De nuevo otro vertido. De nuevo esa imagen de trabajadores enfundados en trajes especiales quitado el chapapote.
De nuevo, por demasiado habitual, el temor a los daños que puedan haberse causado; un temor que al menos tienen las personas que luchan por un futuro medioambiental óptimo para sus hijos, que quieren que el espacio común que todos estamos obligados a mantener siga lo más limpio posible.
Confío en que lo que está sucediendo en las últimas semanas no sea una anécdota. Que no se tome como tal. Hemos vuelto a quedar en evidencia, los controles siguen fallando, las consecuencias están allí.
¿Dónde está la conciencia medioambiental de un pueblo que ni siquiera es capaz de cuidar lo poco que tiene? Aquí los logros se han conseguido a golpe de denuncia y amenaza. Todavía recuerdo la guerra de las lapas o las protestas de unos pocos porque se evitara un urbanismo alocado, unas construcciones que se cargaran lo poco que tenemos. A esos escasos luchadores se les acusó de oportunistas, de interesados, solo porque luchaban porque no cometieran desastres como el que apoyó el Gobierno con la construcción de las torres del Sarchal (que encima las construyeron mal).
No hay interés político en cuidar el espacio común. La culpa recae en el ciudadano, en su incivismo, ¿acaso no caerá también en unas autoridades que son incapaces de hacer frente a estas situaciones, que son incapaces de adoptar las medidas preventivas necesarias que no irían más allá de unos controles reales para evitar catástrofes?
Nada. Aquí todos dicen que se parten el lomo trabajando, pero luego resulta que queda en evidencia su nefasta gestión, su incapacidad por hacer frente a situaciones que nos superan y que se cargan la herencia que tendríamos que esforzarnos en dejar a nuestros hijos.
¿Para ellos qué queda? Un mar contaminado, unas especies perdidas que solo podrán recordar en libros o museos, unos montes masacrados, una política urbanística descuidada... díganme, ¿qué queda para nuestros hijos, qué Ceuta les vamos a dejar?, ¿la de los edificios con historia que se han cargado los ‘asustaviejas’ y las políticas interesadas del Gobierno?, ¿la de los montes calcinados sin que no haya un interés investigador en aclarar su origen?, ¿la de los vertidos al mar que nadie controla ni nadie quiere controlar? Vergüenza de futuro. Culpables somos todos.
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