Son muchas las vidas rotas por la frontera. Vidas que comenzaron a resquebrajarse ese 13 de marzo, cuando
Marruecos decidió cerrar el paso que lo separa de Ceuta. Para cientos de marroquíes comenzó una auténtica tortura, alejados de sus familias y con un futuro incierto por delante. Este viernes había asomado por una grieta la esperanza y eran muchos los que pensaban, movidos por la desinformación, que podían pasar a su país y vivir con sus familias. No ha sido así. Ni 200 marroquíes han cruzado, y entre ellos los beneficiados han sido gente con alto poder adquisitivo que ha estado viviendo estos dos meses en un hotel o jóvenes. Ellas, las mal llamadas ‘muchachas’, que se quedaron bloqueadas en Ceuta y han permanecido este tiempo en las casas en las que sirven, se quedan ahora en la calle. Hoy marcharon de esas viviendas pensando en que podían cruzar a Marruecos. Se han topado no solo con el no poder hacerlo sino, también, con la imposibilidad de regresar al hogar en donde prestaban servicio. Son mujeres que se han juntado con otras que tienen niños y que estaban acogidas en otros lugares y ahora se ven en la calle. No saben a dónde ir y desde esta tarde van buscando alguna protección por la zona de Sidi Embarek. No saben qué hacer ni a dónde ir. Es una situación que no hace sino evidenciar un problema grave de falta de instalaciones para el acogimiento social. En su día Ceuta proyectó tener un albergue social y para ello se construyó el ahora centro de La Esperanza. Con una situación extrema que ha llegado, nos topamos con una ciudad que tiene que transformar pabellones deportivos y naves en albergues improvisados porque carece de recursos para ello. ¿A estas mujeres quién les ayuda? Hasta la fecha han ido superando los bloqueos permaneciendo en casas, pero ya no pueden estar allí –o al menos eso es lo que cuentan- y no saben dónde colocar sus maletas y donde esperar junto a sus niños pequeños.