Opinión

Religión y Educación

La religión en cualquiera de sus acepciones tiene un denominador común para definirla y es la fe como su gran catedral. Existe un gran sector de la población que gracias a sus profundas creencias religiosas les ayuda, en su día a día, ante cualquier avatar que la vida les presente.

También, observar imágenes, leer versículos, orar en favor de los necesitados, de su familia y a sí mismos, y rezar bajo símbolos con connotaciones religiosas les imprime sentido a sus vidas; y nada más que por ello la religión debe de ser respetada escrupulosamente, puesto que nadie puede cuestionar una herramienta que posibilita un puente para, en numerosos casos, hacerles la vida más fácil.

De igual manera, podemos no estar de acuerdo o no compartir lo anteriormente citado, pero el respeto siempre debe de prevalecer en estos temas y, más si cabe, si son pasajes tan personales y que afecta a lo más sagrado del individuo; es decir, sus creencias, dogmas e ideologías. Además, no podemos olvidarnos de que en nuestra Constitución, dentro de los derechos fundamentales, el Estado garantiza la libertad religiosa, entre otros derechos y deberes.

También, existen muchas organizaciones y personas vinculadas con la religión, que ponen por encima de su propio bienestar el ajeno, por ejemplo: ayudando en muchos territorios, bajo entornos de guerra y de catástrofes naturales en algunos casos, a combatir la batalla por el cumplimiento de la satisfacción de necesidades básicas y primarias del ser humano protagonizado por el hambre, la educación y la salud (África, Asia, Latinoamérica, entre otras regiones con problemas socioeconómicos graves y en algunos casos de imperiosa necesidad).

Esto es una realidad que ofrecen diferentes grupos relacionados con la religión, donde es claro que ofrecen pocas dudas y debates, y por el contrario, merecen toda la admiración que sea menester. Por otro lado, como señala el profesor Howard Gardner en su estudio sobre las inteligencias múltiples, las personas tenemos distintos tipos de inteligencia en el que destacamos la inteligencia espiritual, debido, en este caso, a su relación con la religión. Este tipo de inteligencia, como apuntan muchos especialistas, sirve para desarrollar el alma, interrogar el sentido de la vida, integrar la vida interior de la mente y espíritu con la vida exterior en el mundo, y leyendo a Dan Millman: «La inteligencia espiritual pertenece a cada uno de nosotros, se encuentra en nuestros corazones y está en el corazón de cada religión».

Por ello, esta inteligencia y manejada bien por diferentes organizaciones religiosas puede contribuir, incluso, en generar nuevas conciencias que sirva para caminar hacia un mundo mejor. Aunque también es cierto que la inteligencia espiritual se puede cultivar sin acudir a ningún Dios, dicho sea de paso. En la misma línea, es justo valorar los venerables edificios allegados de la religión, bien entendidos estos, claro.

Omitiendo los más que posibles adornos suntuarios, superfluos y ostentosos que en muchos casos poseen; pues un templo religioso es un lugar armonioso que te puede permitir -si lo utilizas adecuadamente como en mi caso con alguna que otra visita realizada- buscar y encontrar respuestas a las interrogantes que toda persona tiene, ya que es un espacio que ayuda a reflexionar y analizar cualquier acto y pregunta que te inquiete. De esta manera, fomenta el desarrollo espiritual y personal de cada individuo.

Las personas tenemos distintos tipos de inteligencia en el que destacamos la inteligencia espiritual, debido, en este caso, a su relación con la religión

Pues bien, a pesar de las virtudes que pueden tener las religiones, eso no significa que ésta deba de estar implicada directamente en la cogestión del sector educativo, junto con el Gobierno de un país.

En una nación desarrollada suele habitar la educación pública y/o privada, ya que si alguna familia quiere dirigir a sus descendientes en una institución educativa de ideología particular es libre de ello; sin embargo, existan serias dudas que la educación llevada a efecto a favor de una determinada religión, tenga que sufragarse con fondos públicos provenientes de los impuestos de todos los ciudadanos españoles.

En esta línea, aparecen configuraciones de equipos docentes en el que impera elementos más relacionados con lo más íntimo de la persona: orientación sexual, ideologías y/o dogma, entre otros, en vez de perseguir únicamente un proceso de selección del personal educativo atendiendo al mérito, igualdad y capacidad y, sobre todo, siendo el Estado el pagador único de los salarios de los profesor@s (exceptuando los centros educativos netamente privados). Un país civilizado, y presumiblemente moderno, que alardea de Estado del Bienestar no debe tener de socio en la administración de la educación a la religión.

¿Y por qué? Por tres razones básicamente: Primero, si he defendido que nadie debe juzgar los pensamiento y fe de una persona, es claro que en este aspecto me mantengo igual de firme; es decir, una persona nunca debe de ser seleccionada para un puesto de profes@r donde la variable «creencia» sea fundamental para ser escogido y así ejercer tal profesión, y más si se trata de la educación, un universo tan diverso, plural y subjetivo.

Segundo, si un país quiere construir una sociedad crítica que atienda a las necesidades, retos y desafíos socioeconómicos del siglo XXI, tiene la obligación de separar el ámbito educativo y la comunidad religiosa, tal como ocurre en muchas otras naciones hoy consideradas «desarrolladas».

Si un país quiere construir una sociedad crítica que atienda a las necesidades, retos y desafíos socioeconómicos del siglo XXI, tiene la obligación de separar el ámbito educativo y la comunidad religiosa

Tercero, por la declaración en nuestra Constitución de 1978 de Estado aconfesional, que no se adhiere y no reconoce como oficial ninguna religión en concreto, e incluso, según sentencias del Tribunal Constitucional empleando la laicidad en el territorio español, manifestando la defensa y el ejercicio de la separación entre sociedad civil y religión. De esta manera, y una vez empezado el nuevo curso con la ilusión de volver a enseñar y la esperanza de que tod@s los alumn@s aprueben, dejemos que los motivos religiosos aparezcan a partir de la 15 horas según su fe, y si alguien necesita invocar a sus iconos, igualmente religiosos, en un centro educativo que lo haga desde su más estricta intimidad.

Por último, desde mi travesía personal y profesional, la religión me ha proporcionado personas infinitas que se han convertido en eternas para mí, momentos inolvidables y he aprendido de grandes compañeros de profesión; pero, concertadamente, me robó lo que más amaba por el simple hecho de no comulgar estrictamente con sus mandamientos sin nunca haberle faltado el respeto. No obstante, el tiempo hizo que nos volviéramos a encontrar; sin embargo, esta vez vino para quedarse y quizás algún día le pida matrimonio; ella se llama «Enseñanza» y se apellida «Educación Pública».

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