Aestas alturas no puedo ocultar que soy un admirador de los museos de ciencia, en general, y del Museo de las Ciencias de Granada, en particular. La causa formal de esta inclinación mía hacia este tipo de exposiciones, quizás se encuentre en el artículo 44 de la Constitución Española que establece que “…Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tiene derecho… Los poderes públicos promoverán la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general”. La causa más profunda quizás sea que cuando voy, siempre aprendo algo nuevo y nunca me dejan indiferente las exposiciones que hacen. Pero también, porque difundir la ciencia de una forma comprensible es una labor encomiable y beneficiosa para la ciudadanía.
En una de mis últimas visitas al Parque ofrecían como regalo por la compra de un libro la guía de alguna de las exposiciones que había acontecido en el mismo. Lo tuve claro. El rostro humano, de Susana Pérez, me atrajo especialmente. Aparte de por la composición de La Gioconda a base de caras en su portada, el contenido era lo más interesante. Especialmente la leyenda de su última página: “Este libro terminó de imprimirse en La Coruña el día 28 de diciembre de 1995, festividad de los Santos Inocentes, cuando se celebraba el centenario de la primera proyección comercial de cine”.
Ya había leído con anterioridad un magnífico libro dedicado al rostro humano. La cara, espejo del alma. Historia de la fisiognómica (1987), del antropólogo Julio Caro Baroja. Desde entonces me fijo mucho en la cara de las personas. También en el parecido que tienen con sus animales de compañía. Sobre todo, intentando descubrir la fiabilidad de sus compromisos, la seriedad de sus planteamientos, o la mayor o menor bondad de sus acciones. Evidentemente, también intento realzar u ocultar en mi propio rostro aquellos rasgos que me benefician o perjudican, dependiendo de la ocasión. Aunque, no siempre lo consigo. Como decía la autora de la guía, existen muchas facetas en nuestro rostro que normalmente pasan desapercibidas. Tratar de descubrir la complejidad y riqueza que encierra el rostro humano sería objeto de estudio por diversos especialistas en la materia. De ahí lo interesante de dicha guía y, en su día, de la exposición que se hizo. Voy a hacer un repaso de aquellos aspectos que más me han llamado la atención.
En referencia a los mensajes que se pueden transmitir, se decía que la expresión de sentimientos, emociones y estados de ánimo puede servirse del sistema de comunicación no verbal, como el de los gestos y la expresión del rostro, que ha sido considerado por muchos como más completo y fiable que la palabra, debido a que en ocasiones ésa puede mentir con más facilidad que el gesto. Me vino a la mente cuando leía esto lo que nos enseñaban en las clases de Derecho Internacional de la Facultad al explicarnos que en el mundo diplomático el silencio es todo un arte y una forma de hablar que va más allá que los propios textos escritos.
Por ejemplo, en estos días (sobre todo en las noches), cuando las calles de Barcelona “arden”, otros, como Torra, guardan silencio, o se dejan ver haciéndose fotos con sus “incondicionales” en las distintas marchas (de día) por la “libertad” (su libertad). Sin embargo, su cara le delata. Como se puede ver en los dibujos de la obra de Alberto Durero, “De symmetria partium humanorum corporum”, en la parte de la guía dedicada a la anatomía, solo por el cráneo podemos conocer al personaje. Como decía George Orwell, “A los cincuenta cada uno tiene la cara que se merece”. Cara que, efectivamente, es el espejo del alma, aunque, “…debido a la convivencia con otros, se aprenda a manipular el gesto, y muchas veces se consiga ocultar lo que realmente se siente”.
Me hizo reflexionar especialmente el proverbio árabe que se contenía en el apartado titulado “Reconocimiento”, en el que se habla de la “chispa de la mirada”, y de la sonrisa. Decía así: “Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”. Efectivamente, las señales que trasmite el rostro no siempre son descifrables. Sin embargo, la expresión de los ojos revela con bastante precisión la actitud de una persona. Las pupilas tienen mucho que ver en ello, pues aumentan ante una imagen agradable, y se reducen cuando resulta no interesante. De hecho, cuenta la historia que algunas mujeres de siglos pasados usaban como complemento de sus maquillajes unas gotas de un colirio llamado belladona, que dilataba las pupilas, para así enaltecer su belleza. Quizás por ello siempre se ha dicho que aquellas personas que no son capaces de mirarte a la cara no son fiables.
Pero, así como los ojos son el claro reflejo del ánimo de una persona, la sonrisa puede mostrar sentimientos contradictorios y ambiguos. Como nos dice la autora, entre una sonrisa franca (la de un niño suele serlo) y una falsa (la que solemos poner casi todos para hacernos una foto) existe una amplia gama de posibilidades. En todo caso, analizando la expresión del rostro en su conjunto, será más fácil descifrar el mensaje de una sonrisa. Por ejemplo, conozco a un alcalde, al que algunos adoran, porque tiene cara de niño y siempre parece estar sonriendo. Sin embargo, cuando te fijas en su cara al completo, te das cuenta rápidamente de que es uno de esos rostros “inexpresivos”, que están acompañados de una sonrisa ambigua y poco sincera. Y cuando sufres su modo de actuar, te das cuenta de por qué hay que analizar con detenimiento el rostro de las personas, sin detenerse en la primera impresión.
Pero la parte que más me llamó la atención fue la titulada “Asimetría”, en la que se explica que nuestro rostro son dos caras de la misma moneda, en apariencia simétrico. Solo en apariencia, porque si se divide un retrato por su línea media, en sentido vertical, y se reconstruye uniendo cada una de las mitades con su imagen especular, se obtienen dos nuevos rostros correspondientes a los dos lados derechos y los dos lados izquierdos, que normalmente tienen poco que ver con la auténtica. Quizás por ello, el escritor Lyn Yutang decía que “La mitad de la belleza está en nosotros y la otra mitad depende de aquel que nos mira”. El ejemplo más claro de esto lo encontramos estos días en el rostro del “honorable prófugo” Puigdemont y en la forma que tienen de mirarlo, por un lado, Torra (su imagen especular), y por otro los presos del “Procés”.
De toda la guía, me quedo con la cita contenida al principio de la misma, de Alessandro Manzoni: “Yo siempre he visto que al que enseña los dientes todos le respetan”. Una gran enseñanza para los tiempos tan convulsos en los que nos encontramos y para estos personajes que han decidido mantenernos en “movilización permanente”. Y todo por la puta pela.
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