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Resistir es crear

Crear es resistir. Resistir es crear'. Así acaba el pequeño libro de Stéphane Hessel ¡Indignaos!. Toda una declaración de intenciones. Una llamada libertaria a la inteligencia humana. A la imaginación como poder. Al pacifismo en su más amplio sentido de la palabra. Comencé a leerlo en el tren de vuelta hasta Algeciras y no pude parar hasta que llegue al final. Días antes, en Madrid, en la Puerta del Sol, había estado recorriendo los puestos y las Asambleas de los jóvenes allí concentrados. También los comercios de la zona, que estaban como siempre (no como nos cuenta algunos, pretendiendo sacar “tajada” de la situación). Era el día de la retirada. De la mudanza, como graciosamente pregonaba una improvisada chirigota, que cruzaba desde la Plaza Mayor, hasta la Puerta del Sol,  aunque recordándonos que no se retiraban definitivamente.
Durante mi recorrido por la zona pude ser testigo de un acontecimiento histórico y único. Presencié la frenética actividad que desarrollaban de forma ordenada y tranquila cientos de jóvenes con un único objetivo: mostrar su indignación al mundo. Indignación, como dice Hessel, “...contra la inmensa distancia que existe entre los muy pobres y los muy ricos, que no para de aumentar. Contra el poder del dinero y de los especuladores. Contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos...”. Es lo que veía en sus caras.  
Varias cosas me llamaron especialmente la atención. En una de las Asambleas, un grupo de teatro popular realizaba una parodia del asambleísmo llevado a sus extremos. Lo que ha publicado la prensa amarilla para desprestigiar al movimiento. Con un humor fino y exquisito iban desmontando todos y cada uno de los argumentos de estos manipuladores de masas, pagados por el capital financiero causante de la crisis económica. Pero acto seguido, se pasaba a dar la palabra a los concentrados, para debatir las cosas importantes que se habían fijado previamente como orden del día. A todos se les escuchaba con el máximo respeto. Aunque también se les cortaba si se salían del guión establecido y acordado previamente. Lo que más se escuchaba eran propuestas acerca de la extensión del movimiento a los barrios y de cómo continuar con los debates en la red. También pude escuchar y ver algunos intentos de provocación que salían de la boca de gentes, sin duda alguna allí infiltrados para reventar el acto. Afortunadamente, nadie les prestaba atención.
En el magnífico prólogo que hace el profesor Sampedro del libro de Hessel, nos recuerda que “...actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos.”. Y continúa con un llamamiento a todos: “No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo defendernos del atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas contra el invasor….Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del «siempre más», del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.”.
Es evidente que el movimiento del 15-M no ha nacido para quedarse. Sería un error. Pero tampoco para desaparecer. Esto sería un error mayor. Como todas las propuestas utópicas, su virtud está en su no institucionalización. Yo lo entiendo como una llamada de atención a nuestras conciencias. Un serio recordatorio de que hay algo que no estamos haciendo bien. Ya sé que democracia real y capitalismo son incompatibles, por definición. He leído a los socialistas clásicos. A Marx, Engels, Bakunin…y otros. Pero no es menos cierto que hay unas reglas mínimas. Unos principios universales de respeto a los Derechos Humanos, que han hecho mucho bien a la humanidad. Y unas conquistas sociales que han llevado el bienestar a millones de trabajadores de todo el mundo.
En un mundo globalizado, donde los avances científicos han logrado que la productividad se incremente de forma notable, no es lógico que ello no haya servido para, de forma paralela, conseguir bienestar y trabajo para todos. No tiene explicación científica ni económica de ningún tipo. Sólo la codicia humana es la que está detrás de este tipo de organización económica injusta e irracional. Que sea un movimiento espontáneo de ciudadanos indignados y perjudicados por las consecuencias de un sistema económico injusto, como el actual, el que nos recuerde la importancia que tiene seguir luchando por mantener y ampliar estos derechos, quizás nos debería hacer reflexionar sobre el grado de pasividad al que hemos llegado.
Este es el auténtico y profundo mensaje pacifista que han lanzado los inspiradores del movimiento del 15-M, tras el que se han movilizado miles de ciudadanos. Las derivas violentas. Las feroces críticas de aquellos medios de comunicación que esperan cualquier error para hacerlo fracasar, no lo van a parar. Porque, como dice Hessel, “crear es resistir”. Y este movimiento está creando la utopía.

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