Una revolución es un cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Se puede producir, y de hecho se produce, en varios ámbitos al mismo tiempo, tales como económicos, culturales, religiosos, políticos, sociales, etcétera. Los cambios revolucionarios, además de radicales y profundos, y sobre todo además de traer consecuencias trascendentales, suelen percibirse como súbitos y violentos, como una especie de ruptura con cualquier orden establecido o como una discontinuidad clara y evidente con el estado anterior de las cosas.
Si no es así, los expertos coinciden en que debería hablarse mejor de una evolución, de una transición o de una crisis antes que de una revolución. Al igual que cuando lo que falta es su carácter trascendental, debería hablarse mejor de una revuelta. Las revoluciones son consecuencia de procesos históricos y de construcciones colectivas, puesto que para que una revolución exista es necesario que haya una nueva unión de intereses frente al “orden preestablecido.
En la actualidad, en muchos países del mundo están a la orden del día tanto las revoluciones, las evoluciones como las revueltas. Consecuencia todas ellas, en definitiva, del movimiento ciudadano más puro que muestra su hartazgo y su inconformismo con diferentes situaciones de opresión.
Pero el detonante principal ocurre siempre desde nuestro interior, a nivel individual. Conscientes de que las cosas no son como deberían ser decidimos arriesgarnos a ponerles fin, intentarlo, con o sin éxito, con más o menos fuerza, expresando nuestra disconformidad con la realidad que nos rodea y asumiendo los riesgos que puede conllevar. Y ocurre, que cuando nos expresamos encontramos también que no somos los únicos disconformes sino que muchas personas que nos rodean comparten nuestra disconformidad en muchos asuntos. A partir de ahí, se comienza a actuar con más conciencia de grupo, con una estructura mayor y más fortalecida aunque no siempre bien organizada.
Los cambios cuando las situaciones están al límite son imprescindibles y la ciudadanía debe protagonizarlos.
Hoy por hoy, abrir cualquier periódico, poner la radio o la televisión nos lleva a descubrir los cambios que están pasando en el mundo, protagonizados por personas hartas de situaciones de opresión y que se han decidido a ser protagonistas del cambio.
A una esfera mucho más reducida, también deberíamos tomar nota de lo que acontece en el resto del mundo y acostumbrarnos a protestar, reivindicar y a levantarnos en definitiva, de forma pacífica, contra todo aquello que nos parezca injusto, sin miedo a las represalias, defendiendo un futuro mejor y más justo con todos.
No hacerlo es como estar en connivencia con las decisiones que otros toman por nosotros.
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