La “quita” de deuda pública del Estado consiste en la condonación estatal de dicha deuda, ya sea total o parcial. Y la causa por la que se trae aquí a colación este tema es porque, resulta que Cataluña pide ahora una quita por un montante de “sólo” 85.486 millones de euros, que los separatistas del lugar pretenden “blanquearla”, bajo la apariencia de que estaría destinada a corregir lo que ellos llaman: “agravios económicos y fiscales del Estado español con Cataluña “. Vaya, como si tales “pelas” fuera sólo un anticipo de caja para ir dando alguna que otra “propinilla” a fin de tener contento al personal.
Hay que tener en cuenta que esa quita se pide ahora, cuando el Estado tiene un déficit que arrastra una deuda pública acumulada de 1.542 “billones” de euros, con un incremento anual del 7.4 %, lo que equivale al 113 % del Producto Interior Bruto. Y cuando la prima de riesgo, que es el termómetro que mejor mide la confianza de los inversores, está por las nubes, en los cien puntos básicos.
Lógicamente, la petición de Cataluña ha sido inmediatamente replicada por la consejera madrileña de Hacienda, Empleo y Administraciones Públicas, en el sentido de que, "lo que no puede ser es que haya una barra libre de gasto y un endeudamiento exponencial y que luego las Comunidades Autónomas no quieran asumir su responsabilidad”, porque, en el caso catalán, su deuda alcanza al 33 % del PIB, siendo la Comunidad más endeudada de España y también la que más dinero ha recibido del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), que es el Organismo creado por el Estado para financiar a las regiones.
Por lo que respecta al presente año de 2023, de los 24.126,9 millones de euros que el Estado lleva hasta ahora repartidos con cargo al FLA, Cataluña recibió 8.713 millones, cantidad superior a la tercera parte que, ni por superficie, ni por población, ni por ningún otro parámetro, parece que sea justa ni proporcional; pareciendo más bien una situación privilegiada en su beneficio y en claro detrimento de las otras 16 regiones de España que, al conocer la petición, les ha incomodado y hecho muy poca gracia.
Ya conocemos el victimismo con el que suele disfrazarse Cataluña, que le lleva hasta el extremo de inventarse su consabida retahíla de agravios: que, si “la malvada España roba a Cataluña, que la expolia y la oprime”, que si supuestas “agresiones de España a Cataluña”, que si los catalanes “tienen derecho a decidir y a autodeterminarse”, que si son “nación”, que si son “estado”, que si “la culpa de todos los males de Cataluña la tiene España”, que si el Estado roba a Cataluña”, Y uno cree que lo más razonable y correcto en este caso concreto sería preguntarse ¿“quién roba y chantajea a quién?.
A mí, se me ocurre una modesta idea, y es que, si fuera al revés, que los demás españoles tuviéramos que pedirle a Cataluña alguna “quita”, yo no le pediría dinero para el resto de España, pero sí que nos “quitara” el chantaje de tener que soportarle tantas y tantas intentonas golpistas como las cinco proclamaciones fallidas de su idolatrada independencia que, erre que erre, nos lleva impuestas, a saber:
La “primera independencia”, la tramó el 17-01-1641, cuando el entonces Presidente de la Generalidad, Pau Claris, declaró la República Catalana y formó una alianza con los franceses, pidiéndoles ayuda militar contra España y nombrando Conde de Barcelona al rey francés Luis XIII. Pero le salió el tiro por la culata, porque las tropas francesas que acudieron a apoyar a los rebeldes catalanes actuaron a modo de fuerzas de ocupación y de saqueo de Cataluña, robándole el Roselló y otros territorios.
La “segunda independencia”, tuvo lugar el 5-03-1873. Estanislao Figueras proclamó el «Estat Català» un mes después de nacer la Primera República. El periódico “La Correspondencia de España”, decía: «Unos 16.000 voluntarios han declarado independiente el Estado catalán y han hecho presas a las autoridades». La declaración de independencia “sólo duró dos días”.
