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Regreso a la región del Lucus

En varias ocasiones visité Larache y sus alrededores con objeto de conocer los sitios donde se desarrollaron algunos de los hechos que tuvieron lugar los años previos al Protectorado o durante el período de las campañas de 1912 a 1927. Una vez, para seguir el trágico rastro del olvidado Regimiento de Lanceros de Villaviciosa 14, que desembarcó en Ceuta sin previa instrucción de combate, el 7 de octubre de 1924 y regresó a La Coruña seis meses después, tras sufrir, en ese tiempo, numerosas bajas y con varios desaparecidos en sus filas.
También, en cierta ocasión, hice el camino que siguió el Raisuni, cruzando la zona de Larache, hasta el presidio de La Suera en Mogador, donde pasaría cinco terribles años de confinamiento. Y, en relación al cherif, imaginé sus andanzas a lo largo del Lucus hasta sus palacios en Arcila y Tazarut, incluido el viaje de su colaborador Al Kalay que terminó trágicamente en Cuesta Colorada, donde le esperó la muerte, a pesar del salvoconducto que llevaba del Alto Comisario Marina .
Y ahora regresaba a Larache para visitar los lugares en que se desarrolló la novela de Luís María Cazorla  La ciudad del Lucus, que narra la historia de una familia de Novelda que trata de forjar su futuro en los años previos al Protectorado. En sus páginas aparecen personajes conocidos, cuyos nombres se repetirán en numerosos sucesos de años posteriores, como Fernández Silvestre, Muley Ahmed el Raisuni, Ovilo, Gabriel de Morales, Zugasti, Cerdeira y tantos otros.
Antes de nada, el autor se reunió con los integrantes de la Tertulia Literaria de la Biblioteca Pública, formada por un grupo de personas que leen, comentan y profundizan en el fondo y la forma de algunas obras. El encuentro resultó muy interesante por cuanto se mantuvo un amplio cambio de impresiones a corta distancia que fue instructivo para todos.
La ciudad del Lucus se presentó en Ceuta el 23 de febrero con gran asistencia de público que siguió con interés la narración de los hechos por el autor, previa presentación de José Antonio Alarcón, responsable de la Biblioteca Pública, entidad que había organizado impecablemente el acto. Al día siguiente tuvo lugar un Viernes Regular, ya que estas unidades protagonizaron muchas de las acciones que tuvieron lugar en la zona de Larache, incluido el combate de Kesiva donde se estuvo a punto de capturar al cherif. Fue una de las pocas ocasiones en que el Residente General francés Mariscal Liautey visitó durante tres días la zona española. En el acto castrense del viernes, los regulares, al mando del coronel Faura, demostraron su excelente preparación.
Ya el sábado, un escogido grupo de seguidores de la novela se desplazaron con el autor hasta Larache, para recorrer los lugares que se citan en el libro y que tuvieron relación con algunos hechos históricos o con las vicisitudes de la familia Ninet en tierras marroquíes. Allí estaban representantes de los clubs de lectura de la Biblioteca Pública y del MIL (Mujeres independientes liberadas) y eficaces funcionarias de la citada Biblioteca, junto a personas interesadas en el tema, que siguieron con gran interés las explicaciones que se dieron durante la visita a ciudad del Lucus y Arcila. Incluso, se unieron al grupo destacados funcionarios de los consulados de Tetuán y Larache, junto a representantes del Centro Marroquí de Estudios Hispánicos.
Ante la numerosa asistencia a los encuentros, el vistoso acto en Regulares, el éxito que obtienen las publicaciones sobre el Protectorado, el centenario que tendrá lugar en 2012 y la proximidad de Ceuta a algunos lugares cruciales en las campañas marroquíes, se comentó ampliamente la extrañeza de muchos por cuanto nuestra ciudad no aprovecha en absoluto el tirón turístico que un circuito histórico tendría para muchos ciudadanos españoles y extranjeros. Efectivamente, para ir y volver en el día está el Biutz, donde se desarrollaron importantes combates que afectaron a Ceuta y  fue herido el entonces capitán Franco; el acebuche del Fondak, bajo cuyas ramas se firmó la paz en la Guerra de África 1859-60; los palacios de El Raisuni en Arcila o Tazarut; la zona de Muley Abd es Selam en Beni Aros, donde tuvieron lugar los últimos combates de la campaña 1921-27; el camino Chauen-Ben Kharrich en que se desarrolló la cruenta retirada desde la ciudad santa; la posición de Cudia Tahar, cuya resistencia salvó a Tetuán en 1925; la cueva del cañón en Bu Zeitung, en la que estuvo emplazada la pieza que aterrorizó a la capital del Protectorado; el cementerio militar de Tetuán que, con sus tumbas, es testigo de la sangre que costaron las campañas marroquíes; Cuesta Colorada y el río Hachef, donde fue asesinado, junto a su sirviente, Alí Alkalay,  el ya citado enlace entre el cherif Raisuni y el Alto Comisario Marina y, desde luego, la zona de Larache-Alcazarquivir con el campamento de Rokba el Gozal, principal escenario de La ciudad del Lucus.

Hechos y opiniones

Durante los coloquios y los cambios de impresiones quedó claro que en Marruecos se pusieron en práctica varias estrategias contradictorias entre sí. Unos creían en la penetración pacífica, como el Intérprete Cerdeira o el cónsul Juan Zugasti Dickson que fallecería desilusionado en mayo de 1923; otros, como Fernández Silvestre, pretendían usar la firmeza y la ocupación militar como medio de doblegar a los cabileños; y otra facción menos importante, creía en el método francés de utilizar el territorio útil y dominar el resto a través de los notables locales.
Los tres métodos fueron puestos en práctica,  pero la falta de una estrategia continuada y la rivalidad entre los ministerios de Estado y Guerra, impidieron de hecho que se obtuvieran los resultados que cabría esperar. También influyó en la errática forma de actuar española la continua sucesión de Altos Comisarios, cada uno con una forma de enfocar los asuntos, la mayor parte de las veces contradictoria con la estrategia de su antecesor. Y todo agravado por la continua intervención del Rey que influía en los acontecimientos a través de personas de su confianza.
Sin embargo, la actuación de los militares y diplomáticos españoles consiguió impedir, en los años previos al Protectorado, que los franceses ocuparan el fértil valle del Lucus, lo que se consiguió por la firmeza del coronel Fernández Silvestre y, en ese caso, la inestimable colaboración de El Raisuni que prefería los españoles a los galos, quizás porque los consideraba integrantes de una potencia menor.
En resumen, unas jornadas interesantes para todos los que desean profundizar en la historia del Protectorado español en Marruecos o sus antecedentes e incluso para los que simplemente buscan una lectura apasionante y bien documentada que, según anunció el autor, tendrá una segunda parte.

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