Opinión

El rey Al Yasiz de Marruecos y España

Refiere Jorge L. Loureiro Souto, en su tesis doctoral presentada en la UNED, año 2015, que, poco tiempo después de la muerte del rey marroquí, Mohamed Ben Abdellah el 11-04-1790, se produjo un cambio sustancial a peor en las relaciones hispano-marroquíes, ya que a los cuatro días de su fallecimiento se proclamó sultán su hijo Al Yazid, quien se oponía a la paz con España, tras lo cual se inauguró un periodo convulso de animadversión de Marruecos, no sólo contra España, sino, también, contra las demás naciones europeas.
A lo que hay que añadir que, una de las primeras medidas que adoptó Al Yasiz, tras su llegada a Tetuán ⎯en cuyos alrededores se había refugiado durante la rebelión que mantuvo contra su propio padre⎯ fue ordenar el saqueo de los domicilios de los judíos, el asesinato de algunos de ellos y la violación de las mujeres de esta comunidad, cuyas propiedades serían expropiadas en Marruecos, obligándoles, además, a pagar elevadas sumas. Asimismo, ordenó al alcaide del campo de Ceuta que comunicara a las autoridades de la plaza que el ganado español no debería pasar de las Murallas Reales, solicitándoles también que cerraran las puertas de la ciudad y no permitieran que ninguna persona saliera al campo exterior.
Y, añado por mi parte que, días más tarde, Al Yazid convocó a los cónsules de las naciones que habían mantenido relaciones diplomáticas con su padre, a quienes comunicó el 20 de abril que las únicas naciones cristianas con las que mantendría relaciones de paz y buena armonía serían Gran Bretaña y la República de Ragusa, concediendo cuatro meses de plazo a los súbditos de las demás para que abandonaran Marruecos. La República de Ragusa, formaba un Estado marítimo-aristocrático en Dalmacia (hoy en el extremo sur de Croacia). Su lema latino era «Non bene pro toto libertas venditur auro», que significa «La libertad no se vende bien por todo el oro».
Al mismo tiempo, comenzó a preparar una nueva guerra para apoderarse de Ceuta y Melilla: el 24 de abril, ordenó al alcaide del campo de Ceuta que redujera los términos del campo exterior al estado anterior a 1782. Y tropas marroquíes ocuparon las alturas del Morro y de la Talanquera; se almacenaron municiones en Tetuán; se comenzó a construir un camino para unir esta ciudad con Ceuta; Melilla y los peñones de Vélez de la Gomera y de 224 Alhucemas fueron hostilizados por las cabilas aledañas; y prohibió que se vendiera grano a españoles.
Durante las semanas siguientes se realizaron reiteradas muestras de hostilidad contra España a lo largo del sultanato: Mohamed el Larbi, ministro principal de Mohamed Ben Abdellah y partidario de la amistad entre ambos países, fue detenido por orden de Al Yazid a primeros de julio, tras ello, se le amputaron ambas manos, se le encerró un tiempo en prisión y después fue ejecutado, tras lo cual aparecería una de sus manos clavada sobre la puerta del consulado de España en Tánger y su cabeza en el hospicio franciscano de Mequinez.
A pesar de que el vicecónsul protestó por ello, tan solo conseguiría que la mano del desventurado ministro fuera trasladada a un lugar cercano. Mientras tanto, se habían almacenado en Larache alrededor de 10.000 bombas para la próxima guerra. La embajada presidida por Juan Manuel González Salmón arribó a Tánger el 12 de agosto. El hecho de que éste solicitara que la fragata Santa Catalina permaneciera anclada en su puerto por si se veía obligado a abandonar el país precipitadamente revela la desconfianza que suscitaba la diplomacia alauita en aquellos momentos.
