont fue regando millones por medio mundo presentándose con toda su comitiva “estatal” de su soñada república, pero sólo recibió portazos en las narices; nadie quiso recibirle, únicamente los independentistas belgas.
Si Cataluña algún día consiguiera separarse de España, la Unión Europea no querría ni verles, sabiendo la que han armado a base de ilegalidades y de atropellos antidemocráticos.
Han conseguido granjearse la antipatía, enemistad y animadversión extranjera, haciendo una y mil veces el ridículo y siendo ya tenido como el hazmerreir de todo el mundo; habiendo caído en el mayor de los desprestigios. Antes del “procés”, Cataluña nunca estuvo tan mal considerada. Hace sólo unos días 47 partidos de la coalición de los liberales europeos han expulsado al PDeKAT catalán con el 90 % de los votos, por corrupto y por su empeño en romper el Estado de derecho español. Con su estrecha mente intelectual y ciego sectarismo, han aumentado la discriminación del idioma español respecto del catalán que lo han convertido en instrumento único de la llamada inmersión lingüística, casi anulando por completo la enseñanza del castellano, pese a que la Constitución impone los dos idiomas oficiales; no alcanzando a ver más allá de sus narices, para no darse cuenta de que hablando español se entienden con más de 1.500 millones de hispanoparlantes, cuando hablando en catalán sólo pueden entenderse con 7 millones de catalanes. Eso sí, a la vez promueven el árabe y el chino. Hasta ese extremo llega su corta y paleta mentalidad, de querer encerrase con visión localista en un mundo globalizado, sólo porque odian y no quiere saber nada de todo lo que huela a español.
El resto de Autonomías están ya más que hartas de que los soberanistas se muevan sólo por interés económico, que en el fondo eso es lo que se esconde detrás de cada reivindicación.
Es de lo que viven. En la mayoría de las Autonomías ha nacido cierto sentimiento de antipatía porque la inmensa voracidad de los separatistas de Cataluña consiguen del Estado ser los más financiados, donde se realizan las mayores inversiones, siendo la que tiene en todas sus provincias AVE, mejores aeropuertos, carreteras e infraestructuras, todo a base de dinero público; cuando, por sólo poner de ejemplo a Extremadura, en ésta se tienen que utilizar todavía trenes de la época en que el ferrocarril llegó por primera vez hace 170 años y circulaba a sólo 40 kilómetros en la primera línea Barcelona-Mataró, que hasta algunos médicos de aquella época llegaron a prescribir que viajar a tanta velocidad era muy perjudicial para la salud de las personas; sufriendo los extremeños continuas averías y vergonzosos retrasos.
Los separatistas nunca están satisfechos; su soberbia y arrogancia les lleva a creerse que son más que los demás y los únicos que merecen que se les trate mejor. Con la serie de barbaridades que están cometiendo con el “procés”, los separatistas catalanes hasta han logrado que los residentes no catalanes y los catalanes constitucionalistas, que hasta la declaración de independencia no se movían porque los tenían acobardados, hoy cada vez más se manifiestan sin miedo y con más fuerza en la calle, portando banderas y símbolos españoles. Hasta en eso han fracasado.
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