El 2 de septiembre es el Día de la Autonomía de Ceuta, efemérides propicia para resaltar el recuerdo hacia ella, sus valores, encantos y rasgos más singulares. Aunque escribo antes, como mi publicación semanal los lunes, el artículo aparecerá después, el día 3.
Pero ello, en nada me impide desearles las mayores felicidades. Y es que, recuerdo a Ceuta agradecido, con cariño y nostalgia. Viví ahí 27 años en las tres veces que a ella fui voluntario, porque cada vez que aprobaba una nueva oposición tenía que marcharme al no tener vacante, pero cuanto luego se convocaban volvía a solicitarla.
En Ceuta nacieron mis hijo y mi hija; y porque ellos y los cuatro preciosos nietos que me han dado me hacen sentir la entrañable llamada familiar, que es el vínculo que más une en la vida; si no, seguro que estaría viviendo en Mirandilla, mi querido pueblo, o en Ceuta.
Ahora -ya jubilado- tengo que conformarme pensando y recordando los buenos tiempos jóvenes en Ceuta vividos. Repaso libros, autores y todo lo relacionado con ella, tomándole el pulso a diario para así hacer más conciliable la distancia con la nostalgia que siempre siento hacia esa españolísima ciudad, en la que se vive casi familiarmente; la mayoría de la gente se conoce y saluda al pasar, porque Ceuta y los ceutíes son acogedores y hospitalarios.
Ese es uno de los bienes más preciados que ahí se tienen: las buenas relaciones sociales, la amistad y la vida más acogedora propias de ciudades pequeñas, difícilmente conseguibles en la mayor deshumanización que se vive en las grandes urbes; porque, como dijera Aristóteles, las personas somos eminentemente sociales por propia naturaleza, y necesitamos relacionarnos con los demás.
Hoy tengo en mis manos un libro en el que se cita mucho a Ceuta, titulado “Liberalismo, socialismo y pensamiento conservador en la España moderna”, que me regaló y afectuosamente me dedicó su autor y buen amigo - ya fallecido - Tomás Lobato Valderrey, catedrático de Filosofía y compañero en la docencia como profesor-tutor en el Centro de la UNED en Ceuta; él en su rama de Filosofía; y yo – aunque sólo sea por aquello que dijera Séneca en sus Cartas a Lucio, que “Los hombres también aprenden cuando enseñan”, impartí las asignaturas de Derecho Financiero y Tributario, Hacienda Pública y Derecho Contable, que durante seis años compatibilicé con mis principales funciones de Presidente de los Tribunales Económico-Administrativos de Ceuta y Melilla.
También el profesor Lobato Valderrey sentía especial predilección por Ceuta, y creo que fue por eso por lo que hicimos buena amistad, confiándome él la presentación de su libro antes citado, a cuyo acto cultural, que tuvo lugar el 10-05-2006, asistieron el presidente de la Ciudad, el Delegado del Gobierno, el entonces comandante general de Ceuta, demás autoridades y numeroso público. Expondré aquí algunas de las citas a la ciudad de varios autores y personalidades sobre la importancia y belleza de Ceuta.
El rey marroquí Muley Ismail, que tuvo a Ceuta sitiada 33 años seguidos, dijo de ella: “Ceuta es la perla entre el pecho y la garganta del mundo (…) No es ni de Marruecos ni de España.
Es de Dios, que la dará a quien la gane con las armas”, tan seguro como estaba de que la conquistaría. Pero no lo consiguió, pese a esos 33 años de cerco y martirio a que la sometió, habiendo tenido que desistir en su empeño, cuando vio que los ceutíes y las tropas españolas la defendían como verdaderos titanes.
En su puerta de entrada colocaron el siguiente lema: “MUERTOS, SÍ, VENCIDOS, NO”. Ceuta costó a España muchos miles de vidas, penalidades, esfuerzos y sacrificios, pero 524 años después de que aquel rey vaticinara su caída, sigue siendo española. Y han sido muchos autores los que en diversas épocas adjetivaron a Ceuta como “perla entre el pecho y la garganta del mundo”.