“La tercera independencia”, fue declarada el 14-04- 1931, por el Presidente de Ezquerra Republicana, Francesc Maciá, sólo unas horas después de que el entonces Presidente de la Generalidad, Luis Companys, proclamara la II República Española. “La cuarta independencia”, se produjo en octubre de 1934, apoyada por una salvaje huelga revolucionaria.
Y la “quinta y última independencia”, por ahora…, la conocimos en 2017, teniendo como principal protagonista al “valiente” Carles Puigdemont; que tanto jaleó y alentó a los se cesionistas para que resistieran, prometiendo que él sería el más fuerte entre todos, pero que, a la hora de la verdad, en cuanto se decretó el artículo 155 constitucional, debió entrarle tal descomposición intestinal entre el yeyuno, duodeno e ileon, que se fugó escondido en el maletero de un coche, cambiándose luego en un túnel a otro vehículo hasta Waterloo, que el interfecto declaró “capital de la república catalana” en el exilio, para desde allí poder él gestionar mejor las cuentas de su soñado “estado” catalán.
Ya conocemos de sobra las falaces imputaciones y diatribas separatistas, de que si: “España nos subyuga”, “la culpa de todos los males de Cataluña la tiene la maldita España”, “tenemos derecho a decidir”, “derecho a autodeterminarnos”, etc; pero la auténtica verdad es que Cataluña es la única región de la Unión Europea que invoca todos esos inexistentes derechos. El derecho de autodeterminación no tiene cabida ni en Europa ni en las Naciones Unidas, ha sido radicalmente rechazado por el Parlamento Europeo, por la Comisión Europea y por el Consejo Europeo, cuyos organismos europeos se constituyeron todos para “unir”, pero nunca para “separar”..
Pero es que, además, la quita que ahora pide Cataluña, no se debe a que la deuda que ella tiene traiga causa de algún mal casual o fortuito que haya sido producido por algún desastre o catástrofe natural, con el que el resto de españoles necesariamente tuviéramos que solidarizarnos; tampoco es un problema que se deba a un supuesto injusto reparto del dinero por parte del Estado, que tan pródigas y dadivosas prebendas suele conceder a Cataluña; sino que se debe a la pésima gestión y administración que en su día ilegalmente hicieron los separatistas de los fondos públicos que el Estado les transfirió, pero que ellos deliberadamente malversaron desviándolos para que, de esa forma, fuera esa misma España que dicen que les roba y que intentaron romper por la fuerza, la que, además, les costeara el precio de los “platos rotos” que ellos mismos tiraron y resquebrajaron, haciéndolos triza contra el suelo.
Lo cierto es que Cataluña nos debe al resto de españoles la cantidad acumulada de esos 85.486 millones de euros, de los que 71.852 corresponden al FLA y el resto a otros organismos, con la particularidad de que la deuda no es reciente, sino que se viene arrastrando desde hace décadas; y, en lugar de haber ido previsoramente saldándola poco a poco, como harían los buenos deudores, resulta que no solo no pagaron nada, sino que ahora pretenden que se le condonen 70.000 millones, con lo que sólo tendrían que pagar los 15.456 restantes; porque allí, ya se sabe, amigo, la “pela” es la “pela”; y, luego, pues, ¡ala!, borrón y cuenta nueva, y a ir preparando la siguiente , que iría detrás y estaría ya al caer.
Y uno, que tiene la mente bastante obtusa, pues no alcanza a comprender tal entramado de quitas y prebendas, de manera que no tiene más remedio que preguntarse: ¿Por qué se endeudó tanto Cataluña con el resto de España?. Y, sinceramente, no encuentro otros motivos que no sean: para poder financiar sus ensoñaciones independentistas a base de crear ficticias “embajadas”, organismos internacionales innecesarios e ilegales, viajes diplomáticos de todo un séquito catalán aparentemente de Estado en egregias excursiones alrededor de todo el mundo para aparentar ser exactamente lo que no se es, con tal de no desmerecer en rango y dignidad respecto de las demás potencias extranjeras, presumiendo como si de verdad Cataluña fuera una auténtica nación y un estado, pese a que nunca antes fue ni jamás tuvo.
