Opinión

El refranero como fuente de inspiración

Para “ver” cosas no hay más que “estar vivo”. Es el refranero, en la literatura popular, un campo inmenso de sabiduría comprimida en frases llenas de contenido filosófico cuyos mensajes, acertadísimos siempre, están latentes en todas las épocas y todas las sociedades, pues son el reflejo del acontecer invariable del género humano.

Aunque en el refrán que antecede, el “ver” y el “estar vivo” suponga una figura retórica de cierta sinonimia en la que lo primero implica lo segundo y viceversa y cierta repetición del concepto de vivir (para ver es indispensable estar vivo), aquí el solo sentido del “ver” se puede ampliar como representante de los cinco sentidos de la capacidad de sentir (la percepción); también a una alusión al anhelo de vivir…..a la continuidad de la vida, que permita el conocimiento de toda la realidad.

Existen miles de refranes referidos a la vida en la que se retratan todo tipo de sentimientos, pesimistas u optimistas: “Por lo efímera y lo vana, un soplo es la vida humana”. Otro: “Sombra es la vida que no bien asoma cuando es ida”. Otros más optimistas: “Vivir bien es lo que importa, que la vida es corta”. Otros son deprimentes y amenazadores como fruto exclusivo e intencionado del sentido religioso de la vida: “Vive quien Dios quiere y quien no, muere”. Otro del mismo signo: “Se ha de usar esta vida como cosa ajena”. Y otro: “Cosa cumplida, sólo en la otra vida”.

Estos tres últimos claramente nos alejan de la realidad que es la naturaleza, pues no hay nada más inauténtico que vivir la vida como cosa ajena en espera de la vida “verdadera” en el supuesto otro mundo.

En nuestra vida cotidiana aparecen todas las circunstancias que presagian o confirman los refranes ya que nuestra vida se rige por la naturaleza que nos cobija y sus leyes.

El refranero se puede considerar un rico resumen de la antropología que recoge todas las características del ser humano, de todos los rasgos de su cultura….. la sociología, la economía, anatomía, psicología, política y de cualquier aspecto de sus relaciones. Es un compendio muy valioso de la sabiduría de la especie humana.

La vida desde su origen, en su concepto más estricto, ha sido observada y estudiada desde la más remota antigüedad, primero por la filosofía, y desde la aparición de la razón y las ciencias, hasta que por fin supimos apartarnos y alejarnos del esoterismo de las religiones, cuando nuestra moral se desembarazó de la estrategia de lo religioso, y aceptó como guía en sus relaciones los dictados de la naturaleza, de la razón y su lógica.

Desde la razón la vida es indisociable de la naturaleza y sus leyes. Vista así, la vida del humano es un intervalo ridículo comparado con la totalidad de la temporalidad. Desde esa macroperspectiva la vida es, en definitiva, el absurdo e insignificante espacio que existe entre la nada de su origen y la nada de su final donde un paréntesis tan exiguo, tan inapreciable, se confunde con la misma nada.

Esa vida observada en cualquier tramo de su andadura, en su origen, o en algún instante de su presente, o en su final, desde el pasado hasta el futuro, desde la gran panorámica del mundo, se confunde con una nada que para el mundo es indiferente. La vida es tan perecedera, tan efímera y con tan poco sentido que como muy bien dice el refrán: “Por lo efímera y lo vana, un soplo es la vida humana”. Si el ser humano asumiese, exclusivamente, la condición de su naturaleza y sus límites, y permaneciese ajeno a la especulación religiosa y a su contenido divino, es obvio que aceptaría con naturalidad la secuencia de su muerte. Ya no habría enigma ….. adiós a la zozobra y a la angustia.