Lo que acredita lo codiciada que siempre fue por ser tenida como una auténtica joya, que por eso quisieron poseerla todas las civilizaciones que por ella pasaron; cuyo anexionismo reivindicativo todavía hoy continúa. A Ceuta, nadie ha escatimado piropearla. Cuando en 1958 la conocí por primera vez, estaba de moda llamarla “Perla del Mediterráneo”, aunque también la bañan meciéndose en ella las aguas del Atlántico. Juan José Relosillas, en su libro “Catorce meses en Ceuta” (Málaga 1886), dice: “Es tan risueño el aspecto de Ceuta (…) Hay tan gráfico sello de felicidad en la cara siempre joven de Ceuta vista desde el mar (…) Las indisputables bellezas panorámicas de Ceuta (…) Ceuta me gusta en traje de mañana. Y en presencia de aquel cielo africano que centellea, con aquellas flores eternamente olorosas (…) Ceuta tiene sus pujos de artística y monumental (…)
En sus calles hay animación, vida, alegría. Las Faldas del Hacho, bellamente accidentadas y con tan pintorescos puntos de vista. El Hacho tiene cierta grandeza ingénita que le hace solemne, y una misteriosa poesía que no es para describirla”. El escritor Juan Vázquez Mella, dijo sobre Ceuta: “La Geología, la Geografía, la Topografía, las olas mismas del Estrecho chocando con el acantilado de la costa, nos están diciendo todos los días: aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, y la llave; aquí está vuestra grandeza”. Manuel Gordillo Osuna, catedrático de Geografía e Historia, aseveró: “Ceuta, una ciudad española que ha sido, como todas, un compendio y trasunto fiel de la Historia de España, con las mismas dominaciones, con idénticas vicisitudes y avatares.
Es un caso singular de constante vocación ibérica, secularmente vinculado al contexto peninsular desde el mismo día de su nacimiento. Los títulos de esa españolidad que avalan la plena soberanía de España sobre Ceuta, son jurídicos, históricos y culturales”. En mi libro “Ceuta, pasado y presente”, analizo exhaustivamente cada uno de dichos títulos.
El periodista, Jaime Capmany, dijo: “Ceuta, adelantada de España, pretendida por el moro, rodeada y acosada por el moro, es una cenicienta en la casa de su propia madre”. Otra persona que quiere mucho a Ceuta y me consta que sigue a diario todas sus vicisitudes, es Fernando López de Olmedo, su comandante general durante los sucesos de Isla Perejil. Muy querido en Ceuta (Premio Convivencia y muy homenajeado cuando cesó).
Buen amigo mío. Autor del libro “Ceuta y el conflicto de Perejil”, que tuvo a bien encomendarme su presentación en el Palacio de la Asamblea, abarrotado de autoridades y público hasta rebasar el aforo, teniendo mucha gente que seguirle desde la calle con la mayor atención e interés.
Notable conferenciante en foros culturales de Madrid, en la que disertó allí el 6-05-2003, afirmó: “…España-Ceuta son sin duda, la nación del mundo occidental más capacitada para interpretar como nadie lo que ocurre en la otra orilla del Mediterráneo, por nuestra similitud con la idiosincrasia de esos países”. Hubo un poeta en Ceuta, Manuel Alonso Alcalde, del que adoptó su nombre el Aula Cultural de los Ejércitos.
También general del Cuerpo Jurídico, Premio Nacional de Literatura y gran amigo de Miguel Delibes. Hombre sencillo, afable y bondadoso, al que no le deslumbraban las alabanzas ni los galardones y huía de las alturas, pero su vida y su obra brillan con luz propia.
Era padre de mi compañero del Cuerpo Superior de Investigación del SVA del Ministerio de Hacienda en Granada, Manuel Alonso Jalón, quien emocionado me contó que cuando su padre tuvo que marcharse de Ceuta a Madrid, cayó en depresión tras haber vivido en ella 20 años; y sólo se reanimaba cuando en sus versos proclamaba los valores y las excelencias de Ceuta, convirtiéndose en uno de sus más valedores paladines.
Amaba a Ceuta como pocos, y también como pocos supo llegar al alma de los ceutíes. Siendo poco espigado de talla, recitándola vibraba, pareciendo crecerse y hacerse grande. Contaba de él insigne escritor de Ceuta, Alberto Baeza, que cuando en 1987 Manuel Alonso volvió a Ceuta a pronunciar el Pregón de Fiestas, al contemplarla desde el Mirador de San Antonio, exclamó: “¡Cuánto me gustaría poder vivir aquí de nuevo…!”.
