Categorías: Opinión

Reflexiones para después de la crisis

En mi reciente encuentro con dos buenos amigos, padre e hijo, a los que no veía desde hacía bastante tiempo, dábamos un repaso a la difícil situación que padecen miles de personas, como consecuencia de la crisis financiera a la que nos han llevado un puñado de especuladores, que no ven más allá de su propia codicia. Coincidíamos en que el dominio absoluto de la economía sobre la política, y a su vez, la separación de la economía financiera de la economía real, podría estar en el origen de una situación que cada vez se hace más complicado controlar. También hablamos de que el día de publicación de este artículo coincidiría con el 75 aniversario del levantamiento militar contra la II República Española, que se inició en algunos puntos de nuestra geografía el 17 de julio de 1936. De aquella triste fecha, lo que más nos preocupaba era su cercanía a la crisis del 29, que dio alas al nazismo y fue el preludio de la II Guerra Mundial. Los momentos de crisis profunda, como el actual, son muy peligrosos. Sobre todo, cuando vienen acompañados de una falta generalizada de valores.  Es cuando aprovechan los charlatanes y visionarios de todo tipo para lanzar sus propuestas y llevar a los pueblos hacia el desastre.
El sociólogo francés Alain Touraine, en su libro “Después de la crisis. Por un futuro sin marginación”, sostiene que la ruptura entre la economía financiera y la economía real no es un hecho novedoso, pues éste es el origen de las sucesivas crisis financieras que venimos padeciendo desde los años 70.  Para él, lo que constituye la gravedad excepcional de la crisis actual es que el mundo financiero se ha partido en dos, al haber creado los bancos un submundo financiero al margen de sus propias normas y sistemas de control, que le ha llevado a engullir los capitales de los hedge funds y las hipotecas basura, y que nos ha conducido a una crisis económica sin precedentes, “menos dramática que la 1929, pero más inquietante e incluso más difícil de superar”.
Hay muchas visiones y teorías acerca de la actual crisis. Algunos apuntan, incluso, al fin del capitalismo y de la economía de mercado. De lo que no hay duda alguna es de que los que la produjeron siguen ahí. Con el mismo o más poder que antes. Bloqueando cualquier iniciativa que conduzca a controlar sus operaciones. Lanzando sospechas y calificando a los países en razón de métodos tan poco claros, como lo son las propias agencias de calificación americanas. Conduciendo las operaciones financieras a una escalada especulativa sin fin, que ya amenaza a la propia construcción de la Unión Europea (quizás sea éste el objetivo final de los especuladores).
Después de tanta expectación, han sido publicadas las denominadas pruebas de resistencia de la banca europea. Finalmente, contando con las provisiones disponibles por los propios bancos, resulta que ninguna entidad española, y casi ninguna europea, suspende estas pruebas. Sin embargo, los mercados financieros, controlados por jóvenes agentes que en su mayoría no superan los 25 años de edad, siguen castigando a España y situando de forma artificial nuestro diferencial de la deuda soberana respecto a la alemana, en más de 300 puntos, lo que ocasiona enormes perjuicios a nuestras finanzas, que de esta forma se encarecen. Una codicia ilimitada que enriquece a unos pocos y lleva la miseria a miles de ciudadanos.
Como casi todo en la vida, también esta situación tendrá una solución. Y habrá un después de la crisis. Sin embargo es necesario llevar a cabo una profunda reflexión y un replanteamiento de nuestro esquema de valores. Siguiendo los clarividentes pensamientos de Alain Touraine, la reconstrucción de la sociedad necesitará como primera premisa que el Estado obligue a los líderes económicos a tener en cuenta las reacciones y los intereses de las poblaciones, pues las instituciones actuales son incapaces de resolver los problemas de la humanidad. O construimos un nuevo tipo de vida económica y social, o nos abandonamos a la catástrofe final. Y para ello no hay más que apelar a los derechos universales de todos los seres humanos. Volver a un humanismo respetuoso con las exigencias de todos los seres humanos. Defender las libertades que se habían conquistado.
Del mayor o menor empeño que pongamos todos en esta lucha, dependerá la supervivencia de la humanidad. Ya no se trata de una confrontación de clases sociales.
Esto va más allá. Es la lucha de toda la sociedad contra aquellos que se han separado de ella y han construido un mundo artificial basado en la especulación y la codicia.

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