Las relaciones maritales entre musulmanes y cristianos han resultado siempre ser bastante difíciles, sobre todo, a causa de las divergencias que han separado a los fieles de ambas religiones: la cristiana y la musulmana.
En el siglo XV, cuando todavía existía el reino árabe de Granada, ambas eran irreconciliables entre sí. No era entonces como ahora, ya bastante más flexibles, aún cuando todavía sea poco común que un musulmán contraiga matrimonio con una cristiana, o un católico con una musulmana. Sin embargo, la actual libertad religiosa trajo los llamados matrimonios mixtos, que ya hace bastante más frecuente el matrimonio entre parejas de fieles de ambas confesiones.
Hoy traigo a colación un romance de amor mantenido en 1481 entre el entonces rey árabe de Granada, Mohamed Hacén, padre de Bohadid el que después en 1492 entregara la ciudad granadina a los Reyes Católicos, con la bellísima cristiana española Isabel de Solís.
Esta bonita historia, ha inspirado luego a escritores de distintas épocas, como Martínez de la Rosa, que en 1837 escribió la novela histórica de "Doña Isabel de Solís, reina de Granada"; Laurence Vidal, que el año 2000 publicó "Los amantes de Granada", representando la vida de Isabel de Solís; y más recientemente a Brígida Gallego Coín con su libro “Isabel de Solís, Soraya“.
En 1481 reinaba en España Isabel I de Castilla; y en el reino nazarí de Granada, su entonces rey Muley Hacén. En aquella época los conflictos armados entre musulmanes y cristianos estaban a la orden del día. Estaba ya muy avanzada la Reconquista, y los cristianos batallaban por arrebatar a los árabes el último baluarte que a éstos quedaba en España: Granada.
A la vez, los árabes trataban de defenderlo a toda costa. El rey granadino intentaba ganar a los cristianos el territorio fronterizo con Jaén hasta Zahara. Y en una algara o razia (ataque de las tropas de caballería que salían a la carrera a robar la tierra del enemigo en un ataque rápido y por sorpresa), las tropas de Muley Hacén tomaron como cautiva a una mujer muy bella de Martos (Jaén), de sólo 17 años de edad, perteneciente a la nobleza cristiana.
Isabel era hija del entonces alcaide del castillo de la Higuera y comendador de Martos. La defensa de dicho castillo, estaba encomendada desde hacía muchos años a la Orden de Calatrava. Dicha Orden de Caballería había nombrado alcaide de la fortaleza del castillo al caballero de la nobleza castellana Sancho Jiménez de Solís.
La esposa de éste falleció al dar a luz a la hija de ambos, a la que bautizaron con el nombre de Isabel de Solís. El padre de ésta, Sancho, se volvió a casar con una esclava mora llamada Arlaja, regalo que le había hecho un conde cordobés. Hacia el año 1470 la localidad de Martos era una estratégica plaza fuerte de la frontera castellana con el reino nazarí de Granada. La defensa de su Castillo de la Higuera y de la población estaba encomendada a Sancho.
Durante una cabalgada en la que los moros asolaron los alrededores de Martos, los atacantes se toparon inesperadamente con la hija del alcaide de dicho castillo, también comendador de Jaén.
Isabel llevaba una vida tranquila, junto a sus cuidadoras que la educaron y velaron por ella desde que quedara huérfana de madre nada más nacer. Al parecer, había salido de la población con otras doncellas a coger flores y llegaron unos musulmanes en algara y se llevaron cautivas a todas las demás jóvenes. Las razias se daban lo mismo en el bando cristiano que en el musulmán y el objetivo no era otro que el de obtener rehenes para cambiarlos por dinero o víveres.
Isabel de Solís fue primero vendida en el mercado de esclavos de Granada, y casualmente comprada luego por la sultana Aixa, esposa favorita del rey árabe. Un día, la cautiva cristiana estaba lavando unas camisas y entró el monarca en el lavadero. Muley Hacén se quedó prendado de ella, enamorándose apasionadamente, porque era de guapa que parecía una maceta con flores en toda su frondosidad.
