Un oasis fundado hace una década por dos ingleses que encontraron en estos animales el motor para levantarse cada día. Este es el Refugio Jarjeer, al sur de Marrakech, de camino a las montañas del Atlas, donde cientos de burros se recuperan del maltrato y el abandono.
Un reportaje de la agencia de noticias EFE firmada por María Traspaderne, cuenta que lo que empezó siendo un proyecto de jubilación dedicado a la hostelería acabó, como por accidente, “en un refugio referente en Marruecos para burros, que aún son de uso corriente en el país para el trabajo”.
Son Susan Machin y Charles Hantom, un matrimonio de abogados en la ochentena oriundos de Manchester, los que dedican su vida a esta noble labor.
El Refugio Jarjeer de Mulas y Burros cuenta con 300 animales, separados entre los más débiles, los discapacitados y los recuperados.
"Ese es Peewee, su madre murió y estaba muerto de hambre", dice Charles señalando a un recién llegado. "Esa es Mary, la atropelló un coche hace un año y medio. En dos horas la trajimos". "Ahí está Peter, es ciego, al principio solo daba vueltas en el establo", explica sobre un burro que come tranquilamente la paja recién traída. "Y ese es Tommy, el primero que llegó, lleva aquí 10 años".
Fue precisamente con este animal que empezó todo, de acuerdo con el relato de Susan.
"Vinimos para construir un hotel y creímos, tontos de nosotros, que sería una buena idea con lo mayores que somos. Entonces, por casualidad, nos encontramos con este burro. Su madre había muerto. Nos pidieron que lo trajéramos y lo pusiéramos a trabajar. Así que vino y no ha trabajado ni un día de su vida", señala la mujer.
Según datos aportados por la asociación ARDI, en Marruecos hay 925.000 burros para 37 millones de personas “y es habitual verlos transportando personas y mercancías”.
El problema inicia cuando algunos de los que ya no sirven para el trabajo son abandonados.
Susan cuenta que antes de la pandemia en Jarjeer había 80 animales, pero la crisis sanitaria disparó los abandonos. "Muchas familias pasaban hambre y no podían casi ni alimentar a sus hijos", explica.
Adicionalmente, la sequía y la subida de los alimentos han contribuido a que las familias no puedan hacerse cargo, dice Susan.
Por su labor, la mujer recibirá el próximo 25 de septiembre en el castillo de Windsor una condecoración real de la Orden del Imperio Británico por "servicios al bienestar equino en Marruecos", una actividad que sostiene gracias a donativos, sobre todo de Estados Unidos.
Otros animales llegan a Jarjeer maltratados. Es el caso de Chouf, una burra que tenía los tendones de sus dos patas traseras cercenados. Su dueño los había cortado con un cuchillo.
Abdoughani Halgan, uno de los 22 empleados del refugio, tiene este caso, que se hizo viral en Marruecos, grabado en la memoria. "Es el más grave que he visto en mi vida. Estaba preñada y se pasó un mes en la calle así. No hay palabras para explicarlo. La operamos y se quedó con nosotros cinco meses, pero la pobre murió. Le habíamos hecho un carrito y le encantaba moverse con él".
Para este marroquí de 33 años, se necesitan más asociaciones porque "hay muchos animales que sufren en las calles". De hecho, Susan y Charles decidieron ampliar el refugio y hacerse cargo de caballos en mal estado, como algunos de las calesas turísticas de Marrakech -a veces traídos por los propios turistas tras comprarlos a sus dueños-, y mulas desdentadas por el uso abusivo de los bocados.
También de animales que ellos mismos rescataron hace un año, "sin hacer ruido", de los escombros dejados por el terremoto que asoló las montañas a unas decenas de kilómetros.
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