Desde la infancia se ve todo desde otra perspectiva. Recuerdo que cuando mi padre me anunciaba que iba a ir con él por la tarde al periódico, donde trabajaba de linotipista, eso para mí era una nueva aventura.
No como los de ahora que están enchufados al móvil o a las consolas.
Queríamos explorar el mundo. Ese que existía porque lo escuchábamos de nuestros progenitores pero que no interactuábamos. Luego era un nido de fantasía.
La primera incursión fue ver cómo la linotipia se calentaba. Hay que tener en cuenta que para hacer los moldes, que era como se tenía que actuar, hacía falta un producto esencial, el plomo; hoy sabemos que es muy dañino, pero en aquella época la tecnología era de esa índole.
Los textos que se iban a meter en cada página eran compuestos línea a línea por estos artilugios de los años 50 que vinieron de la antigua colonia de Marruecos, luego trajeron nuevas pero solo eran más rápidas. Antes la máquina hacía las líneas de composición en unas especies de cruces que al volcar las formaban un pedacito de plomo con las palabras escritas al revés.
Estas líneas se las daban al cajista que las metía en un molde mayor, y allí le daba forma con letras, para hacer los titulares, también se le ponía la publicidad oportuna que era de donde se ganaba el dinero para las nóminas de los obreros.
Estás páginas se les daban a otra persona que montaba una plancha redondeada donde iban cuatro páginas del periódico que se metían en la rotativa y así se iba haciendo poco a poco nuestro diario decano.
Pero otras de las cosas que se tenía que tener en cuenta era la información. Eso provenía, a parte de los reporteros de nuestra ciudad, de las agencias que existían, muy especialmente de la EFE.
Allí primero se recogía la información en una cinta donde lo que había eran agujeros y eran traducidos por una persona experta. Luego venían ya escritas y era más fácil ir eligiendo los textos para ponerlos en el diario.
Muchos nombres tuve que ir archivando en mi mente despierta.
Linotipistas a parte de mi padre que le llamaban el Tete -puesto el mote por un director que estuvo muchísimos años, Tony-Alfonsito, Andresito, y el Curro, que luego fue jefe de la rotativa moderna.
De cajistas, los más populares los niños de Masiste.
Rotativa uno de los hermanos Blanco. Y el que seleccionaba y daba los textos al director el radio. Nunca supe el nombre real de este hombre. Una de las cosas que aprendí fue que le gustaba el club de fútbol del Bilbao y otra que le gustaba jugar al ajedrez.
En los momentos que faltaban los originales en la sala de linotipia era una especie de costumbre sacar el tablero de ajedrez y ponerse a jugar una partidita. Antes no había los programas que existen hoy en día y para poder ejercitarse dentro de las 64 casillas con las piezas del ajedrez se tenía que contar como mínimo con dos contendientes.
Y así pasaban los días y a raíz de aquello, para buscar esparring, pues mi padre me enseñó a mover las piezas. Yo recuerdo que era un crío, podía estar en tercero de primaria. Pero el que me enseñó realmente a jugar y ser un pequeño zorro fue un compañero de clases, todavía me acuerdo de su nombre aunque la verdad no sé dónde puede estar. Su padre me informaba de vez en cuando que estaba en Málaga con los negocios familiares, vendiendo mantas y alfombras. Jacob Acris Israel.
Si me leyeras un saludo. Muchas veces he querido ir a verte a la capital costasoleña. Este hombre fue quien me enseñó todo lo que podía saber un buen principiante. Muchas horas en su casa que estaba al lado del colegio del Lope de Vega. Incluso representamos al mismo en un torneo entre colegios. Fue en el San Agustín. Buenos recuerdos y una enseñanza aprendí de allí. No sólo dependemos de la reina para ganar. A mí me gustaba encerrarla aunque fuere con pérdidas de algunas piezas menores mías.
Después conocí a nuestro presidente durante muchos años del ajedrez caballa, Manolo Fernández, donde también me enseñó muchas cosas y fui campeón primero de segunda y luego de primera. Muchas gracias donde quieras que estés en tu descanso merecido.
Conocí también al que hace poco fue el último presidente Luis Seguín, el relojero que hemos jugado infinidad de partidas, pero la que más recuerdo fue cuando le derrote y pude ser el campeón de segunda, en los entrenos siempre me ganaba. Pero perdiendo se aprende más. Ser más puntilloso a la hora de jugar. Y el presente es nuestro equipo que está ahora en primera andaluza gracias a el esfuerzo de todos sus jugadores: Juan Luis Pareja, José Medina, Antonio Robles, José Carlos Jiménez, Jorge Granja, Antonio Galán, Juanjo Castillo, y sobre todo el gran capitán Paco Pareja que los condujo hacia la permanencia, con ese equipo híbrido del San Pedro de Alcántara - Ceuta.
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