De esa forma, los secesionistas desviaban los presupuestos que les transfirió el Estado, para fines distintos a aquellos para los que deberían haberse destinado, y que, por ello, los responsables de la deuda fueron condenados por malversación de fondos públicos; actividades todas ilegales, con tal de aparentar ser algo así como lo que tanto les gusta presumir y jactarse de una Cataluña con supuestos “hechos diferenciales”, de “geometría variable” y a modo de estado “plurinacional asimétrico” respecto de las demás regiones, pese a que el territorio catalán jamás pasó de ser ni de tener a lo largo de toda su historia meros condados o simples señoríos, porque nunca llegó a ser institucionalmente otra cosa.
El resultado de haber llevado entonces aquella fantasiosa intentona golpista de 2017, no cabe duda de que también llevó aparejados toda una serie de males para Cataluña, como: la aplicación del artículo 155 constitucional, la huida de 7.007 de sus empresas más emblemáticas según el Registro de la Propiedad, la caída vertical de inversiones, con el consiguiente desplome de la creación de puestos de trabajo en los tejidos industrial, social y de servicios, más la mala imagen y el ambiente enrarecido que se creó tras la vergüenza pública que se generó tras la deplorable imagen de haber tenido que ver al entonces Presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, fugándose de la Justicia a Waterloo (Bélgica) escondido en el portamaletas de un coche, pese a haber dado antes la orden de resistir a toda costa, como prometió hacerlo él, pero que, luego, debió darle un agudo “apretón” por obstrucción del tracto sucesivo entre los intestinos yeyuno, duodeno e ileon, que le obligara a salir “pitando”.
Pues aquella gravísima irresponsabilidad en que los independentistas incurrieron, arrastró y conllevó luego toda una serie de males para Cataluña como nunca antes se conocieron y que arruinaron la región; tan es así, que todavía hoy esa sigue siendo la causa de que, desde entonces, Cataluña no haya levantado la cabeza, se haya hundido allí todo el pujante tejido productivo, laboral y social catalán de antes, cayendo drásticamente la producción, y esa sigue siendo todavía la causa principal de que ahora se vean obligados a presentarse como víctimas propiciatorias, mendigando para que la quita se les conceda. Es decir, que tanto los pasados como los actuales males por los que Cataluña pueda estar atravesando, no traen causa de otros infortunios que los propios creados por los mismos separatistas, a pesar de que no dejen de ufanarse de que lo “volverán a hacer”.
Ahora bien, como siempre digo y ahora ratifico, hay que ser justo y magnánimo a la hora de diferenciar y reconocer que, en Cataluña, también hay millones y millones de buenos catalanes, gente honesta, emprendedora, laboriosas y de bien, en general, muy distinta a aquella otra gente que fue la responsable de aquella intentona golpista, con tumultuosos actos de desórdenes públicos y escaramuzas callejeras, subidos en techos de coches repateándolos, jaleando al público para que se levantaran contra el Estado de derecho, haciendo emboscadas e impidiendo el paso a las Fuerzas de Seguridad, cortando calles y vías públicas, incendiando y destrozando mobiliario urbano, levantando barricadas, intentando asaltar el Aeropuerto, que, además, lejos de arrepentirse, todavía hoy siguen regocijándose de aquella “gesta”.
Dicen, tanto el adagio popular como un proverbio chino, que: “quien la hace, la paga”. Y, en nuestro ordenamiento jurídico, rige un principio general del derecho en virtud del cual “cada uno debe estar a las resultas de sus propios actos”, de forma que, la culta y sabia sociedad catalana sabrá distinguir a los unos de los otros, a la vez que, “legalidad” de “ilegalidad” y “justicia” de “injusticia”. Lo que estaría mal es medir a todos por el mismo rasero, porque se cometerían graves agravios comparativos, al igual que si se concediera ahora la quita a quienes tanto han hecho para no merecerla.