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Roma sigue sin pagar a los ‘traidores’

Fue Napoleón Bonaparte quien dijo: “Aquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla”. No crean ustedes que sólo es una frase, más bien se trata de un dogma de vida.

Si no pensamos en nuestro pasado, si no recordamos lo que hemos hecho, dicho, dejado de hacer o de decir, nuestro presente y futuro estarán condicionados por estas acciones u omisiones. Puede que sea eso lo que le haya ocurrido a la Mesa Permanente del Consejo de Hermandades y Cofradías (CCHH) de nuestra ciudad. Así sucede con todas las instituciones y estamentos de la vida, con aquellos que han olvidado su historia, que no quieren recordar su pasado. En estos tiempos que nos toca vivir, tenemos que ser, más que nunca, cofrades valientes, activos, informados, críticos, autónomos, con profunda formación cristiana, comprometidos con la situación actual, y con los motivos que nos han llevado a estar en ese punto, para poder entre todos, mejorar nuestro entorno.
Los que, cuando éramos pequeños, estudiamos Historia de España, sabemos que Viriato era tan solo un pastor lusitano que venció a los romanos en numerosas ocasiones. A pesar de su nula formación militar, llegó a ser un estratega de primer orden, estableciendo una guerra de guerrillas que unido al conocimiento del terreno, y a la movilidad de sus guerreros, permitió vencer uno tras otro a todos los generales romanos que le iban enviando durante 12 años. Roma desesperada, cambió de estrategia, mandando a Cepión, que mantuvo un falso tratado de paz con Viriato. Su estratagema consistió en ganar tiempo para sobornar a sus hombres de confianza, que habían sido enviados por Viriato al campamento romano para firmar la supuesta paz con Roma. A la vuelta, los traidores mataron a su jefe mientras dormía. Cuando esos infames fueron a cobrar la recompensa prometida por su crimen, el cónsul Cepión ordenó que fueran ejecutados por su pecado, al tiempo que les decía “Roma no paga traidores”. Excelente “parábola” histórica. Quien lea que entienda (Mt 24:15).
El pasado 25 de junio, los miembros de la Mesa Permanente del CCHH presentaron su dimisión “irrevocable”. Aznar, en sus declaraciones, la justificaba ante una “carencia fundamental que es no contar con el respaldo y el apoyo de nuestra Autoridad Eclesiástica, los cuales tengo la percepción de no haberlos tenido ni ahora ni nunca desde que tomase posesión de su cargo nuestro actual vicario y delegado episcopal para las Hermandades». Está claro que el español piensa bien pero actúa tarde. Algunos no quieren admitir, que en los tiempos que vivimos, encontrar un sacerdote “cofrade” es un “mirlo blanco”, para que nos toque un vicario que apoye las cofradías necesitamos suerte y mucha paciencia, pero para que lo sea el obispo necesitamos toda una eternidad.
No se ocultan, nos lo dicen en la cara, aunque solo oímos lo que nos interesa. Los miembros de la Mesa Permanente estuvieron presente en una función principal de culto de la hermandad de Paz y Piedad, cuando su director espiritual, y “hombre de confianza” del vicario, reiteró desafiante su famosa frase: “las cofradías y hermandades sólo son instrumentos de la Iglesia, y como tales instrumentos serán utilizados por la Iglesia, cuando la Iglesia lo estime conveniente”. Nadie pidió ningún tipo de explicaciones, ni públicas ni privadas, mutis por el foro. Sin embargo, este mensaje fue como los “idus de marzo” narrados por Plutarco, presagio de la muerte anunciada del cesar.
Las cofradías deberían ser para la Iglesia un desafiante reto que le ha puesto Dios por delante en este tiempo a su monopolio espiritual, pero nunca un contrincante a batir y destruir. En las nuevas tierras “lusitanas”, la curia romana sabe que puede perder mucho si compite o combate en terrenos abiertos con el mundo cofrade, pues comprueba que lo que realmente llena los templos son los cultos a nuestras imágenes titulares, mediante la devoción a los mismos que emana de la religiosidad popular.