En aquellos momentos, cada vez parecía más próxima una nueva guerra entre España y Marruecos. El 22 de agosto, el vicecónsul de España en Tánger informó a la Corte de que corría el rumor de que Al Yazid había salido de Fez al frente de un ejército de más de 17.000 hombres para atacar Ceuta, y aquella misma jornada el gobernador de Melilla escribió a su homólogo en Málaga para comunicarle que las cabilas fronterizas habían declarado la ruptura de las hostilidades contra los cristianos. Tras ello, una fragata española levó anclas y abandonó la bahía de Tánger precipitadamente; poco después, se apresaron dos jabeques marroquíes con la finalidad de canjear sus tripulaciones por los españoles que el sultán mantenía como rehenes. Al Yazid, cuando conoció la partida del embajador y el apresamiento de los jabeques, montó en cólera y ordenó cortar las cabezas de dos confidentes a los que había encargado que lo mantuvieran al corriente de los movimientos de los diplomáticos españoles. Ni siquiera el mismo gobernador de Tánger se libraría de sus represalias, pues sería asesinado poco después por el propio Al Yazid, quien ordenó colgar su cabeza en el balcón del consulado de España junto a las de los dos confidentes. El 25 de septiembre, los marroquíes comenzaron a bombardear Ceuta: había comenzado una nueva guerra.
Aquella contienda se disputó fundamentalmente en Ceuta, que Al Yazid intentaría conquistar recurriendo a la táctica de bombardear las murallas hasta abrir algunas brechas que permitieran a sus hombres penetrar en el recinto y tomarla por asalto. No obstante, aquella empresa no era nada fácil porque la plaza disponía de modernas fortificaciones que estaban defendidas por una guarnición experimentada y bien dirigida y la Armada española mantuvo en todo momento el dominio del Estrecho, impidiendo recibir suministros y refuerzos. Las defensas de Ceuta eran formidables en aquel entonces y la ciudad se creía inexpugnable. Ceuta estaba defendida entonces por alrededor de 12.228 militares.
Por su parte, Al Yazid reunió un ejército de entre 18.000 y 20.000 hombres y contó con la ayuda de Gran Bretaña, que le proporcionó artilleros y suministró pertrechos desde Gibraltar. Los marroquíes establecerían su cuartel general en la altura del Serrallo e instalarían diez baterías: los Terrones, Otero, Talanquera, dos en cala Benítez, Morro de la Viña, Tramanquera, Puntilla, Cañaveral y Ceuta la Vieja, a las que se sumarían dos más en agosto y septiembre de 1791, una en el Mirador y otra en la media luna del Flamenco.
Poco después de que hubiera comenzado el asedio, Al Yazid solicitó una entrevista al gobernador de Ceuta, general Urbina, tras lo cual se concertó un encuentro que se realizaría el 10 de octubre en el que el sultán fue representado por el alcaide del campo marroquí, su primo Alí, quien ofreció negociar un nuevo tratado de paz, exigiéndole el general Urbina que se levantara el asedio y se retiraran las tropas como condición previa para iniciar cualquier negociación.
Aunque el alcaide Alí aceptó sus condiciones y también se comprometió a retirar los hombres que hostigaban Melilla y los Peñones, es muy posible que aquella negociación no fuera más que una estratagema para ganar tiempo, puesto que continuaban llegando nuevos soldados y grandes cantidades de pertrechos al campo marroquí. Cuatro días después se reanudaron las hostilidades, iniciándose un bombardeo que se prolongaría hasta el 3 de noviembre, jornada en que los marroquíes intentaron un asalto que sería rechazado por la artillería.
Después de aquel fracaso, Al Yazid suspendió el ataque y solicitó al general Urbina que hiciera lo mismo. Después, se entrevistó con las autoridades de Ceuta a las que comunicó que deseaba firmar un nuevo tratado de paz y estaba dispuesto a enviar un embajador a Madrid para tratar el asunto.
Al Yazid enviaría una embajada a Madrid presidida por Mohamed Ibn Utmán, quien llegó a Ceuta el 20 de diciembre donde embarcó hacia Cartagena para ser recibido por Carlos IV en Madrid el 27 de enero de 1791, aunque aquella embajada tan solo serviría para prolongar aquella situación, pues Mohamed Ibn Utmán había recibido instrucciones de reclamar que se abonaran unos derechos exorbitados sobre las exportaciones de trigo y además exigiría la entrega de Ceuta, Melilla y los peñones de Vélez de la Gomera y Alhucemas o se pagara un tributo como reconocimiento de la soberanía del sultán sobre ellas, por lo cual no sería posible llegar a ningún acuerdo.