La esclava Isabel había sido antes prometida en matrimonio con Pedro Venegas, un joven también perteneciente a otra noble familia cristiana, los señores de Luque. Pero aquel matrimonio no pudo celebrarse tras que fuera la novia capturada por las tropas de Muley Hacén.
Con el tiempo, éste encontró en ella respuesta favorable y apasionada, de modo que rey y esclava vivieron con plenitud un amor que fue la admiración de su tiempo y suscitó muchas controversias y hasta sangrientas guerras entre varias dinastías de musulmanes granadinos.
La entrega de Isabel de Solís al rey era tan sincera que pronto abjuró de su religión católica para convertirse al islamismo, cambiando su nombre cristiano por el de Fátima-Zoraya, que en árabe significa “Lucero del Alba“. De manera que el rey la tomó por nueva esposa y favorita en su harén entre las demás esposas que tenía.
La torre de la Alhambra en la que vivió es conocida popularmente como “de la Cautiva“ en su recuerdo. Es una torre-palacio, donde se combina el carácter defensivo en su exterior con vivienda en el interior. Ésta torre ha recibido diferentes denominaciones a lo largo de su historia (de la Ladrona, de las Damas y de la Sultana). Desde mediados del siglo XIX se la conoce como de la Cautiva, por la leyenda literaria romántica de que en ella estuvo prisionera Dª Isabel de Solís, que posteriormente sería sultana con el nombre de Zoraya.
Frente a los abencerrajes, dinastía de notables que veían con disgusto e inquietud la presencia de aquella mujer en la corte y su intimidad con el rey, estaban los zegríes y gomeles, algunos de los cuales provenían de ciertos linajes cristianos, la apoyaron sin titubeos.
Resultó que Zoraya empezó a ser importante para el rey, no sólo en su vida sentimental, sino en ciertos asuntos de la gobernación. La adversaria más temible de la nueva favorita era la primera esposa de Muley Hacén, Aixa la Horra, que significa “honesta”, dama muy orgullosa de su estirpe y de carácter sólido y voluntarioso, que intentaba afianzar lo más posible en el poder al futuro heredero de la corona, su hijo Boabdil, que luego sería el último rey moro de Granada.
Los recelos de Aixa crecieron cuando Soraya dio dos hijos a Muley Hacén, Nasr ben Ali y Saad ben Ali, posibles rivales en la sucesión del reino que estaba pensado para su hijo Boabdil. De aquellas desconfianzas surgieron conspiraciones. Los abencerrajes eran partidarios de Aixa y de Boabdil, y pronto se produjeron lances violentos entre las familias adversarias.
El rey intentó detener el progresivo enfrentamiento y ordenó que Aixa y Boabdil no saliesen de su residencia. Una grave insurrección de los abencerrajes, que el rey logró sofocar, fue luego castigada por él con el degüello de muchos, lo que enconó aun más la situación. Aixa y Boabdil fueron al fin liberados por sus partidarios, expulsados de palacio y la guerra civil se generalizó.
Parece ser que algunos consejeros muy cercanos al rey, conociendo la gravedad de los sucesos, que tanto perjudicaban al gobierno nazarí en beneficio de los reyes cristianos, intentaron sugerir con mucha prudencia a Muley Hacén que se apartase de Zoraya, sobre todo a la hora de tomar las decisiones que tan graves efectos tenían en los asuntos del reino. Sin embargo, el amor de Muley Hacén seguía siendo tan apasionado como el primer día y no quiso escucharlos.
Se encadenaron muchos sucesos importantes como la huida de Muley Hacén, la captura de Boabdil por los cristianos y su costoso rescate, y la guerra sin cuartel entre los seguidores del padre y los del hijo. El rey recibió la ayuda de su hermano Abdallah el Zagal, señor de extensas tierras y general de su ejército.