No se pueden pedir peras al olmo, pues genéticamente está condicionado para no dar ningún fruto “dulce”. Todavía no llego a entender que tipo de apoyo esperaba la Mesa Permanente del CCHH de nuestro señor vicario, después de los tristes acontecimientos vividos por los cofrades con la imagen del Cristo de Medinaceli, y sobre todo de la intentona del obispo, consentida por el vicario, de quitar competencias y autonomía a nuestro CCHH. Ese fue el momento de dimitir. Pues si la Roma de siglo y medio antes de Cristo no pagaba traidores, y ejecutó a los asesinos de Viriato en vez de pagarles, la Roma vaticana de hoy tampoco premiaría ni apoyaría a nadie que se haya interpuesto, de alguna forma, en sus primogénitas intenciones.
En la homilía de la misa celebrada por el Papa Francisco en la Catedral de San Sebastián de Río de Janeiro decía, “tengan el valor de ir contracorriente”. ¿Cuántas veces en la vida vamos los cofrades siempre a favor de la corriente eclesiástica? ¿Cuántas veces nuestros dirigentes cofrades se sitúan de parte del más fuerte en el obispado aun sabiendo que es el más injusto? ¿Cuántas veces, con nuestra permanente actitud servil, nos presentamos voluntarios ante Roma para “asesinar” al “Viriato” de turno? ¿Cuántas veces vamos al campamento romano para pedir la prometida recompensa de la curia por nuestros servicios? ¿Cuántas veces los cofrades nos arrodillamos por temor ante la supuesta “amenaza y represalia” de la prepotencia de algunos cónsules de Roma? Sin embargo, a pesar de todo, y siguiendo las instrucciones del papa, yo voy a seguir “yendo a contracorriente”. Ahora parece que no estoy tan solo como antes, aunque tampoco estoy acompañado, no me hace falta. Pero tiempo al tiempo, él solo se encarga de poner a cada cual en su lugar.
Cuando nuestro señor vicario, por orden del obispo, decidió que la imagen del Medinaceli no estaría en su casa de hermandad, la “elite” cofrade corroboró su deseo o, lo que es peor, bendijo su actuación. Así, esta imagen emblemática de nuestra Semana Santa se quedaba sin culto y lejos de su pueblo. ¿Por qué? Doctores tiene la Iglesia, pero si algún cofrade espera que, a estas alturas, desvelen este misterio, tengan paciencia, porque nunca lo harán. Lo que sí tiene la jerarquía eclesiástica de nuestro obispado es siempre una magnífica coartada para justificar sus actuaciones. Nuestros prelados diocesanos justificaron su resistencia numantina al cambio con el “uso” del Medinaceli para el mantenimiento a toda costa del bastión de San Ildefonso como único reducto cristiano en un barrio musulmán. Argumento que llegó a ser defendido públicamente, hasta por el presidente del CCHH, quizás para obtener el beneplácito del obispo a favor de su recurso de alzada contra la pérdida de autonomía del consejo. Por eso, esta preocupación nunca fue angustiosa para la diócesis, pues nadie le plantó ni frente, ni perfil, ni la hermandad ni el consejo, y si en estas “guerras de guerrillas” hubo algún “Viriato”, fue tachado de “excéntrico resentido”. En realidad lo que ha prevalecido en estas historias del especial matrimonio siempre “bien avenido”, Iglesia-“Estado cofrade”, es la reiterada complacencia, recelo y miedo visceral a las autoridades eclesiásticas, que impera en Ceuta desde antes de los tiempos de Padre Béjar, actitudes que habría que incluir en la lista de rémoras a eliminar en la nueva Mesa Permanente, para conseguir avanzar en el tiempo y en el espacio.
