Haber nacido y crecido en Ceuta es un privilegio, lo reconozco con orgullo, aunque desgraciadamente no suele ser motivo suficiente para querer quedarse en esta ciudad, y esto es igual de cierto que decir que no ser de Ceuta tampoco es una razón que no amarla. Conozco a muchos ceutíes de adopción que me consta que les gusta vivir aquí y trabajan por hacer lo mejor para ella.
Existe una evidencia que a ninguno se nos escapa, y es la de la cantidad de personas que viven en Ceuta y que están deseando marcharse en cuanto tengan ocasión, da igual que hayan o no nacido aquí. Seguro que si hacen un poco de introspección logran elaborar una lista extensa de conocidos en esa situación.
Algunos pretenden marcharse en cuanto puedan, normalmente son personas a las que no les gusta Ceuta y nunca les ha gustado estar aquí, simplemente prefieren vivir en otro lugar, es respetable, faltaría más. Sólo están aquí por la pasta, como los españoles que se marcharon a Alemania en los 60 y 70. Otros desean que sus hijos se marchen a buscarse un futuro que no sea el de funcionario, algo que también puede ser comprensible. Pero lo verdaderamente paradójico es la cantidad de personas que son de Ceuta, que han disfrutado de Ceuta, que viven muy cómodos con muy buenos sueldos y a pesar de ello no ven la hora de poder jubilarse para marcharse de aquí.
Saber que hay tanta gente que se quiere marchar siempre genera una cierta desazón. Si les dijera que, según los expertos, las personas que se quieren marchar de un lugar no son aptas para tomar decisiones sobre el futuro de ese lugar, ¿qué pensarían?
Tranquilícense, no hay expertos que digan nada así. Como mucho hay cuñados que tienen opiniones, como todo el mundo las tenemos. Pero el sentido común es bastante más contundente que las opiniones, por lo que no parece descabellado hacer esa afirmación. Si alguien no desea tener un futuro en un lugar determinado, al menos es discutible que esa persona se preocupe por trabajar por su futuro.
El éxodo masivo hacia la península los fines de semana y los puentes es algo habitual, estamos acostumbrados. Muchos tienen una segunda residencia en la península o hay quienes simplemente les gusta viajar o comprar fuera y pueden permitírselo. En sí mismo no es nada raro, la misma dinámica se puede encontrar en muchos lugares de España. Lo verdaderamente alarmante es que no existe una dinámica de entrada que compense, aunque sea parcialmente, esta fuga de consumidores, si exceptuamos un par de fines de semana al año, como el de la Cuna de la Legión. Y sí, digo consumidores porque esa fuga es parte de un problema mayor que afecta a nuestra capacidad económica, a nuestro empleo y a nuestro crecimiento.
Poniendo una comparación odiosa, Madrid registra una fuga de madrileños cada fin de semana y sobre todo cada puente que asciende a más de un millón de personas, casi un tercio de su población, pero a cambio recibe una cantidad similar de turistas. Ceuta no es Madrid, por supuesto, Ceuta es mucho más bonita. Pero también es mucho más caro llegar hasta aquí.
Las razones que esgrime quien se quiere marchar de Ceuta las conocemos todos, las escuchamos a diario: que si hay poca oferta de ocio, que si comprar es caro, que si Marruecos nos asfixia, y sobre todo que hay pocas oportunidades laborales. Pero existe una razón principal que creo que es la que más daño nos hace a todos los que sí amamos a esta tierra: la de que Ceuta no tiene futuro. Me van a disculpar, pero esa afirmación es algo que no comparto. Y no lo comparto porque el futuro se trabaja y se lucha, no viene impuesto por gracia divina, ni siquiera por la gracia de un Estado que nos subvenciona.
A pesar de las múltiples señales de alarma, de los indicadores económicos y de las constantes cantinelas que los caballas venimos escuchando desde hace más de medio siglo, Ceuta siempre se ha adaptado. Es posible que nos haya tocado vivir una época en la que se nos está poniendo a prueba desde múltiples frentes. Es posible que el tradicional espíritu comercial y portuario de nuestra ciudad haya cambiado contra natura para convertirse en una ciudad de espíritu funcionarial subvencionada que lucha por buscar nichos de mercado milagrosos y encajes económicos impensables hace unos años. Es posible. Pero no es más que otra etapa, otra época que muchos pueden confundir con lo que es esta tierra y con cuáles son nuestras verdaderas fortalezas.
No soy una persona especialmente localista ni apegada al terruño. He vivido en varios lugares de España y soy un enamorado de mi país, pero precisamente por ello he podido apreciar Ceuta en su justa medida y comprobar que la calidad de vida en Ceuta es difícil de encontrar en cualquier otra ciudad de España. Quizás por ello me genere cierta tristeza que las respuestas a la pregunta de quién quiere jubilarse en Ceuta sean cada vez más escasas.
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