Opinión

Resistencias ultras a la transición ecológica

La semana pasada los europeos estábamos convocados a las urnas para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo. En Ceuta la participación fue baja, un 32,58 %, una cifra alejada del 49,21 % en España y bastante distante de países europeos como Alemania (64,78%) y Bélgica (89,20%). Es habitual que según nos alejamos de la instancia de poder que llama a la participación de los ciudadanos, éstos sean más reticentes a la hora de acercarse a los colegios electores para ejercer su derecho al voto. Cuando se trata de elegir a los concejales y al alcalde de nuestro Ayuntamiento nos sentimos más concernidos, pues pensamos que nuestra calidad de vida depende en gran medida del gobierno de nuestro Ayuntamiento o Comunidad Autónoma. Al Alcalde le ponemos cara y sabemos de sus defectos y sus virtudes, de sus aciertos y de sus meteduras de pata, de su simpatía o de sus desplantes. Puede que sea nuestro vecino, nuestro compañero del colegio o, incluso, de un familiar cercano o lejano. Tiene nombre y apellidos conocidos y sabemos de su trayectoria personal, profesional y política. En la elección del alcalde las siglas no son tan importantes como las personas. Sin embargo, en las elecciones nacionales y europeas lo que prima es la tendencia política. Nuestro ambiente familiar marca mucho nuestra orientación ideológica, aunque esto ha cambiado mucho desde la aparición de internet y de las redes sociales. Lo que los jóvenes escuchan en casa de sus padres ya no les influye tanto como lo que ven o leen en el móvil. Por lo que yo vengo observando, la derecha y ultraderecha están siendo mucho más hábiles para conformar el pensamiento político de las nuevas generaciones. Sus mensajes son más sencillos, populistas y juegan con los sentimientos que más condicionan al ser humano: el miedo y el deseo.

"El sistema neoliberal aprovecha las crisis que él mismo genera para aplicar sus políticas de ajustes y de contención del gasto público"

El miedo es un arma política muy poderosa y eficaz. Nos inoculan en el miedo a los extranjeros, al terrorismo, a la inseguridad ciudadana o a perder nuestro trabajo. Tal y como apunta Naomi Klein en su obra “la doctrina del shock”, el sistema neoliberal aprovecha las crisis que él mismo genera para aplicar sus políticas de ajustes y de contención del gasto público. En palabras de Eduardo Galeano: “los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida…Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar, miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo a vivir”. En este contexto de miedo generalizado desconfiamos de todos y de todo. Nos aislamos de los demás anteponiendo un dispositivo electrónico entre nosotros y hasta de nosotros mismos, deslizando el dedo por la pantalla para no hacer frente a nuestros miedos individuales y colectivos. Compañero de fatiga del miedo es el deseo. Hay deseos instintivos que nos distinguen como seres humanos: el deseo ser amado y respetado, de lograr una vida plena y digna, de no pasar apuros económicos y de gozar de una buena salud. A estos deseos naturales, se añaden todos los que despiertan de manera artificial la publicidad para incentivar el consumo y así se dinamice la economía para salir de una crisis que se ha vuelto crónica. Se ha extendido el deseo generalizado por beber y comer sin considerar los perjuicios que pueden provocar en nuestra salud; el deseo de vestir con las marcas de moda; el deseo de contar con un vehículo privado; el deseo de tener el último modelo de IPhone; el deseo de conseguir lo que deseamos sin esfuerzo o el deseo de hacer lo que nos dé la gana sin pensar en las consecuencias para nuestra vida o para la naturaleza. En nuestro tiempo, abrirse paso entre el miedo y el deseo y seguir nuestro propio camino hacia una vida plena y digna se ha convertido en una tarea heroica. Nuestro principal deseo es sentirnos queridos y el peor temor la muerte. Al igual que Odiseo, tenemos que dirigir nuestra nave entre Escila y Caribdis con gran sigilo para no ser destruidos.

"No parece que haya otra alternativa que aminorar nuestro nivel de vida y reducir la marcha de la maquinaria económica"

La tarea no es nada sencilla, teniendo en cuenta las turbulentas aguas en las que navegamos. Nuestro insensato modo de vida, alentado por la economía consumista, ha provocado una crisis multidimensional (ambiental, económica, social, ética, política y cultural) para la que no encontramos salida. No parece que haya otra alternativa que aminorar nuestro nivel de vida y reducir la marcha de la maquinaria económica. El tanque de combustible ya está en reserva y apenas quedan recursos energéticos fósiles para mantener el pie en el acelerador. Además, aunque dispusiéramos de más petróleo, las emisiones de gases efecto invernadero ya se han ido acumulando alterando el frágil equilibrio climático. El cambio en las condiciones climáticas es solo uno de los aspectos del cambio global de la tierra que hemos provocado los seres humanos. Los océanos están contaminados con plásticos y otros productos no biodegradables, los ríos han sido igualmente profanados, muchos hábitats naturales se han alterado con la consiguiente extinción de especies, las montañas de residuos salpican los paisajes y la lengua de hormigón se ha extendido por las costas y los bordes de las grandes ciudades. Ante este desolador panorama, los ciudadanos nos sentimos abrumados y superados. Se ha extendido una situación de impotencia generalizada que ha derivado en un profundo pesimismo y una inconsolable desesperanza. La toma de conciencia sobre la verdadera y triste situación de nuestro planeta todavía no ha alcanzado a todos los grupos sociales. La información es abundantísima y el acceso a ella es inmediato a través de internet. Sin embargo, son mayoría quienes pierden el tiempo viendo vídeos ridículos y estúpidos que no aportan nada. Según un estudio de la Universidad de Northwestern (EE.UU.), el cociente intelectual está descendiendo por primera vez en décadas, las causas podrían ser un empeoramiento de los sistemas escolares o el aumento negativo del uso de las redes sociales. Nuestros jóvenes ya no se informan por los medios tradicionales (prensa, radio o televisión). Su fuente de información son redes sociales como instagram, Tik Tok o twich. A través de esta última plataforma de stream, desde la que hablan “influencers” como Ibai, vegeta777, Rubius o Degref, se les transmite a las nuevas generaciones todo tipo de información, sin pasar por los filtros de comprobación de veracidad que se aplican en los medios de comunicación reglados. Precisamente, en las elecciones europeas del pasado domingo la gran sorpresa ha sido la agrupación de electores “Se acabó la fiesta” fundada por el experto en redes sociales Alvise Pérez, antiguo militante de UPyD y Ciudadanos. Resulta sorprendente el éxito de una iniciativa política de la que los de mi generación no teníamos ni idea, pero que ha conseguido encandilar a 800.000 electores, la mayoría jóvenes menores de cuarenta años.

