Opinión

El regreso de la inestabilidad política vuelve a azotar a Níger

No hace demasiado tiempo el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken (1962-61 años), encomió al Gobierno de la República de Níger en una visita oficial, denominándolo un “ejemplo de democracia”. Entre países como la República de Mali y Burkina Faso, en donde se desencadenaron impetuosos golpes de Estado desde el año 2000, Níger era sin lugar a dudas, en comparación con sus vecinos, una distinción a tener en cuenta.
Pero últimamente, la toma y destitución del Gobierno y los poderes del Estado que era un verdadero ejemplo, deja a Níger contra las cuerdas y en un entorno fluctuante y confuso, porque miembros de la Guardia Presidencial depusieron al presidente democráticamente electo, Mohamed Bazoum (1960-63 años), tras la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en febrero de 2021, sustituyendo a Mahamadou Issoufu (1952-71 años).
Aquel 26/VII/2023, el grupo de militares que se autodenominó como el Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria (CNSP), se presentó en la televisión nacional para dar a conocer la exclusión del presidente, así como la suspensión de las instituciones y fronteras terrestres y aéreas. En principio apresaron al mandatario dentro del palacio presidencial, cercaron los accesos a los ministerios y bloquearon las fronteras. Posteriormente, designaron jefe de Estado a Abdourrahmane Tiani (1961-62 años). Se trataba de la segunda tentativa que padece Níger, después de que a mediados de 2021, las autoridades frustraran un intento de levantamiento militar contra el presidente tan sólo dos días antes de su investidura.
Con estos mimbres, Níger, es una de las exiguas democracias que todavía se mantienen en pie en el cinturón del Sahel que se prolonga por el continente africano, pero después de que el ejército se hiciera con el dominio, inquieta enormemente lo que esto puede comportar para la complicada región.
La contribución e interposición directa del ejército de Níger en las operaciones políticas, se ha erigido en una tónica reincidente durante mucho tiempo. Por eso, una vez más, el ramalazo de estos días se encuadra en el factor golpista. Las respuestas de los distintos actores extranjeros igualmente pueden servir a la hora de aproximarnos a la realidad que subyace en esta lucha global.
Inicialmente, llama poderosamente la atención el preámbulo mediático que incide sobre Níger, al que la amplia mayoría de los medios de información rotulan como uno de los estados más pobres del planeta, citando para ello algunas variables que demuestran las elevadas penurias que sufre esta población.
En este aspecto se nos indica que más del 60% de los habitantes ha de vivir prácticamente en la miseria, los guarismos de mortandad infantil y la desnutrición se emplazan entre los más dominantes del continente africano. Conjuntamente, se insiste en el prominente ratio de natalidad, lo que simultáneamente presenta una población bastante joven.
No obstante, tras esa tapadera real e inclemente, se encubre otro entresijo más recóndito: Níger no es un país pobre, sino que es un Estado donde la penuria repercute a casi todos y todas. La producción de uranio podría producir recursos sustanciales para ayudar a las peticiones de la ciudadanía. Si bien, su explotación, pero sobre todo, el reparto de sus beneficios en lugar de recaer sobre el país, termina a manos de las multinacionales que traman a más no poder y en los círculos de la élite de la política local. Además, la efectividad de reservas sin explotar de oro, petróleo y otros minerales, hacen de este territorio el punto de mira para las fuerzas centrifugas devastadoras.
La dependencia de la productividad agrícola, dañada por importantes desastres naturales, como las sequías esencialmente y una incompetente o ilusoria planificación gubernamental, hacen que el conjunto poblacional esté subyugado en ocasiones a períodos de hambrunas, lo que imprime que la sujeción de la ayuda humanitaria se acreciente. Sin inmiscuir, que la tala desbocada ha conllevado una deforestación casi total de los bosques de Níger.
Por lo demás, el desequilibrio político es el pretexto empleado en este momento por los golpistas para respaldar su intervención. Retrocediendo en el tiempo, es preciso remitirse al mandato de Mamadou Tandja (1938-2020), presidente de Níger desde el 24/XI/1999 hasta el 18/II/2010, cuando por entonces fue depuesto y detenido por militares en medio de una discordia por la dilatación de su encargo.
En aquellos trechos, Tandja, tenía como objetivo restaurar la constitución y abrir una vía a su tercera reelección, pero colisionaron con buena parte de las fuerzas políticas y sociales de la oposición, que no titubearon en aclamar la participación golpista. Cuando Tandja deshizo el Parlamento y el Tribunal Constitucional, la oposición a su mandato se agigantó en los sectores. El consecuente referéndum que otorgaba llevar a cabo esas transformaciones, junto a las elecciones legislativas y las municipales, ambas convocatorias repelidas por la fuerza opositora, hicieron intensificar ampliamente el vaivén político.

