Quizá ha llegado el momento...

El bipartidismo se ha convertido en el principal enemigo del pueblo español. Y ceutí. Este perverso andamiaje, pergeñado por las clases poderosas para atornillar las conciencias a un estatus predeterminado que favorece sus intereses, impide que se produzcan los cambios sociales necesarios para alumbrar un tiempo nuevo más justo.

Los valerosos movimientos de una vanguardia comprometida y luchadora siguen ahogados por una insulsa marea de votos descuidados, perezosos, omisos, inconscientes o impotentes, que apuntalan el viejo régimen en el que Partido Popular y PSOE, distribuyéndose hábilmente la gama de falsos matices, protegen férreamente los intereses del capital frente a la cada vez más inerme clase trabajadora.  Resulta patético en exceso constatar el creciente grado de opresión y explotación de las capas más humildes de la sociedad, propiciado por la inconsciente  voluntad de las propias víctimas, expresada mediante votos irreflexivos.
Un esquema muy similar se reproduce en Ceuta en relación con nuestro presente y nuestro futuro. PP y PSOE succionan la conciencia ciudadana, la vacían de contenido, aniquilan el sistema nervioso, y nos convierten en un sujeto político inane, exento de cualquier capacidad de reacción, sobre el que resulta extremadamente fácil practicar toda clase de injusticias. Entre los dos partidos del régimen (cada vez más antiguo y decadente) han establecido el corsé histórico que cercena radicalmente todas las posibilidades de desarrollo de Ceuta. La idea matriz es la que ellos mismos denominan “cuestión de estado”. Esta frase es un eufemismo que resume el siguiente argumento: “Ceuta es un conflicto irresoluble. Marruecos nunca renunciará a su anexión.
España nunca se enemistará con Marruecos. Luego tendremos que buscar  una fórmula que permita a Marruecos mantener siempre viva la esperanza, y a los españoles (y en especial a los ceutíes y melillenses) creer que no se renuncia a los legítimos derechos derivados de nuestra españolidad”. Esto se traduce en el famoso “mantener el status quo”. Ni un cambio en positivo. Así  han metido a Ceuta en un callejón sin salida. Nos han convertido en la excepción por antonomasia. Todo es “menos Ceuta y Melilla”. Efectivamente, cada vez somos “menos”. En todos los sentidos.
En España estamos desubicados. El estrafalario régimen de Ciudad Autónoma (inexistente en la Constitución), nos sitúa en un limbo irreconocible que sólo se salva porque a nadie le importa nada de lo que aquí ocurra. En Europa somos un cuerpo extraño sin una definición clara. Una especie de ratonera de extraña entrada y complicada salida. Nadie pone los ojos en Ceuta, salvo como un impertinente puente a (o desde) Marruecos. Así nos vamos consumiendo lánguidamente. Haciendo de la decadencia una categoría vital.
Soportamos la fachada con abundantes fondos públicos que permiten disimular la cruel realidad de una Ciudad que se desmorona por momentos. El último dato conocido es tan concluyente que ahorra más diagnósticos y valoraciones. El setenta y tres por ciento de los jóvenes ceutíes está en paro. Poco más queda por decir. ¿Cómo reaccionamos ante esta indubitada tragedia? No hay movimiento alguno. Se aumentará la dosis de anestesia.  El PP responderá con su manido discursillo sobre la sensibilidad que tiene con Ceuta, y el PSOE repetirá la crítica rutinaria buscando sustituirlos para hacer exactamente lo mismo. Pero nada cambiará. La alianza contra nuestros intereses es demasiado fuerte.  Nos cocemos a fuego lento, mientras la mayoría con su irresponsable voto (PP o PSOE) sigue alimentando la llama. ¿Qué piensan los ceutíes de ahora? ¿Es que  acaso ya nadie quiere a esta Ciudad? Quizá ha llegado el momento de responder la pregunta incómoda: ¿Cuántos quedarían en Ceuta si suprimieran el plus de residencia?
Ceuta necesita un cambio brusco de actitud colectiva. Tenemos que superar esta fase de letargo, romper el bipartidismo, desbordar a los partidos que reprimen nuestras ansias de prosperidad, hacer del futuro una causa común y movilizarnos para conquistarlo. Agachando la cabeza no se llega a ningún sitio, porque no se ve el horizonte. Y el tiempo es implacable. Quizá ha llegado el momento…