Quince días sin corbatas

Es curioso como cada cuatro años con la fiesta de la democracia, que no es otra cosa que elegir por parte del pueblo soberano a nuestros representantes en las Cámaras de Congreso y Senado, ellos son, en definitiva, los que con su voto representando a los que han depositado su confianza en ellos elijan al presidente del Gobierno. Y digo que es curioso el asunto de las corbatas porque durante los cuatro años de Legislatura, una vez pasadas las elecciones, se ponen el terno, su corbata inmaculada y se distancian de la gente por ese arte que dice tener la política. Y es que, claro, cuando hablamos de política hablamos de algo tan enrevesado que ni ellos mismos saben lo que significa.
Eso refiriéndome a la palabra política porque del resto si que saben bastante, como en los quince días de campaña donde todo es bonito, se obvia el paro y todos los problemas que venimos arrastrando en los últimos años parece como si no existieran. Sí, los programas electorales que son los que se venden a bombo y platillo por plazuelas, hoteles, escenarios itinerantes etc... aunque ya cada vez menos por aquello de las redes sociales, ese invento tecnológico que muchos no alcanzamos ni a entender pero que su eficacia está super demostrada porque llega personalmente a cada uno de nosotros y, amigo, esa es la modernidad y es más fácil que hace algunos años.
Dentro de estos procesos electorales hay gentes que han ido, poco a poco, buscando su ubicación en distintos partidos para poder conseguir un hueco que les dé notoriedad y, por que no decirlo, dinero, aunque hayan estado militando en otras formaciones que, gracias a Dios, han sido efímeras pero que han dejado profunda huella, sobre todo a los ceutíes, pues en el corto espacio de tiempo que separa una cosa de la otra ha habido gente que nunca han tenido predilección, precisamente, por caballos ganadores como podía ser PP y PSOE, que en la alternancia política unas veces están unos y otras veces otros.
Pero ha habido que, quien en silencio y poco a poco, han ido desplazando a auténticos militantes, fieles de sus siglas que han trabajado durante muchísimos años para conseguir cotas de las que ahora se puede disfrutar. Pero, como dice el refrán y a mí me gusta de vez en cuando acudir al refranero español, los últimos serán los primeros y aquellos doradores de píldoras, al final, se salen con la suya. Esto es, sin ningún mérito reconocido, aglutinar todo el poder en muy poco espacio de tiempo. Y eso, al fin y a la postre, se paga, pues castillos más grandes han caído.
Y lo digo porque hay militantes fieles y leales que han sido olvidados, vejados y humillados por aquellos que hoy, con la consumación de ese “éxito político” que parece han conseguido, te miran por encima del hombro hasta horas antes de esa campaña a la que antes me refería para darte la palmadita en la espalda y decirte que todo va bien, se sienten cercanos, simpáticos, para de alguna forma volver a conseguir acomodarse en las metas que antes me refería: un escaño en el Congreso, alguna que otra Consejería... en definitiva, todo para mí y los demás que se jodan.
Por eso en esta campaña política me gustaría decir que los españoles nos jugamos mucho, tanto como intentar resolver en un importante porcentaje esa oscura cifra de parados que se asoma a los cinco millones y que ese drama familiar en tanto en cuanto no se tenga conciencia de lo que significa no se podrá entender ni reparar. Esperemos que si Rajoy llega a la Moncloa pueda, de alguna forma, poner criterio y las manifestaciones que ha realizado, que parecen ser sensatas porque este sí me parece que hasta ahora cumple con su palabra y no como otros, pueda sacar a España de esta situación y este abuso que muchos han creado.
Lo dicho, las corbatas han desaparecido para asemejarse a los ciudadanos normales, pero no dudo ni un solo momento que pasado el 20 N vuelvan al armario a ponerse el traje de profesional y a colocarse la antipatía que los hace diferentes.