Opinión

‘Quinín’

S e cumplen 15 años del fallecimiento de ‘Quinín’. Como fiel discípulo suyo del costumbrismo ceutí, género con el que supo sentar cátedra en este diario, no he podido por menos que rescatar su memoria al hilo de la triste efeméride. Abogado, funcionario, conferenciante, escritor y ferveroso cofrade, ‘Quinín’, como preferentemente solía firmar sus artículos, se nos fue a los 91 años, en silencio, en la residencia que lo acogía desde hacía algo más de un lustro.

Decía yo por entonces que, con su marcha, el Cielo debería tener más pinceladas costumbristas caballas que nunca. Arriba le estarían esperando Paco Amores, Juan Díaz y Pepe Cosío, otros genios del género y grandes amigos desde que, de jóvenes, decidieron embarcarse en ‘La Voz de Ceuta’, aquel gran semanario de principios de los cincuenta. Desde entonces, la magistral pluma de ‘Quinín’ supo describir con una envidiable constancia y un estilo personal e irrepetible la Ceuta que dejábamos atrás hace muchos años. Aquella perdida ciudad tan profundamente andaluza, tan entrañable y tan nuestra con la que sabía recrearnos.

El amor a su ciudad natal le llevó a acuñar aquello de la ‘Ceuta del alma’ que, a modo del más acendrado ceutismo, presidió toda su obra. “Soy ceutí en la seguridad de que siéndolo soy español. Ceuta para mí lo es todo. He nacido en Ceuta, vivo en Ceuta y deseo, si Dios quiere, morir en Ceuta [como así fue]. Por mucho que me atraiga otro sitio y escriba de otros lugares, mi pensamiento lo tengo siempre en Ceuta, porque lo llevo muy dentro de mí”, me decía.

En casi medio siglo de ininterrumpida producción escrita, su pluma fue un lujo para este diario decano. Aquellas ‘Pompas de jabón’, sus ‘Quinerías’, sus crónicas bajo diversos seudónimos como El Brechero, Luís de Benzú, Costalero y tantos otros, marcaron una familiar columna o página de la que difícilmente podían pasar por alto los amantes de esta tierra.

Los Corpus de antes, la llegada del ‘Correo’ o de la ‘La Paloma’, nuestra Semana Mayor, la Ceuta de La Partida o la del ‘Sonajero’, la mujer caballa, los dimes y diretes captados al vuelo en ‘la plasa’ o en su ‘cuarto de estar’ de la plaza de los Reyes, ‘la moharra’… Si se tira de la hemeroteca de ‘El Faro’, la pluma de Joaquín Amador aparecerá rica en referencias, artículos y poesías de las más diversas épocas.

Entusiasta y abigarrado defensor de nuestro andalucismo, encajó muy mal que los políticos socialistas, por razones de poder, nos dejaran fuera de la hermana autonomía. “Ceuta es Andalucía, porque primitivamente hubo una continuidad del suelo andaluz con Ceuta. Históricamente ha sido andaluza siempre. Y si ahora eso no vale, todavía tenemos nuestra idiosincrasia, nuestra forma de ser, nuestra forma de hablar, todo en andaluz. Nuestras fiestas y procesiones son andaluzas, y si son nuestras mujeres… vamos a dejarlo a un lado. Porque ni las de Sevilla, ni las de Córdoba ni las de ninguna parte de Sierra Morena para abajo se pueden comparar con las de aquí”.

Al advenimiento de la democracia se comentó que ‘Quinín’ se había destapado como socialista. Sin embargo él pasó siempre de la política, tema que jamás afloró en sus artículos. “Respeto todas las ideologías, pero si de derechas se entiende un régimen que respete la religión, la propiedad y la familia, en ese caso soy de derechas”.

Si dos cosas llevaba Joaquín profundamente grabadas en el alma fueron su Patrona y su amor por Ceuta. Esa Ceuta que en sus últimos años de vida ya le resultaba completamente extraña y despersonalizada para gran sufrimiento suyo. ¿Qué diría de ella hoy el maestro si nosotros, los ceutíes de toda la vida, cada día la reconocemos menos con esa imparable pérdida de identidad que amenaza con devorarla en un viaje sin retorno?

Profundamente ligado a este periódico durante más de cuarenta años del que fue uno de sus primeros Faros de Oro, un día, sorpresivamente y de la noche a la mañana, se marchó, al principio de los noventa, al ‘El Periódico de Ceuta’, el competidor de la época. Veintidós meses después se cerraba dicho diario. ‘Quinín’ no regresó y su pluma enmudeció para siempre. Hace algún tiempo que dije en estas páginas que creo que el bueno de Joaquín debió de haberse arrepentido de aquel paso suyo. Por dos veces le pregunté al respecto y no obtuve respuesta, aunque su semblante no podía ser más expresivo.

Personaje popular y querido en todos los ámbitos, su recuerdo aún permanece en la mente de muchos. Lástima que nunca decidiera hacer una recopilación de sus mejores artículos en un libro que, a buen seguro, tendría siempre un lugar de privilegio en la biblioteca familiar de tantos ceutíes.

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