Es cierto que nos angustia algo menos el no conocer la “nada del origen”, al fin y al cabo es agua pasada, y como ya pasado no nos inquieta porque bastante tenemos con el “entretenimiento” del presente. Pero sí que nos inquieta y nos angustia la “nada del final” a la que inexorablemente estamos destinados …. a la muerte. Hubo que buscar un remedio, un paliativo para tanto temor, para la angustia, para el desasosiego; a esa realidad confusa de la muerte había que asociarle un concepto esperanzador. Y ya lo hicieron todas las civilizaciones antiguas: los egipcios, y de manera muy documentada, los griegos, los predecesores genuinos de nuestra cultura, donde la muerte significó la vuelta al caos del principio, sin información de espacio y tiempo, donde no hay posibilidad de relación con nada ni con nadie, la tiniebla absoluta. Desde la lucidez de la vida esta escena nos resulta escalofriante, sí. Y es desde la lógica aristotélica y de la posterior de todos los tiempos como se nos conduce a este escenario que se nos antoja desolador, pues siendo esa razón y esa lógica de la estamos naturalmente dotados, al cuadro de la vida sólo podemos dar pinceladas y hacerlo, incluso, esplendoroso, pero no podemos olvidar que detrás del más maravilloso de los lienzos se oculta un amenazante nubarrón.

Es una circunstancia muy notable que en un punto de nuestra historia apareciera el Cristianismo con su Doctrina de Salvación, que con astucia cambió (para mucho tiempo) el rumbo de la Historia del llamado Occidente; hasta el punto que se desvanecieron las creencias paganas de origen oriental, y con tanta rotundidad que se convirtió en la religión oficial del imperio dominante, que fue el Imperio Romano.

Sabemos lo curiosísimo que fue el origen de la nueva Doctrina Cristiana, que no surge desde el poder del Imperio, sino que surge desde el sufrimiento, desde la aflicción, desde la miseria de los desheredados de la fortuna, y se vislumbra y se anhela por la necesidad de una esperanza en una vida mejor de cierta dignidad. Vida de esperanza que se exageró con las promesas expresadas en las Bienaventuranzas adornadas de vanas ilusiones donde no faltó ni la figura alentadora de la venganza …. que tanto satisfizo.

Durante mucho tiempo parece que quedó resuelto el problema de la muerte; desapareció la inquietud, el desasosiego y la angustia; incluso la soledad, el aislamiento del claustro, la mística y el martirio ayudaron al acercamiento al final, incluso la muerte se pudo no temer y desearse con cierto atractivo. Pero en todo lo ilusorio como en todo lo sobrenatural subyace una falacia interesada, una mentira hábilmente disimulada.

Tanto desde el Judaísmo como desde el Cristianismo que son religiones abrahámicas monoteístas se “ofrece” el cielo para los justos y el infierno para los impíos como morada eterna, y la diferencia en el destino a uno u otro lugar depende del cumplimiento, o no, de un Pacto, el suscrito en el Monte Sinaí por Dios y Moisés el líder del pueblo de Israel (para los israelitas, como pueblo elegido por Jehová, YHVH) y con carácter universal (más generoso) para toda la humanidad (judíos y gentiles) en el Cristianismo, con la muerte y resurrección de Jesucristo.

En los dos casos y como en todo pacto hay exigencias por ambas partes de obligado cumplimiento, que para todos los mortales (judíos y cristianos) son un conjunto de principios éticos y de adoración que son los Diez Mandamientos o Decálogo; preceptos que juegan un papel muy importante en la vida tanto de los judíos como en la de los cristianos.

Esta situación de credulidad en lo sobrenatural prevaleció en Occidente, sobre todo durante la Edad Media (siglos V al XV) Dogma y Fe que se empiezan a debilitar durante la Modernidad (siglos XV al XVIII) con el Renacimiento Humanista y las Revoluciones Americana y Francesa, no sólo en el ámbito social y político, sino en lo conceptual …. el de las ideas.

Desde lo que conocemos como la contemporaneidad (siglo XVIII hasta la actualidad) la sociedad se rige por criterios lógicos y razonables, quedando la Religión y su influjo apartado y relegado al rincón de las reliquias (aunque quedan reminiscencias). Los métodos científicos ayudan a dirigir y a controlar la evolución humana sin solución de continuidad hasta el futuro incierto de la globalización, cercana, que nos llevará por el camino del conocimiento sin límites, hasta la comprensión delos enigmas que aún nos inquietan….

Porque la esperanza sí la contempla la razón.

¡¡ Hay que ver lo que da de sí un simple refrán!!

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