De mis viejos tiempos de niñez y juventud, recuerdo que el entonces paseo preferido por los ceutíes era conocido como el Rebellín, así, con “b”. En años más recientes, y sobre todo desde la obra de Siza, la palabra que más se usa para citar, tanto a la vía pública como al Auditorio, es la de revellín, con “v”.
Ante esta disparidad, he acudido al ya casi centenario diccionario Espasa, encontrando en él las dos acepciones La más extensa, en el término “rebellín”, definiéndola como “obra separada y desprendida del recinto fortificado, que se compone de un ángulo flanqueado y a dos caras, pero sin traviesas. Colócase siempre delante de las cortinas, porque su fin es cubrir éstas y y los flancos de los baluartes y defender las medias lunas” Lo que son “traviesas”, que entonces no existían, ahora puede haberlas por allí. Y volviendo al tema, resulta interesante señalar que en el Espasa también figura la palabra “revellín”, con definición similar aunque mucho más breve.
En vista de ello, he acudido al actual Diccionario de la Real Academia Española, en el que solo aparece el término “revellín”, con similar definición. Curiosamente, en la socorrida Wikipedia surge una muy relevante pista, por cuanto al iniciar su definición de “revellín”, indica, entre paréntesis, “en español antiguo, rebellín”.
Para mayor seguridad, he buscado ambos términos en el famoso Diccionario Ideológico del insigne lexicógrafo Julio Casares, publicado en 1945, en el que el término “revellín” es el único que figura.
Existe, como es sabido, una segunda acepción, recogida más o menos en los mencionados diccionarios, según la cual, y aparte de ser una obra defensiva, también es el saliente que sirve de vasar en las campanas de las chimeneas, algo que nada tiene que ver con los antecedentes castrenses de nuestro peatonalizado paseo.
Buscando un precedente en el idioma portugués, solo encuentro “revelím”, sin “v”. Claro es que podría suceder, como dice Wikipedia, que antiguamente se escribiese con “b”.
Cuando tengo el placer de leer los interesantes artículos que publica en este mismo diario el maestro –y lo digo en todos los sentidos admirativos-. Ricardo Lacasa, he podido percatarme de que, para él, el Rebellín es con “b”, pues una y otra vez lo escribe así. He de reconocer que a mí me ocurre lo mismo. Tanto el paseo del Rebellín como aquella tradicional caseta de mampostería del Centro de Hijos de Ceuta, allá en la entonces explanada del Cañonero Dato, donde se instalaba la feria, llevaban esa ortografía, que, por lo que estoy comprobando, no le gusta nada a internet. Reconozco que me cuesta trabajo escribir “revellín”. Aunque lo ortodoxo sea eso, me sigo inclinando por el término “rebellín”. Es posible que sea por nostalgia, pero lo más probable es que lo haga porque soy un “español antiguo”, como dice la Wikipedia.
Como podrán observar, hoy, jornada en la que se celebran unas muy importantes elecciones, he optado por un tema puramente local. De cualquier forma, y tal como he hecho en anteriores ocasiones, me permito desear que ustedes lo voten bien.
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