Debo confesar que me ha sorprendido esta dimisión, casi tanto como la sumisión incondicional de la Junta de Gobierno de la Hermandad del Medinaceli, que se entregó en su momento, sin rechistar a la voluntad del obispado, dando por zanjado el lastimoso tema de su titular. Entre todos hemos dejado al Señor de Ceuta arrinconado en un sórdido altar catedralicio, sostenido por las columnas de la condescendencia y la cobardía. A pesar de ello, seguiré defendiendo lo que me dicta la conciencia, reducto numantino donde aún no tiene poder los “cónsules romanos”, ni siquiera la famosa “reserva mental” del vicario.
Con motivo de los tristes acontecimientos vividos sobre la imagen del Cristo de Medinaceli, y su atípica situación actual, ya dije en mis artículos que nuestro señor vicario no había estado a la altura de las circunstancias. Pero tampoco lo estuvo el CCHH, que guardó durante toda la batalla un inesperado silencio sepulcral, que “sonaba” más a alianza que a complicidad. Ante mi asombro, nadie defendió el concepto de autonomía que refleja el derecho canónico en cuanto al patrimonio de las Hermandades se refiere, y la soberanía de la Junta de Gobierno para decidir el lugar de culto más adecuado para sus titulares. Curiosamente esa misma pérdida de independencia, aplicada en este caso al CCHH, fue el motivo del siguiente conflicto con el obispado.
Pero como dijo el escritor católico François Mauriac, “la lucha por la verdad sigue siendo una larga paciencia”, facultad que junto a la perseverancia no me faltan. Señor vicario, nunca me voy a quedar inerte ante sus faltas, por acción o por omisión, y a los hechos me remito. Su “pecado” ha sido de nuevo la falta de motivación cofrade, su desidia por nuestros problemas, y la falta de amparo hacia los máximos representantes del CCHH, a los cuales debería hacerles mostrado todo su apoyo institucional, moral y espiritual. Todo ello acrecentado por sus desafortunados comentarios sobre la espiritualidad de nuestras cofradías utilizando el púlpito y las matinales homilías dominicales.
Después de todo lo visto y oído hasta ahora señor vicario, no me cabe ninguna duda que su modus operandi en el mundo cofrade forma parte de una estratagema más típica de un cónsul romano en la Iberia de Viriato, perseguidor de cualquier tipo de “resistencia cofrade”, que de un sacerdote actual, obligado a seguir al pie de la letra las directrices del Papa Francisco con las Hermandades.
Creo que a usted, como el Cepión enviado por el senado romano, solo le preocupa su presente, y sobre todo, garantizar su futuro en las nuevas “tierras lusitanas”. Su estrategia parece similar al cónsul romano, pues “utiliza” cuando le ha interesado al CCHH, para luego dejar a su Mesa Permanente en la estacada, mediante su política de falta de apoyo y responsabilidad. El paisanaje cofrade coincide en su carácter “especial”, que le puedo asegurar que no ha empatizado en nuestra ciudad, y todo esto antes de las declaraciones de Aznar sobre su falta de apoyo, y su responsabilidad compartida en el polémico video “punki-gótico” grabado en nuestra catedral. Creo señor vicario, que su reputación cofrade y espiritual, sigue cayendo en picado, y que el Senatus que le encomendó llevar el obispo por tierras africanas, se está transformado en una cruz demasiado grande y pesada para llevarla usted solo. Sin embargo, con su actitud hacia los señores que han dimitido, puede que haya perdido para siempre los únicos cirineos, que hasta ahora, le habían ayudado con su pesada carga. ¿Por qué no sigue el valiente y digno camino marcado por la Mesa Permanente del CCHH, y se va con ellos? A fin de cuentas, usted es el principal responsable por omisión de su marcha. Curiosamente, vuelve a estar usted de nuevo a tiempo para presidir la novena de la Virgen de la Oliva, donde usted ha dejado una huella singular. Es preferible ser un buen “cura de pueblo”, como lo era usted en Vejer, que ser un vicario permanentemente “señalado” y “cuestionado”. Váyase tranquilo, pues la única persona que lamentaría su marcha sería su antiguo monaguillo en Vejer, el Padre Cristóbal Flor, el único “amigo” que dejaría usted “huérfano” en las tierras africanas.
