Cuando nuestra madre tuvo una caída el pasado mes de mayo y como consecuencia se fracturó el hombro, ya intuíamos que la evolución después del accidente podría ser mala. Y aunque las primeras semanas fueron relativamente buenas, rápidamente empezó un proceso de deterioro físico y mental que en personas de avanzada edad como ella, en ese momento tenía 91 años, parece que es muy frecuente ya que el organismo no es capaz de enfrentarse a esa situación.
Durante el verano pasado esa evolución fue cada vez peor y además cada vez más rápida, por lo que nos planteamos ingresar a nuestra madre en una Residencia para mayores donde pudiera ser atendida tanto desde el punto de vista sanitario como de movilidad y también por la aparición de síntomas de demencia que hacía más difícil la permanencia en el domicilio familiar.
Así, a mediados del pasado mes de septiembre, ingresó en la Residencia Nuestra Señora de África, donde ha permanecido hasta su fallecimiento, el pasado jueves. Tengo que reconocer que la idea de ingresar a nuestra madre en una Residencia para ancianos no era agradable pero lamentablemente parecía inevitable.
Los primeros días en la Residencia fueron impactantes ya que el cuadro de personas con limitaciones en la movilidad física y en la capacidad mental, o ambas, que teníamos a nuestro alrededor era algo a lo que no estábamos acostumbrados, mucho más si tenemos en cuenta la sociedad en la que vivimos con criterios de belleza física, consumistas y seguramente egoístas. Era una visión, para nosotros, deprimente y diferente a todo lo que habíamos visto hasta ahora.
Así empezamos a conocer por su nombre a muchos de los internos, hombres y mujeres, que se encuentran en la última etapa de sus vidas viviendo en la Residencia. Pero también empezamos a conocer por sus nombres a las personas que estaban cuidándolos a ellos, entre los cuales estaba nuestra madre. Así empezamos a hablar con los A.T.S. de servicio que nos explicaban la evolución de la enfermedad, que nos orientaban sobre las decisiones a tomar y sobre todo que transmitían un cariño a los residentes que superaba con creces lo que se puede esperar que un trabajador sanitario desarrolle respecto a las personas que atiende. Pero también empezamos a conocer a las auxiliares que se encargaban del cuidado diario de los residentes, especialmente los no válidos como nuestra madre, y que por tanto tenían que asumir esas tareas tan duras como son el baño, acostarlos y levantarlos de la cama y atenderlos durante el día y la noche de las diferentes incidencias que se producen con las personas mayores con ese grado de dependencia. Y todo ello con un cariño, dignidad y respeto hacia ellos que nos ha emocionado y sin duda nos ha dado una gran lección de humildad.
No quiero dar nombres, porque este reconocimiento va dirigido a todos los empleados de la Residencia sin excepción, a los A.T.S., auxiliares, recepción, administración, etc., pero si me gustaría comentar algunos momentos vividos de extraordinario valor para mí.
Así, como no recordar la infinita paciencia con aquellos enfermos cuyas facultades mentales están perturbadas y a los que siempre se le transmiten palabras de cariño y afecto sin que pudieran percibir el más mínimo reproche por sus actitudes.
Como no recordar aquella noche en la planta baja de la Residencia, en la que esperando para la cena, un interno empezó a cantar e inmediatamente las auxiliares empezaron a jalearle, a bailar y a pedir a otros que también cantaran. Cuando nos dimos cuenta, estábamos todos tocando las palmas y cantando copla como si estuviéramos en un tablao flamenco o en una fiesta de cualquier lugar de Andalucía o de Ceuta.
Como no recordar el respeto y la dignidad con la que vivimos el fallecimiento de nuestra madre, así como el cariño que demostró el personal de la Residencia en ese momento tan duro para nosotros.
Por todo ello, solo os queremos decir GRACIAS. Pediros que siempre mantengáis esa actitud en el trabajo para con los residentes, que al final son los que más lo necesitan y deciros que siempre tendréis nuestro reconocimiento y agradecimiento por el trato que habéis dado a nuestra madre.
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