“El golpe militar consumado en Níger amenaza con desmoronar la estrategia de los estados de Occidente para operar contra los islamistas conforme proliferan por el continente y podría concederle a Rusia cierta primacía en su ambición por expandir su influjo en la zona”

Años más tarde, algunas fuentes indican ese conato del destituido presidente por amplificar un método autocrático. Sin embargo, otros señalan que las últimas marchas diplomáticas de Tandja no habían complacido a determinadas fuerzas locales y extranjeras. Los desplazamientos a Venezuela y Libia en busca de apoyos ante las advertencias de la Comunidad Internacional de impedir la asistencia, o el interés de India, China o Irán por adjudicarse la explotación de las reservas de uranio, no habrían gustado al gobierno francés y al conglomerado multinacional nuclear Areva.
La apatía incierta por parte de Occidente hacia el golpe de Estado perpetrado, junto a las manifestaciones de los dirigentes de éste punteando el propósito de conservar y respetar los tratados rubricados hasta la fecha, pueden ayudar a vislumbrar el contexto que se cierne.
Con lo cual, la indiscreción de los militares de Níger en el relato político ha sido una constante a lo largo de los tiempos. Se dice en las calles que cada vez que se promueve una reunión puntual de gabinete ministerial, los militares permanecen prestos y dispuestos para cualquier actuación.
Desde los años sesenta cuatro golpes de Estado y otras tantas pretensiones, y de cincuenta años de independencia más de veinte se han cristalizado bajo un régimen militar. Aparte, cuarenta de los cuarenta y nueve gobiernos han acogido el protagonismo de los militares, también cuatro de los seis presidentes han sido militares, así como importantes cargos de la estructura institucional.
Luego, la politización del ejército posee orígenes en la etapa precolonial, cuando el florecimiento de los señores de la guerra locales determinaba visiblemente el devenir político. Bajo el colonialismo francés esa condición social se acomodó en aquel escenario, y si en principio las superioridades del ejército colonial atribuyeron su dominio, la atemperación de los señores de la guerra les entretuvo a la espera de los cambios de posicionamientos.
Más adelante, la coincidencia de elementos externos e internos como la hambruna, estrecheces financieras, requerimientos sociales, rigideces con los agentes extranjeros y así un largo etcétera, sirvieron de engranaje en uno u otro momento para la intrusión militar. Esa cantilena de golpes y belicosidades han acabado por politizarlos. La analogía de una parte de la clase política con las corrientes militares, seguida de una transición conducida por los mismos, termina justificando el auto golpista e instala la gestión del poder a merced de los mandos militares.
Níger ha de enfrentar otro inconveniente que supedita formalmente su labor política. Digamos, que la pugna con la comunidad taureg o la presencia de la organización yihadista al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) en los países vecinos, son ingredientes que no pueden pasar de largo.
Y es que, durante varios decenios el pueblo taureg ha venido implorando un pacto de cara al aprovechamiento de las riquezas que existen en su demarcación, y que hasta la fecha han sido explotadas por las administraciones centrales de Níger y no han conjeturado ningún progreso para la población taureg. Las alianzas de paz con el Gobierno de Tandja, en parte por la atracción de los actores occidentales de no amplificar la inseguridad en la región tras la confirmación del apogeo de AQMI y de algunos estados limítrofes que no estaban dispuestos a intensificar la fragilidad regional, eran una rendija abierta para las peticiones de los taureg.
La existencia de los grupos yihadistas y los embates a las fuerzas gubernamentales locales en una espacio con apenas control, activaron las luces de alarma en las embajadas locales e internacionales. La probabilidad de que Níger enfrentara un ambiente de mutabilidad política no obedece a los intereses de esos actores, lo que en cierto modo se descifraría como un soporte implícito al actual golpe de Estado, en la búsqueda de otro gobierno más potente y conforme al esquema trazado en el exterior para el conjunto de la región.
Llegados a este punto, el golpe de Estado de Níger se ocasiona en un instante de máxima inconstancia en el Sahel. En los últimos cuatro años se han promovido doce tentativas golpistas en ocho países como Sudán, Malí, Chad, Guinea, Guinea-Bisáu, Burkina Faso y ahora Níger. El Estado nigerino es uno de los más decadentes y se halla devastado por el terrorismo yihadista. La insatisfacción social y la incapacidad del Gobierno para reprimir estas amenazas han favorecido el surtimiento de juntas militares alentadas por el Grupo Wagner.
Ni que decir tiene, que la compañía de mercenarios rusos ha esparcido sus tentáculos en la región a costa de la República Francesa, proporcionando armas y asistencia militar a estos Gobiernos. A cambio, Wagner domina importantes y suculentos recursos naturales de la región.
Níger era uno de los últimos aliados occidentales en el Sahel después de que las direcciones golpistas de Malí y Burkina Faso se aproximaran a la Federación de Rusia. La excolonia francesa es primordial para los estados europeos por sus recursos naturales, fundamentalmente, el uranio, combustible esencial para conseguir energía nuclear del que Níger es el principal exportador a la Unión Europea (UE).
Francia, donde el 70% de la electricidad gastada cada año se genera en sus centrales nucleares, ha importado entre el 15 y 17% de su uranio desde Níger en la última década. Pese a todo, esa cantidad ascendió hasta más de un tercio en 2022. Según el diario británico ‘Financial Times’, con especial acento en noticias de negocios y economía, la junta militar ha suspendido la exportación de uranio a Francia.
Y por si fuese poco, Níger es primordial para la seguridad nacional y el control de los derroteros migratorios. Actualmente acoge una base con drones norteamericanos y alberga a 1.500 soldados franceses que se retiraron de Malí tras el golpe de Estado y el punto y final de la ‘Operación Barkhane’, conformada por las Fuerzas Armadas Francesas y las Fuerzas Armadas de los actores aliados locales del Sahel, que tuvieron como prioridad combatir contra el terrorismo y los grupos insurgentes en la zona. El menester de un Gobierno militar vinculado a Wagner en Níger, podría atañer al abastecimiento energético europeo y empeorar la inestabilidad de la zona.
