Reglas y preceptos muslímicos

El Islamismo no cuenta propiamente hablando con una jerarquía sacerdotal, puesto que la oración pública y la predicación estuvieron a cargo de Mahoma y de sus sucesores, reuniéndose así el poder político y el religioso. El que preside una reunión de creyentes se llama “imán”, y el principal de todos es naturalmente el sucesor legitimo del Profeta. El “Rufi” es el interprete de la ley y el jefe de los “ulemas” o doctores, y si bien puede considerarse como una especie de decano entre los sabios, de ningún modo representa el papel que el pontífice tiene entre los cristianos. Los muezines anuncian la oración desde los altos de los minaretes o torres que tienen las mezquitas, todos los ministros de los templos dependen de la autoridad civil, que los puede degradar cuando los considera indignos del cargo que ejercen. No llevan estos ministros del culto ninguna señal distintiva, y se hallan sujetos también a las obligaciones de los demás ciudadanos.
Aunque Mahoma había escrito que la religión del Islam no tiene monjes, sin embargo, como el el Corán se ensalza la pobreza voluntaria, de aquí que los fieles que eran autorizados para dar libre curso a sus inclinaciones hacia la vida reposada y contemplativa, dedicándose unos a conquistar el paraíso por medio de la penitencias y ascetismos, mientras otros apelaban a la guerra de propaganda.
Poco después de la muerte de Mahoma, Uveis de Karn se arranco los dientes en honor al profeta, que en una batalla había perdido dos y exigió esta practica a sus discípulos fundando una verdadera orden religiosa. Otros musulmanes se dedicaron también la vida cenobita, llamándose dervises en Persia y faquies en  Arabia, de los cuales se formaron varias clases, y posteriormente nació la orden de los catires, encargados de custodiar los sepulcros de los grandes imanes en Bagdad. Por ultimo en el año1400, Bir Mohamed Nakschibendi reformo todas estas órdenes existentes, reduciéndolas a una sola, en la cual entraron personas hasta de las más elevadas clases, y cuyas prácticas se reducían a rezar ciertas oraciones y reunirse algunas veces para recitar el “tesbhi”, especie de rosario que se compone de noventa y nueve cuentas.
Sin embargo la vida de los dervises continuo existiendo, sujeta a mas severas reglas que resumidas pueden ser: diez cualidades deben poseer un dervi que son la comunes de los perros: tener siempre hambre, carecer de un punto fijo donde acostarse, estar privados de herederos, no abandonar a su señor aunque lo maltrate, velar durante la noche, contentarse con el lugar mas abyecto, ceder el puesto a quien lo quiera , volver a reunirse con el que lo ha herido cuando le presente un pedazo de pan, no pensar en volver al sitio de donde partió en seguimiento de su amo.
Prescindiendo de estas condiciones exteriores, Saadí el Gaqui en su libro titulado Galistan dice sobre esta materia: Un buen musulmán antes de entrar en el retiro debe pensar en que un solitario sin instrucción es una casa sin puerta y un dervi sin piedad es una casa sin luz. Los bienes de las congregaciones religiosas pertenecen a los pobres, el dervis avaro es un ladrón de caminos, el solitario gordo se parece un cerdo. Que el dervi aparezca descuidado en el exterior y que en los interiores mantenga vigilante su espíritu y adormecida sus apetencias, Posee la virtud de un verdadero dervi y después donde os place seréis agasajados.
El Islamismo como todas las demás religiones, tuvo también sus herejías que se referían exclusivamente a examinar la influencia que en el Imperio Magrebí ejerció la religión del Islam, no solo en cuanto atañe a la puramente política, sino a los demás ramas de la vida social.
Los Mauritanos y saharauis  que desde las primeras invasiones de los cartagineses y de los romanos, se habían resistido siempre a todo influjo que partiera del exterior, prefirieron en aquellos tiempos, cuando ello se veían obligados a refugiarse a la fragosidad de los montes o en la soledad del desierto de los montes Atlas y entrar en las condiciones de una vida ordenada que se contrariaba los hábitos vagabundos y nómadas de la mayor parte en la época de mayor florecimiento de las provincias septentrionales de esta región, los moros estuvieron siempre en la lucha contra los que les habían expoliado de una principal parte de sus territorios, aprovechando cuantas coyunturas se presentaron para atacar aquellas regiones y civilizaciones que no podían comprender ni aceptarlo.
Organizados los moros en diversas tribus, viviendo entre sí, en perpetuas luchas y teniendo cada una de ellas sus divinidades propias, a que rendirles un culto esencial, presentaban muchos puntos de contacto con las tribus árabes que según hemos visto, habían caído en el más grosero fetichismo. El Corán en su parte externa se extendió rápidamente por Mauritania y gran parte del desierto sagarauis, pero continuaran subsistiendo sus antiguas practicas religiosas y civiles, de suerte que jamás el estado Magrebí pudo constituir un país regular y ordenado, ni aún bajo la férrea dominación de los más absolutos déspostas de aquellos tiempos
Por lo que así se explica que a una dinastía sucediesen otras y que al mismo tiempo estuviese siempre lanzando guerreros que en el espacio de poco tiempo variaran las condiciones del país en lo que respecta a las ciudades regularmente organizadas en relación con las poblaciones del campo, aunque en apariencia sometidas a las leyes del Islamismo, continuando con sus primitivas costumbres, sin tomar del mahometanismo más que las practicas exteriores y la indiferencia hacia todo progreso ocasionado por el fanatismo religiosos.
Las kabilas actuales no recuerdan las antiguas tribus moras o bereberes, y así como en todos los tiempos primitivos sirvieron de base para la creación de ciertos poderes independientes, así como ahora no se hallan sometidas más que nominalmente en la mayor parte de los casos al dominio marroquí. Como el Corán es además de código religioso, civil y político, porque todo arranca de él, al examinar las costumbres y el estado social de este pueblo constituidos por tan variados elementos, comprendemos mejor la influencia que el islamismo ejerció en aquellas indómitas tribus, combatidas por tantos adversarios, pero nunca por completo sometidas.