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Romper el círculo vicioso

La revalidación de la vigente mayoría del PP en las próximas elecciones municipales es el peor de los resultados posibles para nuestra Ciudad. Y sin embargo, es lo más probable. Podría deducirse de esta aparente contradicción que nuestro pueblo está afectado por un singular masoquismo colectivo. No resulta excesivamente complicado desentrañar este misterio.
En condiciones normales existe una mínima correlación entre la gestión de un gobierno y su apoyo electoral. El ciudadano debe evaluar lo que hacen con su voto (y cómo lo hacen) y decidir. Sin embargo, este mecanismo elemental, y de aplicación casi universal, no opera en nuestra Ciudad. Es otra de las nuestras múltiples patologías sociales. El voto que recibe el PP está blindado. Diseccionemos. En Ceuta existen, aproximadamente, diez mil personas de ideología conservadora. Son fanáticos que, pase lo que pase, seguirán votando el PP hasta el fin de sus días. A ellos se suman los doce mil votos del racismo trashumante que, desde la hazaña del Perejil, son también incondicionales del PP. Explican su voto diciendo que Juan Vivas es un magnífico alcalde; pero esto no es más que una simple coartada psicológica que les proporciona paz interior. Es muy duro para una persona, que se considera a sí misma buena, aceptar que el origen de su voto está en un comportamiento racista. El rostro amable y el gesto cariñoso de Juan Vivas (innegables aunque ficticios) permiten convertir en confortable lo que en la conciencia sería estridente. Que a nadie le quepa la menor duda de  que si mañana apareciese un personaje que les garantizara la expulsión de todos los musulmanes de Ceuta, aunque fuera un delincuente antipático y pésimo gestor, se olvidarían de la bonhomía de Vivas, y lo abrazarían efusivamente como desesperados (ya lo hicieron con el GIL en su día). Este es uno de los cepos que tiene atrapado nuestro futuro. Un sector muy amplio, y sobre todo muy influyente de la sociedad ceutí, tiene como única referencia de la vida política un disparatada y delirante cruzada contra los musulmanes. El hecho cierto es que el PP tiene sus veintidós mil votos apalancados independientemente de lo que haga. Porque la conformación de ese voto no obedece a los resultados de la acción de gobierno sino que emana de las vísceras.
El problema es que este blindaje provoca una enorme perversión. Juan Vivas tiene la absoluta certeza de que todas sus acciones serán refrendadas por las urnas. Los hechos más deleznables y los comportamientos más reprobables quedarán blanqueados políticamente en aras a un objetivo de rango superior que domina la mentalidad de sus electores. Nunca se siente en la necesidad de rectificar. Goza de impunidad. Y su laxitud moral está contagiando al conjunto de la sociedad, alimentando un círculo vicioso de funestas consecuencias. Todo el mundo sabe que en el ayuntamiento se practica un enchufismo vergonzoso que impide a los más preparados acceder al empleo público en igualdad de condiciones. No importa. Es de general conocimiento que alrededor del poder municipal se mueven infinidad de vividores que se enriquecen injustamente con los impuestos de todos. No importa. No queda nadie sin saber que la mayoría de cargos públicos, muy bien remunerados, no sirven absolutamente para nada. No importa. El despilfarro en gastos superfluos es clamoroso. No importa. Cualquier ciudadano puede apreciar el colosal desequilibrio entre la inversión en barriadas y la inversión en el centro de la Ciudad. No importa.
Las desigualdades sociales hieren la vista. No importa. Son crueles datos objetivos el incremento del paro (triplicado con este gobierno), la destrucción del tejido empresarial y el galopante fracaso escolar. No importa. El enfermizo miedo del Presidente ha arrancado de cuajo toda la capacidad reivindicativa de nuestra Ciudad, que nunca será comunidad autónoma, nunca logrará el estatus que merece en la Unión Europea, no actualizará su régimen fiscal ni consolidará un modelo económico alternativo y jamás resolverá el problema del transporte marítimo. No importa. Nada importa. Cuando llegue la hora de la verdad, el inconsciente batallón de la intolerancia, como un autómata, depositará la papeleta que ratifica este rutilante camino hacia la nada. Juan Vivas y la recua de sanguijuelas que lo llevan bajo palio se sentirán fortalecidos y, lejos de corregir los desmanes, abundarán en ellos. Y vuelta a empezar.
Si Ceuta aspira a ser algo en el futuro, debe cambiar urgentemente la dinámica decadente en la que se encuentra incursa, y romper este círculo vicioso que convierte nuestro ayuntamiento en un instrumento inútil al servicio exclusivo de intereses miserables.

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