El domingo 14 de febrero, Balearia tuvo a bien dejarnos a varios vehículos sin poder embarcar en su servicio de las 18:00 desde el puerto de Algeciras a pesar de llevar el billete cerrado y presentarnos con los 45 minutos de antelación que se nos exige.
Hasta ahí otra más que añadir a las diarias afrentas que recibimos los ceutíes de esta y otras compañías que ¿operan? en el estrecho. Cuando exigimos que algún responsable de la Compañía de la cara y venga a explicarnos el incumplimiento de contrato -pues en esencia de eso se trata-, se nos dice por parte de las trabajadoras del control de billetes que “está en la terminal de embarque y que no se puede trasladar hasta allí” y eso teniendo en cuenta que el barco que debíamos haber cogido acababa de salir y para el próximo aún quedaba más de media hora, sin contar el retraso con que se operaba ayer. Varios de los usuarios solicitamos y cumplimentamos las hojas de reclamaciones preceptivas en la propia cabina de control. Ignoro cuál será su valor real, pero me temo que sirva para adornar una estadística y poco más.
Acomodados en el siguiente barco -un catamarán- (habíamos reservado en el Pasión por Formentera, entre otros motivos huyendo al temporal) llegamos a la segunda parte de esta carta-denuncia. Podríamos titularla “La diaria peripecia de una persona con discapacidad para ocupar el sitio que le corresponde por Ley en la bodega del barco”. Aquí voy a citar lo sucedido, pero es extrapolable a cualquier día y cualquiera de la navieras operantes en esta línea del Estrecho. Después de avisar en el control de embarque la necesidad de estacionar junto al ascensor, llevar los cuatro intermitentes puestos y aguardar la cola, suele suceder que cuando llegues ocurra:
1. Están ocupadas las plazas “reservadas” a personas con discapacidad (la bodega se llena con criterios de rentabilidad, no de accesibilidad de estas personas)
2. En el caso de estar disponibles, o bien son muy estrechas, con la dificultad que entraña la bajada/subida de una persona en silla de ruedas o, pegan los vehículos de tal forma que hacen imposible un uso racional de las mismas.
3. Aquí citaré la más habitual, te apartan a un lado hasta que se llena la bodega, con lo que cuando subes a los salones están todos los sitios cogidos en cuyo caso, a veces- las menos-, la Compañía ha tenido a bien “acomodarnos en clase VIP” -eso si haciéndole saber a las azafatas que sin derecho a la bebida que suelen obsequiar, no sea que quiebre la compañía..
El otro día concretamente, el Oficial de Embarque -nos dijo que era el 1º Oficial- negándose a identificarse cuando se lo solicité-, debía de tener un mal día, lo que unido al que llevábamos nosotros hizo que la entrada en la bodega no fuera todo lo amable que se espera después de estar tirado dos horas en el embarque. Cuando se le dice que tenemos que ocupar plaza de estacionamiento para discapacitados, nos reprocha no llevar encendidos los cuatro intermitentes -llevaban encendidos todo el trayecto hasta la bodega- además de haber comunicado esta necesidad tanto al personal de la cabina de control como la encargada de recoger el billete antes de subir, nos manda a estacionar detrás de un camión en la parte central de la bodega, con lo que nos era imposible llegar a las plazas habilitadas - es de reseñar que éramos de los primeros diez vehículos en entrar-, en vez de mandarnos a ocupar la plaza en cuestión que se encontraba libre y con perfecto acceso. Después de un “intercambio de opiniones”, uno de los marineros tuvo la idea de levantar una de las cadenas de plástico que limitan el acceso a la zona de discapacitados con que cual pudimos estacionar. Observada esta acción por el Oficial en cuestión, mandó a otro marinero para que nos retiráramos hacia atrás toda vez que la rampa de bajada de la cubierta superior tenía que bajarse y "casualmente cae sobre las plazas de discapacitados". Después se dirigió a nosotros para "ordenarnos que en el montacargas sólo puede subir la persona con discapacidad y la azafata" con lo cual pretendía castigar mi osadía mandándome por las escaleras. Naturalmente subí- como otras tantas veces- en el montacargas junto a mi mujer y la azafata-.
Cuando llegamos a puerto, nos encontramos al bajar a la bodega que la rampa está bajada con lo que para acceder al vehículo hay que sortear a los que están aparcados así como saltar -después de recorrer unos 15 metros- por las separaciones existentes entre los carriles laterales y el central de la bodega. Para una persona con movilidad reducida, no es lo más recomendable, si va en silla de ruedas, misión imposible.
Para sacar el vehículo tuvimos que girar en el pasillo ya que todos los demás estaban en sentido contrario -el de salida- al estar la citada rampa bajada. Por supuesto de esto no nos dijo nada el “estricto cumplidor de las normas de embarque” cuando estacionamos, sin duda y pensando mal, pretendía castigarnos.
Concretando, los usuarios de estas líneas de transporte nos merecemos un trato más acorde y sobre todo un mayor grado de cumplimiento de las condiciones de embarque. No resulta de recibo que si existe un billete cerrado, se nos diga que el barco ya está completo porque nos lleva a pensar que se venden más billetes que plazas -de hecho circuló por las redes sociales, una imagen del Presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta sentado en la escalera de acceso a los salones al carecer de butaca- amén de la incomodidad que esta situación acarrea, cabe preguntarse ¿habrá chalecos salvavidas para todos? o repetimos lo del Titanic en pleno S XXI.