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“Dos rayas” de fuego a las 22.43 y seis minutos para desatar un infierno

“Dos rayas de llamas” paralelas de aproximadamente un metro de longitud separadas por una distancia parecida sobre el campo de tiro militar ubicado, en Ceuta, debajo del acuartelamiento de La Legión en García Aldave. Eso es lo que vieron, a las 22.43 horas del pasado jueves, los dos ciclistas que inmediatamente alertaron al 112. En apenas 120 segundos, entre ambas líneas de fuego estalló, de repente, una bola incandescente.

Los que alertaron al teléfono único de emergencias guardan un runrún dentro: “Si hubiera sido en invierno y hubiésemos llevado chaquetas quizá, bajando, podríamos haberlo apagado…”. En verano, cubiertos con una tela casi tan fina como medias, hicieron lo que debían. Llamar primero. Después, grabaron con sus teléfonos móviles.

En los segundos registrados a las 22.45 horas ya se ven llamas vigorosas, como si algún acelerante esperase que las columnas adyacentes, que todavía se perciben, estuvieran dibujadas para dar tiempo a que los responsables de un desastre “intencionado”, según lo ha calificado el portavoz del Gobierno de la Ciudad, Alberto Gaitán, huyeran.

El fuego tardó en avanzar. A las 22.58, plantado en la franja sur del campo de tiro, apenas había empezado a extenderse por los matorrales anexos. A esas horas soplaba viento de componente oeste a 31,4 kilómetros por hora. Según los testigos presenciales, al lugar llegaron varias (4) patrullas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, concretamente de la Policía Local y de la Guardia Civil.

Ninguna se aventuró a intentar sofocar el fuego por sus propios medios con los extintores que cada una debe llevar en su vehículo a la espera de la llegada del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS), que hizo acto de presencia en poco más de 15 minutos. Demasiado. Ni los bomberos pueden correr más que el viento.

Seis minutos después, a las 23.04 horas, desde el mismo punto, las llamas ya habían conseguido brincar todo el campo de tiro militar y habían arrasado la ladera sur del Monte de la Tortuga. Cuando llegó, el camión del SEIS visto de lejos era tan pequeño como lo era el principio del fuego, que ya se multiplicaba por cien y corría hacia el casco urbano como la pólvora. Durante toda la noche la fuerza del viento fue reduciéndose de 17 nudos a 11 (20 kilómetros por hora) a las 6.00 de la madrugada, poco antes de que llegasen los medios aéreos que terminaron de controlar su avance.

Los ciudadanos que advirtieron del principio del “desastre” que se desató después permanecieron allí hasta pasada la una de la madrugada y se extrañan de que ni entonces ni después nadie les haya preguntado aún qué vieron cuando estaban solos ante la semilla, “dos rayas de llamas” con una tarta pirómana en medio, del infierno.

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