Tanto Francia, el antiguo actor colonial, como Estados Unidos, poseen bases militares y ambos condenaron enérgicamente el golpe cometido, así como la ONU, la UE y la Unión Africana (UA). Quién no lo ha hecho ha sido el fundador del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin (1961-62 años), que lo ha retratado como un éxito.
“Lo que ha sucedido en Níger no es otra cosa que la lucha del pueblo de Níger contra sus colonizadores”, expuso literalmente el fundador del grupo mercenario en un canal de Telegram de Wagner.
Hay que recordar al respecto, que Wagner ya se encuentra activo en al menos ocho países africanos. Además de Burkina Faso, Libia, República Centroafricana y Malí, sus mercenarios están expandidos en Sudán y se supone que maniobran en Chad y negocian con los gobiernos de Zimbabue y Eritrea.
Sin duda, la inquietud internacional reside en que los nuevos líderes de Níger se aparten de sus aliados occidentales y, a su vez, se arrimen a Rusia. Si fuera esta la circunstancia, Níger mantendría el rumbo de Burkina Faso y Malí que, tras sobrellevar sendos golpes de Estado militares, han oscilado hacia Moscú.
Pero aunque Níger ha estado percutiendo contra su propia insurgencia yihadista y la coraza rural, daba la sensación de estar más estable que sus propios vecinos. Según el proyecto ‘Armed Conflict Location and Event Data’, la cifra de fallecimientos por violencia política desde 2021 ha sido inferior en Níger.
Los militares que se han hecho con el poder han objetado que la amenaza yihadista y el deber de combatir contra la insurgencia ha sido la principal lógica para deponer a Bazoum. Amadou Abdramane que dialogó en representación de la junta, hizo alusión al “deterioro de la situación de seguridad” y al nefasto curso socioeconómico como los motivos principales de la toma del poder. Su alegato podrían haberlo realizado sencillamente los cabecillas del golpe en cualquiera de los vecinos de Níger, a pesar de que el entorno sea distinto sobre el terreno.
Teniendo en cuenta los golpes de Estado generados en ambos estados y la aparición de miles de mercenarios fuertemente armados del Grupo Wagner en Malí, los estragos por ataques yihadistas han crecido exponencialmente desde que los militares tomaran la iniciativa.
Del mismo modo, se han documentado numerosos incidentes de violaciones de los derechos humanos, entre ellos, los atentados de cientos de civiles en Malí por parte de las Fuerzas de Seguridad y combatientes extranjeros.
El Gobierno de Bazoum también ha trabajado con los estados europeos para pretender atajar la marejadilla migratoria a través del Mar Mediterráneo, asumiendo amparar a cientos de migrantes de los centros de detención en Libia. Igualmente se ha desenvuelto con destreza y mano dura en lo que concierne a los traficantes de personas, que se ha convertido en un punto clave de tránsito entre otros territorios de África Occidental y los del Norte del continente.
Si los militares reclaman a las tropas occidentales y de la ONU que renuncien a Níger, como ya hicieron en Malí y Burkina Faso, sería un golpe para la lucha contra la insurgencia islámica que podría operar vertiginosamente para explotar cualquier fluctuación.
Tanto en diversos grupos de Telegram como en medios estatales se han sentido transmisiones prorrusas que refieren el golpe de Estado como un conducto para la irrupción de Rusia en Níger. Amén, que un portavoz del Kremlin ha pedido la liberación inmediata de Bazoum y una resolución pacífica de la crisis.
A pesar del protagonismo de algunos partidarios del golpe enarbolando banderas rusas y desacreditando a Francia, la antigua potencia colonial, no hay confirmación o evidencias de ninguna intervención rusa en el golpe militar. Así que Níger está a la espera si los líderes de la junta defenderán sus vínculos con Occidente o si, por el contrario, rivalizará a sus vecinos para formar parte de la nueva esfera de predominio ruso en África.
De esta manera, Níger, se ensambla a las juntas militares de los estados vecinos de Malí y Burkina Faso, recaladas al poder en 2021 y 2022, respectivamente y ambas apuntaladas por Rusia.
A tenor de lo expuesto, Rusia es distinguida por su fuerte disposición en el continente africano, y en Níger también, a través de contactos políticos al más alto nivel y mediante la presencia militar de la compañía militar Wagner. Fijémonos brevemente en Chad y Mauritania, los otros dos países del Sahel regidos por militares. Primero, en el país mauritano existe un mandatario militar designado democráticamente y, segundo, en Chad, rige desde 2021 el general Mahamat Déby Itn (1984-39 años), hijo del presidente que desde 1991 administró con mano dura la nación.
Esta nueva tormenta de incertidumbre en la región saheliana tiene mucho que ver, según opinión de varios observadores, a una larga disputa entre Rusia y Occidente por el peso específico en una zona que goza de abundantes recursos naturales de riqueza mineral y petrolera y un gran potencial en cuanto a las energías renovables. Sin soslayar, su notable encaje geoestratégico.
En su día, Bazoum, era un importante aliado de Occidente envuelto en la lucha contra el extremismo y las bandas criminales dominantes en el Sahel. Con lo cual, lo que aquí se dirime es una pérdida política crucial. Obviamente, es un pésimo reporte para Francia, que era la potencia colonizadora hasta la independencia nigerina en 1960.
Después del síncope de la descolonización, Níger ha soportado unos cuantos sucesos de golpes de Estado. Recientemente, en marzo de 2021, el Gobierno nigerino informó de la captura de varios golpistas antes de la toma de posesión de Bazoum, enfrentando en su día a los seguidores de Hahaman Uusmane, expresidente que denunció los resultados electorales autoproclamándose vencedor de aquellos comicios.
Bazoum era el ministro del interior con anterioridad a acceder a la presidencia y muy cercano al presidente saliente. La oposición le desprestigió por ser continuista con la modalidad política efectiva, al conservar las políticas precedentes que renunció libremente tras dos mandatos. De ahí, que Bazoum arrastrase una fuerte oposición que concluyó en un tanteo de golpe de Estado fallido hace dos años.