Guardando siempre las distancias, no se ha dejado querer por casi nadie, incluso dentro de su propia curia romana. Hombre de apariencia extraña, fría y distante, siempre muy ocupado e “indispuesto” para los cofrades, de pocos amigos y de menos saludos cordiales. De dudoso “poder ejecutivo”, no ha movido usted ni un solo “santo”, ni para quitarle el polvo, sin que antes haya pasado toda la información y el beneplácito por los circuitos eclesiásticos del obispado. Su peculiar perfil “cofrade” está “condenado” por errores del pasado y del presente más reciente. Pero esta falta de apoyo a la Mesa Permanente lo ha oscurecido aún más. Y lo que es peor, de rebote perjudica y deteriora, no solo su “imagen”, sino también a la Iglesia, y eso no escapa al obispo, que parece tener más problemas en la vicaria de Ceuta que en la de Cádiz.
Creo señor vicario, que muestra un estilo pastoral sin entidad propia, añejo, mustio y rancio, a la defensiva siempre y queriendo justificar lo injustificable. Mirando siempre para el obispado, sin reconocer nunca ni el más mínimo error en sus comportamientos y declaraciones, su máximo pecado, ha sido, no escuchar a los “mortales”. Usted representa esa Iglesia obsoleta, que mira por encima del hombro, que sonríe irónica y condescendiente, que solo tiene respuestas viejas, manidas, y sabidas para todo, que no muestra entrañas de misericordia, alejada de la realidad, sin la cercanía, humildad, bondad y sencillez de la nueva Iglesia del Papa Francisco. Comparado con el estilo sencillo, directo, sano, transparente y confiado de comunicar del Papa, su comportamiento “suena” a otra época, a esa vieja guardia conformista, anquilosada en el pasado más oscuro de la historia de España, y dispuesta a no cambiar nada, a mantener a flote a toda una “flota invencible” e incombustible del “pretérito perfecto” de la Iglesia, como una “inexpugnable” fortaleza asediada y desesperada por la inercia irreversible de la historia.
En definitiva, señor vicario, su episcopado deja mucho que desear, pues parece que su premeditada falta de apoyo solo es un ardid para favorecer la controversia entre la Mesa Permanente y el resto de los miembros del CCHH, preludio de la irreversible apoptosis cofrade en nuestra ciudad. Miedo me da el futuro de nuestras hermandades después de la desbandada dimisión de la Mesa Permanente. Con los problemas crónicos que nos ahogan, y con nuestra actitud siempre sumisa y condescendiente, condicionada por un miedo innato a la curia, nuestra Semana Santa puede transformarse a corto-medio plazo, en un inerte museo de arte sacro regido por la Iglesia. Corremos el riesgo de que nuestra fiesta de reconocido prestigio, acabe convertida en una hermosa galería de arte sacro circunscrito a parroquias y capillas, con la estatua del guerrero Viriato, el famoso «Terror romanorum», junto a las calles de los antiguos y queridos cofrades del siglo XX, que dieron su vida por las hermandades, y los nuevos “ilustres” del XXI que, para no luchar numantinamente por sus tradiciones, “traicionaron” a la Mesa Permanente, o los incitaron a caer al vacío de su “felonía”.
Solo los jueces de la historia dictaminarán quienes fueron los verdaderos “traidores”; si esos nuevos “ilustres”, la Mesa Permanente o ambos, y su sentencia irá acompañada por leyendas similares al título del artículo: «Después de 22 siglos de historia, Roma sigue sin pagar a los “traidores”». Estos futuros museos con hologramas en alta definición sobre nuestro pasado, serán explicados por una voz de timbre metálico, que contará a los hijos de nuestros nietos que “a principios del siglo XXI, la Semana Santa de Ceuta sucumbió, entre otros motivos, por la falta de apoyo de una diócesis de sumergido y sibilino carácter ‘neoiconoclasta”.

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