Opinión

Reforma fiscal vs Estado de bienestar

Días atrás era investido como presidente de la Junta de Andalucía el dirigente de la derecha del Partido Popular Juanma Moreno. Entre sus anuncios de fomento de las energías renovables, la economía verde y la creación de empleo, que estaría bien, si se llevara a cabo, había uno que me causaba especial inquietud, a saber, la rebaja de impuestos en el tramo autonómico del IRPF y en el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados que, según sus estimaciones, dejaría en manos de los ciudadanos la cantidad de 620 millones en toda la legislatura. Porque, según argumentaba, es en manos de los ciudadanos en donde mejor está el dinero. Le faltó añadir que el sector público es ineficiente, porque entonces habría tenido que admitir que también lo es su gobierno. Un ejemplo.

Hace ahora más de tres años, nuestra pequeña empresa familiar, dedicada a la producción artesana y ecológica de pan, solicitó una subvención acogiéndose al programa de fomento de empleo fijo para jóvenes trabajadores que puso en marcha el anterior gobierno socialista. Si a un trabajador temporal lo convertías en fijo, se te subvencionaba. Era una forma de incentivar el trabajo fijo, que hoy, gracias a la reforma laboral del gobierno progresista de España, es norma de general aplicación. El “eficiente” gobierno de Juanma Moreno, nos comunicó que había tenido entrada nuestra solicitud dos años después. Al año de esta comunicación, resolvieron que la subvención se concedía. Un mes antes de la convocatoria de elecciones, nos requirieron urgentemente la presentación telemática de cierta documentación, para poder proceder al pago de los ocho mil euros concedidos. Nos advertían que lo hiciéramos todo bien, sin ningún error, porque si así ocurría no podrían pagarnos. Un mes después de celebradas las elecciones, seguimos esperando el cobro de esta cantidad. No sabemos qué error se inventarán para no pagar esta vez, porque la vez anterior se inventaron que el título de uno de los trabajadores no era original, pese a que sí lo era.

En el año 1996, un economista del Banco de España, Pedro Montes, publicaba un librito titulado el desorden neoliberal. Es un libro que he trabajado mucho desde que lo adquirí. Ya entonces nos hablaba de lo que él denominaba “contrarreforma fiscal”. Nos decía que antes de la crisis, en pleno dominio del keynesianismo, se implantaron sistemas fiscales de fuerte poder recaudador. Cobraron fuerza los impuestos directos -los que graban la renta- en detrimento de los impuestos indirectos -los que graban el consumo- . Los impuestos de la renta de las personas físicas eran fundamentales por su progresividad, que aplicaba tipos crecientes a los distintos niveles.

De esta forma, se impulsaba la capacidad recaudatoria del sistema fiscal y su progresividad, que eran rasgos del Estado del Bienestar, en la medida en que permitían la expansión de los gastos y promovían el reparto de las cargas fiscales. Sin embargo, nos decía, al amparo de la teoría de Laffer, de que el ahorro es previo e iguala a la inversión, los neoliberales habían postulado reformas fiscales para estimular el ahorro, otorgando a las empresas todas las ventajas y abaratando el factor trabajo. Esto conllevaba cambios profundos en la distribución de la renta y en el reparto de la carga impositiva. De esta forma, se lanzaba un mensaje ideológico que hoy pervive: la exaltación del individualismo, los estímulos a la competencia y la voracidad del Estado.

Todo lo anterior puso las bases ideológicas para el cuestionamiento del Estado del Bienestar, que hoy se mantiene, aprovechando a fondo la crisis económica y el debilitamiento político e ideológico de la izquierda. Las fuerzas conservadoras de entonces, convertidas en fuerzas de extrema derecha en la actualidad, están desarrollándose en este sentido y están consiguiendo un retroceso en lo que todos creíamos que no tenía marcha atrás.

El desmantelamiento que entonces se intentaba llevar a cabo, y que continúa hoy día, respondía a los requisitos económicos del sistema capitalista (perdón al filósofo jubilado Sabater, por criticar al capitalismo) para superar la crisis, a saber, elevar la tasa de ganancia y las imposiciones del neoliberalismo. Es decir, no es que el Estado de Bienestar está en crisis porque no cumple sus fines, sino que es el capitalismo el que está en crisis y para cuestionarlo se genera inseguridad en una buena parte de la población, se debilita la conciencia colectiva, se exacerba el individualismo y se otorga una ventaja decisiva a la burguesía para liquidar definitivamente el periodo abierto tras la Segunda Guerra Mundial. Y así habría sido, de no haber mediado la pandemia del COVID, y haberse necesitado volver a recurrir a las políticas keynesianas.

Las bases económicas para debilitar al Estado del Bienestar se explicaban muy bien en este libro. Las mercancías deben incorporar los menores costes posibles en salarios indirectos. El cálculo económico debe dominar sobre la calidad de los servicios públicos. La financiación del Estado del Bienestar debe modificarse reduciendo las aportaciones del capital y aumentando la de los salarios. El mercado debe penetrar en terrenos que le fueron arrebatos, como la sanidad o las pensiones, para abrir nuevos campos de rentabilización del capital. Y para conseguir esto, nada mejor que lograr inseguridad, quitándole poder a los sindicatos e individualizando los derechos sociales. Todo esto llevó y pretenden que siga llevando, a un recorte de las prestaciones, a la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones, sustitución de los derechos por concesiones graciables, fomento de sistemas fiscales más regresivos. Pura ideología neoliberal.

Esto, que ya se decía en 1996, es lo que explica por qué la derecha presume de que han bajado impuestos (sobre todo a los más ricos) o de que dan becas a los que cobran más de cien mil euros al año para que puedan estudiar en colegios privados. Y la extrema derecha, expulsando de forma inmisericorde a los inmigrantes, persiguiendo a los homosexuales o vulnerando los derechos de las mujeres.

Por todo esto es tan importante que la izquierda progresista de España, siga gobernando en nuestro país.

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