Por último, Al Yazid retiró la confianza a Mohamed Ibn Utmán el 28 de julio de aquel año, tras lo cual encomendó las negociaciones a su primo, el alcaide Alí. Poco después, el 13 de agosto, formuló un ultimátum exigiendo a la Corte que se le pagara un millón de dinares —que destinaría a su Ejército— y se le entregaran Ceuta, Melilla y los peñones de Vélez de la Gomera y Alhucemas, amenazando con la guerra si sus exigencias no se cumplían antes del 11 de septiembre.
Como respuesta a aquel ultimátum, Carlos IV declaró la guerra a Marruecos por real orden de 15-08-1791. Cuatro días después, se bombardearon las posiciones marroquíes del campo exterior de Ceuta e incluso una pequeña escuadra bombardearía Tánger el 25 del mismo mes. Por su parte, Al Yazid ordenó varios asaltos contra Ceuta, que resultaron fallidos, y bombardeó la ciudad durante varias jornadas, tras lo cual solicitó una nueva suspensión de las hostilidades el 14 de septiembre argumentando que deseaba negociar una paz de diez años de duración y comprometiéndose a retirar sus tropas y artillería a Tetuán.
El 18 de octubre, Al Yazid partió en dirección a Tetuán llevando consigo la caballería y la mayor parte de la infantería, no obstante, Ceuta continuaba amenazada por los cañones y los morteros marroquíes, además, tres jornadas más tarde, el gobernador de Salé comunicó a sus autoridades que no consideraba necesario que se desmantelaran las baterías, observándose desde la plaza el inicio de nuevos trabajos de asedio en el campo marroquí que incluían la construcción de una mina.
Al día siguiente, la guarnición destruyó e incendió las instalaciones que habían alojado nueve baterías, desmanteló dos ataques y voló la mina. El 18 -02-1792, Al Yazid moriría por causa de las heridas que había recibido el día anterior en un enfrentamiento con Muley Hisham, uno de sus hermanos, quien había obtenido el apoyo de España en su pugna por el sultanato y agradecería a Carlos IV la ayuda que le había prestado, manifestándole sus deseos de paz. No obstante, la desaparición de Muley Yazid no puso fin a la lucha fratricida que se disputó por la sucesión, que no finalizaría hasta 1797 con la victoria de Muley Suleimán, tras lo cual comenzaría una nueva etapa de las relaciones hispano-marroquíes.
Ante sus fracasos, Al Yazid se comprometió a retirar la artillería del campo de Ceuta antes del 30 de septiembre y, al día siguiente, comenzaron a llevarse a Tetuán municiones y pertrechos, aunque las baterías continuarían en su lugar. El 18 de octubre, Al Yazid partió en dirección a Tetuán llevando consigo la caballería y la mayor parte de la infantería, no obstante, Ceuta continuaba amenazada por los cañones y los morteros marroquíes, además, tres jornadas más tarde, el gobernador de Salé comunicó a sus autoridades que no consideraba necesario que se desmantelaran las baterías,
Al Yazid, inicio de nuevos trabajos de asedio en el campo marroquí que incluían la construcción de una mina, por lo cual se decidió realizar una salida para desmantelarla, acción que provocaría la cólera del dirigente marroquí, amenazando con reanudar las hostilidades, aunque los marroquíes continuarían desmantelando sus instalaciones y ya habían retirado la mayor parte de su artillería a finales de octubre, pero como todavía quedaban en pie los emplazamientos de las baterías y la mina, la Junta de Generales españoles decidió efectuar una nueva salida para desmantelarlas el 30 de aquel mes.
Al día siguiente, la guarnición destruyó e incendió las instalaciones que habían alojado nueve baterías, desmanteló dos ataques y voló la mina. Tres meses y medio después, el 18 de febrero de 1792, Al Yazid moriría por causa de las heridas que había recibido el día anterior en un enfrentamiento con Muley Hisham, uno de sus hermanos, quien había obtenido el apoyo de España en su pugna por el sultanato y agradecería a Carlos IV la ayuda que le había prestado, manifestándole sus deseos de paz.
No obstante, la desaparición de Muley Yazid no puso fin a la lucha fratricida que se disputó por la sucesión, que no finalizaría hasta 1797 con la victoria de Muley Suleimán, tras lo cual comenzaría una nueva etapa de paz en las relaciones hispano-marroquíes.

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