Nunca sabremos porque Abdelaziz tenía en su alma la imperiosa necesidad de cruzar el Estrecho y viajar por los pueblos y las tierras de la Península Ibérica. No podemos saberlo, porque de regreso de su iniciático viaje de reconquista, se perdió en la Umma profunda de Marruecos y desapareció fundido en la música ancestral de los trovadores de canciones y romanzas de las gentes del pueblo...
- Tal vez, Abdelaziz, represente el deseo atávico de los andalusíes de regresar a su primigenia tierra de donde fueron expulsados. Pudiera ser que, Abdelaziz, fuera la conjura identitaria de aquellos moros que tuvieron que abandonar sus casas y sus campos y marchar al doliente destierro...O, tal vez los constantes relatos de su padres y familia. De que ellos no pertenecían a Marruecos; sino a una tierra que era un vergel, entre ríos caudalosos, a saber: Guadiana (Río Nuestro, castellano); y, Guadalquivir (Río Grande, también en Castellano). Hizo que buscara la tierra de sus ancestros, antes de ser expulsados de Andalucía por los mal llamados Reyes Católicos.
- Sea como fuere, la ida y estancia a España de Abdelaziz, después de una larga travesía por diferentes caminos y ciudades, acabó despeñada en la hondura de las barranqueras que se circunscribían a su azarosa búsqueda. O, tal vez no fue un fracaso, si lo miramos desde otra perspectiva diferente al pragmatismo que impera en nuestra sociedad occidental.
- Sin embargo, si nos atenemos a los hechos, es claro que la andadura del tetuaní fracasó, porque ya estaba condenada al fracaso desde que nació la idea en el alma generosa de Damián. Si; efectivamente, los occidentales siempre solemos proyectar en una imagen futura aquello que aún no ha salido del ámbito del presente; pero que anulando el tiempo que ha de trascurrir, pareciera ya realizado. Y, el tiempo no se puede contraer ni acortar, porque el tiempo mide el espacio y la distancia entre aquello que deseamos desde su primigenio brote en nuestra mente, y los acaecimientos que se proyectan en el futuro y realmente logran cristalizarse.
- Damián, como buena alma franciscana, confundía el deseo y la fascinación de la imaginación con la a veces cruda realidad. Equivocaba el sentimiento compasivo con la frontera del pensamiento cartesiano. Lanzaba lazos que no siempre ataban la barca al noray de los muelles. Y, en cierto modo era compresible, porque sólo hay que bucear en la infancia de Damián para darse cuenta de que aquel chiquillo magrebí, no era otro que él mismo en los años de su niñez, cuando su padre lo sacó de la dulzura de un colegio de monjas del Puerto de Santa, y lo enfrentó con la dureza de la mar y a las hoscas tripulaciones de las barcas de pesca portuenses, con la finalidad -según las leyes sociales del momento- de hacerlo un hombre. En aquellos años finales de los años cincuenta, la infancia se acortaba en demasía para los niños, que apenas destetados, ya se les aleccionaba para que, pasada la frontera de estos primeros años, fueran aprendiendo el mundo sin concesiones, a veces despiadado, de los mayores
- Sí; estaba claro, Damián se veía reflejado en la fragilidad del magrebí, y deseaba apartar el sufrimiento del desarraigo y la desprotección que Abdelaziz llevaba sobre sus hombres desde que saliera de su ciudad natal. Nada acaece nuevo en esta cadena interminable de acciones y las consiguientes reacciones del Karma que habita en nosotros. Somos simplemente eslabones de una misma cadena que lleva siglos construyéndose y destruyéndose. Estampas de acuarelas de ayer y de mañana, que un dibujante pintara para atender el alma de las cosas.
Damián quiso evitar lo inevitable y ahorrarle el sufrimiento a un muchacho que se estaba enfrentando a la conquista de su identidad. Pero al igual que el conocimiento de Siddhartha* no pudo evitarle el dolor al pretencioso de su hijo; tampoco Damián pudo restarle el dolor a Abdelaziz, que lo tenía todo por aprender y por conocerse así mismo.
- Y, a modo de conclusión de esta historia de búsquedas de identidades, diré que no se puede ir contra la corriente, ni por mucho madrugar amanece más temprano, como dice nuestro refranero; porque aquella primera identidad de un joven emigrante magrebí, en que nos vimos implicados en su pronunciamiento y desarrollo, y que va camino de los cincuenta años, es la misma que ahora motiva a los mismos muchachos de entonces; sin embargo ahora se le denominan: «mena» -menores no acompañados-, y aunque el tiempo en los relojes es diferente, la cuestión primigenia es la misma; y en nada va a cambiar hasta que no se entienda la profundidad de la problemática. De tal manera, que, a estos muchachos, llevados por una equivocada a protección del menor, no se les puede desculturizar de su cultura primitiva y atraerlos en pos de un pretendido bienestar, a nuestra sociedad competitiva, deshumanizada y de máximo consumo.
- - Y, es claro que no debemos atraerlos a nuestra compleja sociedad occidental, porque ellos provienen de otra cultura más sencilla, donde las relaciones familiares son muy cercanas y ramificadas que sostienen un sistema de protección y de convivencia que se halla fuera de nuestros usos y costumbres; pero que a ellos los identifica y los personaliza en su entorno familiar y colectivo en la sociedad que les toca vivir.