Uno de sus poemas a Ceuta, dice: “Digo, un nombre, una ciudad ungida/digo, perseverantes primaveras/digo, una pirotecnia de palmeras/digo, muros de cal enardecida/digo, luz total incontenida/sombra de pinares y laderas/y digo, en fin, el mar y sus fronteras/ el mar y su continua acometida/ La ciudad que pronuncio, la que digo/limita al norte con la siempre orilla/con el siempre camino de las olas/brújula al siempre mar por donde sigo/el siempre rumbo de la siempre quilla/hacia las siempre costas españolas/Siete colinas cuentan loma a loma/siete continuadas primaveras/un vaivén siete veces de laderas/siete blancuras donde el sol se aploma/ para siete nidadas de paloma/siete olas paradas y cimeras/siete colinas donde perseveras/Ceuta feliz, como la misma Roma…”.
Muy amigo de Manuel Alonso, coronel y poeta, era Luis López Anglada, ceutí que en su “Ceuta marinera”, la rimó así: “Ceuta es pequeña y dulce/ está acostada en los brazos del mar/como si fuera una niña dormida que tuviera/la espuma de las olas por almohada/ Ceuta canta latines, cristianada/ con la sal del Estrecho marinera/, y empina su blancura campanera/ al espejo del mar, acicalada/Ceuta es una andaluza niñería/que, si saltar pudiera, saltaría/la comba de agua y sal del océano/. Y allí está, entre la arena y la muralla/como una niña que bajó a la playa/y se le fue a la madre de la mano”. Y la ceutí Mª Ángeles Bao, la canta en un libro suyo que me regaló: “Ceuta, niña bonita/duerme que yo te tapo/con las sábanas bonitas/ de las olas del mar Mediterráneo”. Y al final de mi presentación del libro antes citado de Tomás Lobato, decía yo: “Qué vistas tan bonitas tiene Ceuta.
Qué preciosos son sus suaves amaneceres, cuando las primeras claras del día asoman por lo alto del Hacho y la ciudad se va abriendo a la contemplación en su entorno marinero. Y qué lindos son también sus plácidos atardeceres primaverales y veraniegos, con esas espléndidas puestas de sol vistas desde la Marina y el Paseo de las Palmeras, que parecen tomar su gama de colores de pintores de la poesía (si la poesía pudiera dibujarse), cuando el sol en su ocaso va dejando tras de sí esa estela de luz entre rojiza y celeste, que lenta y suavemente se va apagando hasta perderse en la penumbra de la noche.
Pero hasta las noches son bonitas en Ceuta, cuando la luna llena, henchida y resplandeciente, aparece con sus rayos luminosos acariciando las aguas de la bahía, el Puerto y la playa de la de la Ribera.
Luego está la buena gente de Ceuta, que es otro de sus bienes más preciados: gente abierta y acogedora, paseando por la Gran Vía, la Marina, el Rebellín y calle Real, donde todavía se siente ese calor humano de saludarse al pasar con el gesto agradable y el talante cordial, que tanto se echa de menos en las grandes urbes.
Y Ceuta tiene luego vistas exteriores que son de singular belleza, que fácilmente se pueden contemplar desde cualquier punto alto de la ciudad”. Y ahora añado: Ceuta tiene también la especial singularidad de ser puerta de entrada y salida hacia dos continentes: Europa y África; hacia dos mares: Atlántico y Mediterráneo; y hacia dos mundos: Oriental y Occidental. Ciudad abierta al mar, que para ella ha sido siempre fuente de vida y encuentro de civilizaciones, entre las que se da la convivencia y la interculturalidad que une cuatro religiones: cristiana, musulmana, hebrea e hindú.
Y Ceuta tiene un rico y suntuoso patrimonio arquitectónico e histórico sólo con sus inexpugnables Murallas Reales. ¿Pues, por qué teniendo Ceuta tantas excelencias no es más dada a conocer al mundo, que turísticamente le aportaría una enorme fuente de ingresos y beneficios?. Quien no conozca Ceuta, bien que merece la pena visitarla. Muchas felicidades en el Día de Ceuta.