“Los hechos desatados en Níger, muestran el pausado avance de la democracia contemplado en África, ahora bajo la amenaza y el chantaje”

El afán golpista en Níger ha suscitado varias reacciones internacionales. Entre ellas, Estados Unidos, Naciones Unidas y la UE han desaprobado los graves acontecimientos. Por lo pronto, la UE ha prohibido su ayuda, mientras que Washington amenaza con tomar las mismas represalias si prosigue el golpe. Y en la esfera regional, la UA y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), dos organismos a los que pertenece Níger, igualmente se han añadido a la condena.
Es de subrayar la reacción de Rusia donde el ministro de exteriores, Serguéi Lavrov (1950-73 años), apeló a la reposición del orden constitucional en el país nigerino. Como anteriormente he aludido, las banderas rusas han estado en todo momento ondeando en las manifestaciones progolpistas que se han celebrado durante estas jornadas en Níger, al igual que ocurriese en los golpes de Estado de Malí y Burkina Faso.
En consecuencia, el golpe militar consumado en Níger amenaza con desmoronar la estrategia de los estados de Occidente para operar contra los islamistas conforme proliferan por el continente y podría concederle a Rusia cierta primacía en su ambición por expandir su influjo en la zona.
Los hechos desatados en Níger, muestran el pausado avance de la democracia contemplado en África, ahora bajo la amenaza y el chantaje, y aunque el bloque económico regional de África Occidental pretende convenir una solución pacífica, la estabilidad es más deleznable de lo que ha sido en los últimos tiempos. Atrás queda la estela de Níger como el mayor aliado de Occidente en la región, que se había observado como un verdadero baluarte contra los muchos desbarajustes y el siempre esparcimiento de la influencia rusa.

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