Categorías: Sucesos y Seguridad

Rezos sobre la arena

En la problemática de la inmigración surgen dos historias enfrentadas. La primera, la humana: la que se refleja en los rostros de esos hombres que nada más pisar la arena de la playa del Tarajal se ponen a rezar, a cantar, a sonreír, a abrazarse. Son hombres que han sobrevivido a las redadas de la Gendarmería Real Marroquí, que se han ocultado mejor que nadie en los montes y que han conseguido lo que para ellos es la gran meta. Por eso cuando llegan a Ceuta rompen a llorar o miran al cielo buscando a su Dios para agradecerle que, al menos ahora, tendrán asistencia, tendrán derechos, tendrán atención humanitaria dure lo que dure.
Frente a ellos surge la otra historia: la de las fuerzas de seguridad y las administraciones que se llevan las manos a la cabeza con términos como colapso, falta de medios y la mentada por excelencia: la ley.
Ayer ambas historias volvieron a cohabitar en el entorno de la playa del Tarajal, a donde llegaron 68 subsaharianos. De ellos 49 se quedaron en la arena mientras que un grupo de 19, que habían quedado en el agua, fueron trasladados por una embarcación del Servicio Marítimo de la Guardia Civil hasta el puerto deportivo. Era una manera de separar los dos grupos y hacer algo menos complicada la labor de identificación.
La entrada se produjo a primera hora de la mañana, aprovechando una frontera que servía de paso para el tránsito de miles de marroquíes. ¿Cuántos entran a diario en la ciudad? Se estima que unos 30.000. Aprovechar la franja horaria entre las siete y las ocho de la mañana para acceder a Ceuta no es circunstancial. Los subsaharianos saben que es el mejor de los momentos para aprovechar la llegada de miles de porteadores y trabajadores transfronterizos que siguen el mismo sendero que ellos. Con una diferencia: unos cruzaran el paso fronterizo, mientras ellos buscarán la entrada a la carrera por el espigón. Más personas, mayor masificación y menor capacidad de control. Es la combinación de factores perfecta para conseguir que la entrada sea un éxito, como ayer lo fue.
Agentes de la Policía Nacional y de la Benemérita se intercambiaban las labores de reseña, filiación y comprobación del estado físico de los hombres. Antes de la llegada de las ambulancias de Cruz Roja los agentes tenían que hacer de sanitarios. Como ese policía nacional que cogió un par de calcetines de su zeta policial (eran suyos) y se los puso a un subsahariano que no hacía más que tiritar de frío. O ese mando de la Guardia Civil que viendo esa imagen se quitaba su chaquetón de camuflaje y se lo ponía al sin papeles para ayudar a que entrara en calor. A ambos agentes nadie les dio órdenes, ni les advirtió de lo que tenían que hacer pero se toparon con el día a día, con lo que sucede en una línea fronteriza de marcada presión migratoria, y vieron a un igual falto de ayuda que viene definido por el término ‘sin papeles’ porque le tocó ver el mundo en África.
Ayer las fronteras no existían y los efectivos que se topaban a pie de playa con decenas de hombres exhaustos tenían que echar una mano. Mientras, al otro lado, la Gendarmería Real marroquí procedía al traslado de los poco más de cincuenta subsaharianos que habían conseguido detener en su terreno. Según fuentes policiales el grupo al completo superaba el centenar.

Y el CETI, con 700 residentes tras la nueva entrada
Con la entrada ayer de los subsaharianos el CETI tiene ya una ocupación de 700 personas. Las salidas llevadas a cabo en tiempo de bonanza han conseguido que ahora pueda darse cabida a los auxiliados sin que, de momento, haya que recurrir a otros apoyos externos. En el interior del CETI se está viviendo un auténtico zafarrancho de combate, preparando todo para dar cabida a todos los que van llegando, intentan crear espacios en donde no los hay trabajando a destajo contando con todos los trabajadores del centro. La búsqueda de espacios se complementa con las labores de procesamiento de entradas y salidas, todos tienen que estar fichados y hay que, además, prepararse para lo que pueda venir. El buen tiempo y el conocimiento de que hay más inmigrantes al otro lado esperando para entrar se dan la mano para ofrecer un presagio que no hace sino activar todas las alertas. En el interior del campamento se viven además escenas curiosas, como la de esos recién llegados que se saludan con otros que lo hicieron antes ya que han vivido juntos en los campamentos aunque sus entradas han discurrido por caminos bien dispares. La meta, al final, la misma.

 

Marruecos actuó con contundencia
Las fuerzas marroquíes tuvieron ayer una intervención complicada. Mientras en el lado español se vivía la ‘cara amable’ de esa presión fronteriza, en el marroquí los agentes se veían obligados a trabajar con una contundencia más que evidente, ya que los inmigrantes intentaban a la desesperada llegar hasta Ceuta. El freno del que tuvieron que echar mano los marroquíes dejó en el camino enfrentamientos relevantes. ¿Si Marruecos quiere no pasa nadie? Eso es lo que más de un agente se preguntaba ayer dando lugar a un debate en el que las respuestas enfrentadas chocan. Hay quien opina que en el país vecino no se está actuando como se debiera, mientras que otros consideran que gracias precisamente a esa intervención se ha conseguido que ayer no entraran los más de cien subsaharianos que habían decidido intentarlo.

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