El Faro ha hablado con varios de los guardias que estuvieron de servicio. De sus manifestaciones se concluye el dibujo de un escenario que nada tiene que ver con el que se está publicitando y sobre el que se está opinando. ¿Con qué datos disponían los guardias cuando se supo que un número importante de subsaharianos se estaba concentrando en el lado marroquí para bajar hacia la frontera con Ceuta? Pues con los mínimos imprescindibles. Los búhos de la Guardia Civil detectaron el grupo y esa fue la información que se trasladó a Marruecos. Desde Ceuta, los guardias no sabían más que se iba a producir otra avalancha; una de la ristra de intentos de entrada masivos que se vienen sucediendo con mayor asiduidad desde el año 2013.
Los guardias desconocían que los subsaharianos se estaban pertrechando con flotadores, chalecos y sistemas rudimentarios para poder flotar. Su idea era intentar una escapada por mar, pero las cámaras térmicas no podían tener esos detalles. Los servicios de información marroquíes fallaron. A esa hora, las 5.45, se podía haber comprobado con una mera aproximación hacia la carretera de Tánger que se estaba preparando un intento de entrada masivo en el que no se descartaba el acceso por vía marítima.
¿Era clave esa información? Al menos para la formación del dispositivo de seguridad en Ceuta sí. Y bastante. Saber a esa hora ese extremo hubiera sido suficiente para distribuir y aumentar el número de efectivos por mar y por tierra. La llegada del grupo de subsaharianos, entre 200 y 250 personas en bloque, en dirección hacia el puente del Biutz y el paso alternativo construido en Tarajal hizo que los agentes de servicio se derivaran todos hacia este punto terrestre de control, el denominado Alfa 2.
Fue solo en ese momento cuando se tuvo conocimiento de que, a la carrera, venían inmigrantes con chalecos, flotadores y demás aparatos hechos artesanalmente para lanzarse al agua, con lo que cabía la alternativa de la fuga hacia el mar. En esa zona ya se hizo uso de material antidisturbio con el objetivo de hacer ruido y provocar que el grupo frenara su intento de pase. Pero ni las fuerzas marroquíes pudieron impedir que, vetado el pase por vía terrestre, todos en masa acudieran hacia la playa. Y lo hicieran, además, con ventaja sobre los GRS y miembros de la Compañía que tuvieron que acudir al punto de Grada 1 para controlar así el permeable espigón.
Los inmigrantes llevaban la delantera sobre los agentes. Fueron pocos los que se quedaron atrás. Los marroquíes estaban, a su vez, desbordados. Esta escena caótica, rodada como una película que se reproduce en cuestión de minutos, tenía en esos momentos como actores a decenas de guardias que intentaban contener a cientos de inmigrantes, algunos de los cuales ya se habían arrojado al mar. Así obraron los más fuertes, el famoso grupo de 23 subsaharianos de cuya existencia informó en primicia consentida el ministro Fernández Díaz en el transcurso de la Comisión de Interior.
Mientras algunos de los guardias se quedaban en la zona del espigón intentando controlar a los más de 200 inmigrantes que estaban en la playa marroquí, en donde la mejanía usaba sus propios métodos para frenarlos. Unos métodos que nadie ha visto y que quizá sean la clave de por qué la Dirección de la Benemérita, con su hierático director a la cabeza, optaron por difundir a los medios de comunicación el video editado de la avalancha. ¿Se grabó algo más de lo difundido? El propio Fernández de Mesa sabe que sí. Ese contenido es el que deberá analizar la jueza instructora del caso.
Solo los inmigrantes más fuertes pudieron escapar a nado del cerco marroquí. Los más fuertes, los menos cansados, los que sabían nadar y los que o estaban dotados de chalecos y flotadores o, por contra, no llevaban casi ropa para poder así mantenerse a flote. A esa hora, 7.45, nadie sabía que se estaba escribiendo una de las tragedias migratorias más importantes. Detrás de esos 23 inmigrantes partieron otros compatriotas que se introdujeron en la boca del lobo sin saberlo. Iban a una muerte segura: enfundados en gran cantidad de ropa, con cazadoras y sin apoyos, era imposible que pudieran mantenerse a flote. Si a eso se le suma la gran cantidad de personas que quiso arrojarse al mar convirtiendo el borde del espigón en una especie de Madrid Arena, la situación se complicaba muchísimo más. En este escenario, con un número reducido de guardias que estaban controlando a los grupos de nadadores que, dispersos, habían burlado el cerco marroquí; con una mejanía que intentaba evitar que los más de 200 subsaharianos que había en la playa siguieran cruzando y con otros agentes en el propio espigón, las muertes de las 15 personas cuyos cuerpos han sido recuperados no fueron vistos por los efectivos. De su existencia se tuvo conocimiento más tarde, cuando, controlada ya la situación, se divisaron varios cuerpos en el fondo del mar.
Cuerpos que nunca fueron recuperados por Marruecos y que se han quedado allí hasta que el propio mar los ha traído a la orilla, o bien hacia aguas de Ceuta. Ha habido casos en los que esos cuerpos han permanecido más de una semana en el mar, sin que Marruecos los recogiera.
Los guardias niegan, al igual que hiciera el propio ministro, que hubieran disparado a estos inmigrantes pelotas de goma de forma directa causando así la tragedia. Los jóvenes se ahogaron frente a sus propios compañeros, e incluso en uno de los casos fue a tan solo tres metros de la orilla. Esos accidentes mortales nunca fueron vistos por estos guardias, a pesar de las lacerantes críticas hacia su labor efectuadas por algunos grupos políticos. En esa zona resultaba imposible que maniobrara una embarcación del Servicio Marítimo o de los GEAS. Adentrarse en una zona de tan poco calado podría haber sido una temeridad. De hecho Marruecos tenía su propia unidad acuática en el lugar, en pleno espigón.
¿Y en el mar? Los guardias señalan que en todo momento los grupos de subsaharianos estaban controlados, tanto desde tierra por los agentes que habían conformado una hilera como en el mar, con las lanchas. Los guardias les instaban, a gritos, a que llegaran a la orilla y justifican el empleo de material antidisturbio para que continuaran hacia la playa en donde serían ya interceptados. ¿Por qué no se arrojaron ellos al mar?, ¿incurrieron en una omisión de socorro? Con las botas y la ropa que portaban a modo de uniforme hubiera sido un auténtico suicidio, explican, así que se optó por mantener a todos controlados desde mar y tierra. Nunca, señalan, vieron a los fallecidos perecer.
Los que llegaron
Los más fuertes y sin ropa
Con el caso ya judicializado y enmarañado en un enfrentamiento político sin igual en el que cada cual tiene una versión, se han escuchado mil y una valoraciones sobre cómo se produjeron las muertes de los inmigrantes. Los que llegaron a la playa, como los de la imagen, fueron los que portaban menos ropa y, en varios de los casos, disponían de elementos de flotación. Los ahogados, en cambio, iban con mucha más cantidad de ropa, lo que terminó imposibilitando el propio nado y siendo su propia tumba.
La vía de entrada
Pelotas de goma lanzadas al agua
Inmigrantes en grupos y sentencias que avalan los pasos
Empleo de material antidisturbio desde hace años