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Pocos de los decenas de alumnos que inundaban el salón de actos del instituto Camoens podían advertir que esos ‘aburridos’ libros, escritos hace varios siglos, que leen “porque les obligan en clase” y cuentan historias del pasado, podrían suscitar el grado de pasión e interés que se había generado al final del coloquio.
Mucho menos que aquella mujer ya entrada en años, con cierto aire de locura y que habla recitando fuese la culpable de lo anteriormente citado. Pero Rosa Navarro nuevamente consiguió llevarse al público juvenil a su terreno. Generó pasión y curiosidad. Hizo reír a carcajadas, que se compungiera el corazón, que el público rompiese en aplausos y que, tras una hora con ella, se despertase entre cada uno de los presentes un alto grado de simpatía y cariño.
Esa escritora loca no estaba tan loca, “y algún día me darán la razón, quizá dentro de 50 años”, advertía. Era la conclusión a la que llegaba la escritora al responder a la pregunta que, quizá, más interés suscitó entre los presentes y que lo hace desde hace más de una década en todo el mundo literario ¿Por qué no reconocen su investigación sobre la autoría del Lazarillo de Tormes? “No me han hecho caso y sé que tengo razón, lo podéis comprobar vosotros mismos”, expresaba.preci
Sin duda la teoría de Navarro es, si menos interesante, sobre todo por sus referencias a los códigos para descifrarlo que crearon la curiosidad entre los presentes y sucesivas cuestiones.
La catedrática de Literatura de la Universidad de Barcelona y Premio Príncipe de Asturias de las Letras explicaba con entusiasmo contagioso que “la luz que ilumina lo ignorado aparece de pronto” y cómo se percató leyendo el último párrafo del prólogo del Lazarillo que “no encajaba en ese lugar, era extraño”, porque en él aparecía de pronto un interlocutor desconocido.
Ahí empezó todo, hasta que descubrió, a modo resumido, que el nombre del autor había estado siempre ‘delante de sus narices’, en el mismo título del libro. Su nombre: Alfonso Valdés. Un gran aplauso y ovación para alguien que acaba de echar por tierra esas lecciones aprendidas hace unas semanas en el aula.
Más aún para los que después de muchos años deben convencerse de que la obra más anónima de la historia de la literatura española no lo es. Convencidos o no, muchos, con seguridad, a la llegada a sus hogares corrieron hacia sus estanterías en busca del ejemplar para lograr descifrar el famoso enigma de Navarro.
Enigmático también pudo ser para muchos docentes de esta asignatura comprobar cómo consiguió meterse en el bolsillo al público más exigente. Pero su pasión por los clásicos y los constantes símiles con la vida y la realidad la hicieron merecedora de tal muestra de atención. El acercamiento comenzaba con una anécdota.
Navarro confesaba el pavor que sufrió en su primer vuelo en el helicóptero para viajar a la ciudad. “Nunca antes había cogido un helicóptero y elegí el día”, comentaba. Un suceso que comparaba a un pasaje del Quijote en el que este se transforma.
“Yo también me convertí, fui fuerte y estoy aquí”, manifestaba. Esa fue la primera lectura de por qué son modernos los clásicos. “A mí me sirven de mucho, es la gran importancia de leer”, lanzaba a modo de enseñanza la catedrática. “Mi historia es un libro con las páginas en blanco y a través de los símiles de la literatura con la propia vida las voy rellenando”, señalaba.
De don Juan Manuel a Cortázar con paradas en el Quijote y el Lazarillo. Pequeños pasajes de esos clásicos con sus propias vivencias que crearon una ponencia vibrante, emocionante y apasionada. Pero también abrió otra cuestión, la de que quizá es necesario cambiar el modo de enseñanza, el acercamiento de la literatura y la historia a los jóvenes. Ellos demostraron que quieren a los clásicos pero quizá el modo en el que se les acerca no siempre es el más adecuado.
Navarro permanecerá hasta hoy en Ceuta donde está participando, junto con Adolfo Gómez y Eduardo Jordá, en el seminario dirigido a docentes ‘Encuentros de lectura, encuentros de literatura: acciones del Plan Lector y Bibliotecas Escolares’, que comenzó ayer en la Biblioteca Pública con una alta participación.
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