El hecho de que el final de la conquista cristiana coincida con aquella guerra civil en el reino nazarí, provocado en parte por la rivalidad entre las mujeres del rey Muley Hacén, llevó a que algunos acusaran a Isabel de Solís de impostora, de abjurar falsamente de su fe cristiana y de introducir la discordia en el harén real y consecuentemente, en el palacio y el reino de su esposo. Quizá sólo fue una triste coincidencia, porque buena parte de los cronistas de la época sostienen que Zoraya amó al rey moro y luchó por él y sus hijos, igual que Aixa luchó por el suyo propio, Boabdil.
Muley Hacén, sintiéndose viejo y enfermo, abdicó en su hermano Abdallah. Esto exacerbó la furia de Aixa la Horra y mantuvo violenta la guerra civil, una guerra fratricida en la que los contendientes llegaron a valerse de la ayuda de los cristianos para castigar a sus adversarios, aunque pertenecían a su mismo pueblo y a su misma religión. Sin embargo, ambas tropas estaban cada vez más exhaustas y el cerco de los ejércitos cristianos era implacable.
Al fin, Abdallah el Zagal rindió sus hombres y sus estados a los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y la resistencia de Boabdil acabó pronto y debió rendirse también. Fue el 2 de enero de 1492. Se dan diferentes versiones sobre la enfermedad de Muley Hacén, que ya bastante mayor y cada vez más enfermo y desengañado, acabó abdicando en su hermano El Zagal (según Al-Maqqarí) o bien depuesto. Lo cierto es que, sea como fuere, en la primavera de 1485, Muley Hacén es destronado y deportado a Salobreña y desde allí a Almuñécar o a Mondújar donde muere, en Lecrín, población próxima a Granada.
También entran en escena distintas versiones sobre el estado de salud de Muley Hacén. El escritor sefardí Capsali y Hernando de Baeza comentan que estaba perfectamente en sus cabales cuando tomó el gobierno en este segundo y brevísimo reinado.
Sin embargo, el anónimo cronista árabe de la Nubdat al-´Asr afirmó que el rey moro estaba ya en el principio de su enfermedad y describe en su obra esta dolencia como una epilepsia que progresivamente terminó por mermarle sus facultades, dejándole ciego, con el cuerpo medio paralizado e hinchado, atribuyéndola a “un castigo de Dios” por sus malas acciones.
Ya muy mayor Muley Hacén, Zoraya partió al exilio con su esposa y los dos hijos que habían tenido en común. Tres años después de la muerte del rey árabe, parece ser que Soraya recibió de nuevo el bautismo en la fe católica, pues la iglesia entendió que su anterior abjuración había sido forzada, al igual que sus hijos ben Ali y Saad ben Ali, quienes tomaron los nombres de Juan de Granada y Fernando de Granada. En general, los narradores no dudan de la verdad y pasión de los amores entre Isabel de Solís y Muley Hacén.
No obstante, algunos cronistas árabes insinúan que la dama cristiana, tan cercana al rey de Granada, señora de su intimidad en tiempos cruciales para el destino del reino, fue el arma más demoledora con que contaron los cristianos para confundir, debilitar y por fin abatir el poderío del último reino andalusí en la península. Incluso se dice que, en realidad, Isabel fue una preciosa campesina agente de los cristianos, que les ayudó a reconquistar Granada, seduciendo a Muley Hacén, al que deslumbraban las mujeres guapas.
Lo más cierto parece ser que Isabel estuvo doblemente mal vista por haber estado su amor entre dos mundos. En palabras del profesor Bartolomé Bennasar, fue rechazada en el mundo islámico, donde fue vista como la impostora “cristiana de Alá”. Y, por otro lado, también fue vista con mucho recelo entre los cristianos por haber sido “renegada” del cristianismo. No se tienen más noticias biográficas sobre ella, salvo que partió al exilio en 1482 con su esposo y sus dos hijos, pero se desconoce dónde luego ella murió. Pero no deja de ser una historia apasionante, a pesar de que por aquella época siempre se interponía el problema de la incompatibilidad entre ambas religiones.
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