Nunca sabremos el daño que hacemos y producimos con la despersonalización de estos jóvenes, que destrozamos sus señas de identidad y el ámbito de sus raíces identitarias, al proponerles otras propuestas culturales y educativas diferentes de sus países de origen. Bien sabemos que muchas entidades y diferente personalidades llevadas de su buena fe, y propiciadas por un exceso de proteccionismo de la normativa en este ámbito, abogan por que los mena sean educados en el país de acogida; sin embargo, serán los psicólogos y los sociólogos, los que a la vista del fracaso de estas políticas -salvo los casos de guerra y pobreza extrema- de inmersión forzada en la cultura occidental, declaren que es más beneficioso que queden en sus países originarios, acogidos, vigilados y financiados por un Instituto de Ayuda al Menor, que acogidos en países culturalmente diferentes, aunque de mayor peso económico. Y, que, en ese enfrentamiento cultural, siempre saldrán afectados sus equilibrios emocionales, y su futura disposición a integrarse en un mundo complejo donde son difíciles dar con las claves que los identifiquen con nuestra sociedad del bienestar.
- Nuestra propuesta no es hacer de África y cualquier otro lugar deprimido de nuestro mundo, una fábrica de emigrantes, no, de ninguna de las maneras; porque nuestra propuesta no es que vengan a occidente después de un viaje lleno de terribles dificultades, donde muchos se dejan la vida -el Mediterráneo está sembrado de cuerpos de emigrantes- en el intento; sino que vayamos nosotros con nuestra mayor preparación y conocimientos tecnológicos a ayudarles a desarrollar sus recursos primarios de la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería, el sector servicios y la industrialización y mejora de sus economías para hacer viables sus países, y sacarlos del subdesarrollo y la precariedad desde los tiempos de la esquilmación colonial.
- No podemos volver a los tiempos del transporte de esclavos de las costas africanas a las plantaciones y haciendas del continente americano; disfrazados, ahora, con la llegada de miles de pateras a las costas europeas, financiadas por organizaciones y mafias dedicadas a estos menesteres, para lucrarse de este tráfico ilegal de personas, como antaño lo hicieran los barcos negreros.
- Sirva este relato para dejar constancia de la historia que aconteció y pudimos contemplar en primera persona, principiando los años setenta del siglo pasado; que, si bien pareciera la narración de unos hechos imaginados, nada más lejos de la realidad. Pues aconteció tal como se narra y sin desdibujar ni inventar a ninguno de los personajes citados, porque se da la circunstancia que aquellos que citamos, a saber: Abdelaziz, Damián, don Antonio Blas Fernández de Aragón y don Juan Sánchez del Valle, dejaron su profunda huella entre nosotros.
- Nada me resta ya citar, salvo que cada uno dejó su compromiso sacando lo que de generosidad habitaba en nosotros. Y, puestos a citar, citaremos finalmente a los principales protagonistas, con el deseo de que por fin Damián alcanzara el amor perdido que siempre buscó en su dolorido corazón; y Abdelaziz encontrara la identidad en el noble propósito de instrumentalizar la mejor música que un músico pudiese nunca tocar...
(*) Sihdartha: El protagonista por antonomasia es Siddhartha, un hombre que desde muy joven se ha hecho muchas preguntas en la búsqueda de la ansiada sabiduría y del sentido escondido de la vida. No logra jamás sentirse satisfecho en este empeño. Sólo logra conseguir cierta quietud hacia el final de la historia. La novela relata la vida del hijo de un brahmán (sacerdote), Siddhartha, un joven hindú, también conocido como Buda, que busca afanosamente y por los más diversos caminos su propio derrotero vital. Junto a él se encuentra su fiel amigo Gavina, también espiritual. Ambos han de iniciar su viaje compartido, no sólo geográfico, sino personal. Govinda, desde siempre ha venerado devotamente a Siddhartha como a un sabio. En resolución común deciden ir a vivir con los Samanas, abandonando fríamente a sus familias. Los Samanas son hombres de alma religiosa, meditadores, que viven al acaso, con poco o nada, y que sobreviven en su mansa peregrinación con lo que hallan en el camino. En esta etapa de su vida aprende a ayunar, meditar y esperar, capacidades que le servirán más adelante en su vida. Después de haber convivido con ellos; Govinda, toma la decisión, no compartida por el amigo, de unirse al grupo que visitan. Siddhartha, a partir de ese momento, quedará vitalmente solo. Y peregrinando ha de arribar a una ciudad en la que ha de conocer a la bella Kamala, con la que se lanzará a vivir lo nunca vivido.
- Siddhartha, de modo espontáneo y en ocasiones deliberadamente resuelto, se dispone a aprender los secretos del amor a partir de su contacto con ella, compartiendo, al mismo tiempo los menesteres del trabajo, de la ganancia de dinero, de los gastos dispendiosos y de las diversiones ostentosas. Y así se nos presenta a un hombre que, siendo al principio un modelo inmaculado, ahora aparece sujeto a todas las normales debilidades humanas. Es el mismo Siddhartha que consideraba negativos y despreciables esos comportamientos, para un alma de estirpe, y de naturaleza superior como la suya. (Licencia. Wikipedia®, marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc, organización sin ánimo de lucro)
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