Los últimos sucesos ocurridos en nuestra ciudad nos alertan una vez más de esas patologías que sufren las sociedades occidentales, las de la corrección política y la hipocresía moral.
Unas pintadas con proclamas racistas y símbolos nazis han servido para que las juventudes de la coalición Caballas nos adviertan de la escalada de xenofobia y racismo que sufre la ciudad y de que si las fuerzas de seguridad no actúan poniendo coto a esta situación se “pondría en peligro la estabilidad social y podría generar futuros encuentros violentos o situaciones de extremo peligro". Toda una advertencia. O una justificación futura, según como se mire.
Vaya por delante mi escasa simpatía hacia las agrupaciones juveniles de los partidos, creadas por los partidos totalitarios a principios del siglo XX como guardianes de las esencias y ejecutores de tareas poco edificantes; así que cuando vi el comunicado de esta rama juvenil, no me sorprendió. También Podemos saltó a la palestra con un comunicado plagado de tópicos decimonónicos y en la misma línea de advertencia sobre el crecimiento del racismo en nuestra población. En ambos casos se referían, por supuesto, al racismo de cristianos, hebreos, hindúes y resto de la humanidad (los sospechosos habituales), contra los musulmanes.
A estos biempensantes solo se les abren las carnes cuando intuyen islamofobia, pero relajan su moral cuando se trata de otras fobias, porque lo cierto es que el racismo es una vía de doble sentido, aunque este extremo no se quiera admitir y se continúe en el discurso de buenos y malos, de víctimas y verdugos. En esta ciudad, por desgracia, tenemos numerosos casos de antisemitismo y de cristianofobia como para que nos vengan con advertencias: ataques a la sinagoga (que durante un tiempo ha tenido que estar custodiada por la policía), ataques a comercios regentados por hebreos, manifestaciones con proclamas antisemitas y de incitación al odio (circula un video de la última concentración impulsada por la diputada no adscrita verdaderamente esclarecedor), quema de una iglesia, ataque a una procesión, pintadas de muerte a los cristianos, celebración del atentado del 11S… En todos estos casos, los que ahora “advierten” del crecimiento del racismo, guardaron un prudente silencio, y en todo caso, se apresuraron en aclarar que se trataba de unas minorías que no representaban el sentir mayoritario. Una aclaración, por lo que se ve, no válida para el resto. Ahora es toda la sociedad.
Caballas nació (al menos ideológicamente, otra cosa son los intereses personales) como un intento de superar la dicotomía entre partidos musulmanes y generalistas, pero a la vista está que su preocupación sigue centrada solo en una parte de la ciudadanía que tiene una determinada adscripción religiosa. Curioso es ver cómo les molesta que los tilden de partido musulmán o que Alí se queje amargamente de que no le votan los no musulmanes. La lucha contra el racismo y la xenofobia no puede ser selectiva porque supone una contradicción en si misma. Respecto a Podemos, una formación que se quedó en el 68, no es sorprendente que se sumen a cualquier pensamiento hostil al sistema democrático liberal (superación del modelo, le llaman a eso en la retorica neomarxista).
Dos hechos recientes y relacionados con los sirios acampados en la plaza de los Reyes nos dan la medida exacta de las cosas. Un grupo de jóvenes en estado de embriaguez se enzarza en una pelea con uno de estos sirios, se habla de un caso de racismo. Un hombre armado con dos pistolas (que luego resultarían ser de fogueo) encañona en la cabeza a uno de los acampados: no se habla de racismo. ¿Dónde está la diferencia, más allá de que es mucho más grave el hecho de apuntar con un arma a una persona? La diferencia está en que en el primer caso, los autores del altercado de borrachos, se trataba de jóvenes cristianos y que en el segundo caso, el autor era un musulmán de nacionalidad marroquí.
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