"El cambio global provocado precisamente por las ideologías políticas y económicas más conservadoras nos ha abocado a una situación en la que se abren ante la humanidad en su conjunto dos caminos"

En Ceuta ha logrado 1.531 votantes a costa de VOX. En términos generales, las recientes elecciones al parlamento europeo han supuesto un auge de las formaciones de extrema derecha y ultranacionalistas, lo que supone un alto riesgo para el proyecto europeo. El incremento del apoyo a los partidos ultraderechistas ha venido acompañado de una reducción del peso de los liberales y los Verdes. No obstante, ambos suman un 63% y parecen estar dispuestos a sumar fuerzas para salvar el pacto verde, siempre que el partido Popular Europeo no se arrime a los ultras por motivos electorales, tal y como está sucediendo en Francia. El pacto verde europeo está en el punto de mira de la derecha en su conjunto, pues si algo tienen en común los partidarios de esta tendencia política es el liberalismo económico del tipo “laisser faire”. La megamáquina económica y política quiere libertad absoluta para hacer y, sobre todo, para “deshacer” nuestros paisajes, entornos naturales y urbanos, así como nuestro patrimonio cultural. Uno de los “profetas” de la ultraderecha, el presidente Milei, ha desmontado la parte del Estado argentino que mira por el interés general, la igualdad y la solidaridad, incluyendo al Ministerio de Medio Ambiente. Su objetivo, y el de sus adláteres repartidos por todo el mundo, es acabar por cualquier impedimento al desarrollismo económico y que ponga límites a la libertad individual. Esta libertad es la que vitoreaba la presidenta madrileña Isabel Ayuso que se traducía en la posibilidad de que la gente pudiera irse a tomarse unas cervezas obviando las medidas establecidas por el gobierno para contener la propagación de la COVID-19. No es una libertad “para” alcanzar ciertos objetivos acordes a los más elevados ideales humanos (igualdad, justicia, solidaridad, etc….), sino “de” poder hacer lo que me dé la gana sin tener en cuenta las consecuencias en los bienes comunes y el interés general de las generaciones presentes y las futuras. El cambio global provocado precisamente por las ideologías políticas y económicas más conservadoras nos ha abocado a una situación en la que se abren ante la humanidad en su conjunto dos caminos: uno de ellos conduce a una transición ecológica inteligente y responsable hacia un modelo de decrecimiento económico y de profundización de la democracia haciendo más partícipe a los ciudadanos en la discusión y toma de decisiones estratégicas para tener una oportunidad para la continuidad de la humanidad; el otro camino es ignorar las evidencias científicas sobre la insostenibilidad de nuestro modelo de crecimiento económico, expuestas desde los años setenta (Meadows), y pisar el acelerador a tope sin mirar atrás y sin pensar en el precipicio que ya se atisba en el horizonte.

"La negativa a aceptar ciertas autolimitaciones son las que explican el auge de la ultraderecha, que se está aprovechando del malestar de ciertos sectores económicos"

El primer camino requiere altura de miras, sensibilidad, sabiduría, compromiso con los pilares básicos de la humanidad (bondad, verdad y belleza) y cultivo de las más altas virtudes (justicia, valor, templanza y sabiduría). Estas virtudes son más necesarias que nunca, pues este camino va a exigir importantes sacrificios personales y altas dosis de estoicismo. Precisamente, la negativa a aceptar ciertas autolimitaciones son las que explican el auge de la ultraderecha, que se está aprovechando del malestar de ciertos sectores económicos, en especial de la agricultura y la ganadería, ante las medidas aprobadas por la Unión Europea para alcanzar los objetivos de reducción de las emisiones de gases efecto invernadero. Tampoco gustan a los más alejados de los aludidos principios y virtudes que las administraciones pongan trabas a que sus vehículos puedan circular de manera libre por toda la ciudad, para consumir como si no hubiera un mañana o para disparar a cualquier animal por simple diversión. El panorama general al que nos enfrentamos es muy complejo y preocupante. Los ciudadanos comprometidos con la democracia y con el cuidado de la tierra tenemos que permanecer unidos y luchar por el futuro humano cada día más amenazado por el pensamiento totalitario y por la megamáquina.

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