Cerca de Hospital y después de 10 Km. de Portomarín en continuo ascenso, paro en una especie de venta y me encuentro a todo el mundo: los bicigrinos mayores de Cruz de Ferro, los sudamericanos de Astorga y como no, mis cuatro amigos de la subida de O Cebreiro. Estos últimos me llaman para que me siente con ellos, se están comiendo unos huevos fritos muy apetitosos, les acompaño en el gusto. Me preguntan de dónde vengo, les digo que desde Valladolid, “pero tu acento no es muy castellano”, es que soy de Ceuta, “¡Co.., como nuestra madre!”. Los dos catalanes son gemelos y su madre, de mi edad, salió de Ceuta con trece años. Les comento que si estudió en el instituto de las Puertas de Campo, se tiene que acordar de mi abuelo “el conserje” Eduardo Jiménez. Para averiguarlo mandan unos WhatsApp. Nos preparamos para volver a ponernos en marcha, me doy cuenta de que no llevan ningún equipaje, les pregunto qué han hecho con las alforjas, y me contestan que por transporte se las llevan a Melide. Después de pasar por un puente por encima de la N-540 se me acerca “Carolo”, uno de los gemelos. Está hablando por el móvil, me comenta “mi madre dice que no recuerda a tu abuelo”. Me da apellidos de su familia, pero no tengo referencia. Me manda recuerdos. Empiezan nuevas pendientes y los chicos se van a otro ritmo (sin equipaje, ya se puede).
Próximo a Palas de Rei y en una buena pendiente, veo a los cuatro en sentido contrario bajando, les pregunto que a dónde van, y me contestan que “a tomar unas cervezas” en el bar que ya habíamos pasado, que si me apunto, les digo que no, que yo no deshago ningún metro (ya estoy bastante cansado, llevo 50 km y no han sido fáciles).
En Palas paro en una terraza para comer algo. Son las dos de la tarde. Al rato, veo a estos cuatro a toda marcha, y es que se han pasado del camino que hay que tomar, les grito y les indico por dónde tienen que ir. Hablamos un rato y se marchan con el deseo de vernos en Melide. Será la última vez que les vea, me hubiera gustado despedirme de ellos en la Plaza del Obradoiro. Según mi mujer, mientras me esperaba en dicha plaza, llegaron cuatro chicos armando mucho follón. Seguro que eran ellos.
Continuo mi pedalear recorriendo los 14 km que me quedan hasta Melide, ya estoy bastante cansado. A la entrada de Melide encuentro indicaciones del albergue que tengo seleccionado “Melide”. Al final, es el que menos me gustó, lo bueno es que solo fuimos dos, un peregrino de a pie y yo.
Ya tarde noche me voy a visitar el pueblo y como no, a disfrutar del mejor “polbo” del camino… en la tradicional pulpería Ezequiel que lleva desde 1960 deleitando a tantos y tantos peregrinos.
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