Que la crisis no pare el conocimiento

Lo peor de la depresión económica en la que nos encontramos no es la cantidad de dinero que está perdiendo nuestro país. Ni el incremento del desempleo. Ni siquiera que la mitad de los jóvenes españoles en edad de trabajar estén en paro y sin futuro. Todo ello se recuperará cuando, por fin, los que mandan en Europa se den cuenta que por este camino no vamos a ninguna parte (ya parece que reaccionan). El problema es el miedo. La apatía social y el desconcierto. La pérdida de toda esperanza. El conformismo en el que se ha instalado la sociedad en general.
Días atrás me visitaba un colega de la Universidad de Granada. Teníamos que cerrar un curso de doctorado. Me comentó que en el barco que lo trajo hasta Ceuta había mucho turista. Personas a las que se les escuchaba hablar del viaje que hacían para conocer la ciudad. Muchos de ellos eran extranjeros. De hecho, el barco de vuelta a Algeciras iba lleno de chavales de algún país nórdico. También observó que muchas de las personas que paseaban por Ceuta y que entraban en los comercios eran familias marroquíes. Se alegró de ver el bullicio por nuestras calles. También de la variedad de razas que por las mismas transitaban. Estuvimos desayunando con té en un cafetín del Morro, y la noche anterior tomando unos vinos y tapas de ibéricos por el centro.
Conforme avanzaba el día iba desgranando su análisis de la situación y me hacía notar las tremendas posibilidades que tenía Ceuta como ciudad turística. Sin embargo, me reconocía que éste no era un lugar para estancias largas, sino para realizar visitas cortas de dos o tres días, a lo sumo. Incluso para realizarlas de forma combinada con visitas a Marruecos. O al revés. También él se había dado cuenta que una de las formas de forzar a las compañías navieras a bajar los prohibitivos precios de los viajes en barco podría ser fomentando los viajes en avión hasta Tánger, para desde allí desplazar a los turistas hasta Ceuta en taxis concertados. De esta forma, me comentaba, todos ganarían. Los hoteles de Marruecos y los de Ceuta. Además, resaltó que él creía que el potencial más importante de turistas que tenía Ceuta era el de Marruecos. Razonaba que conforme el vecino país creciera económicamente, muchas de sus nuevas clases medias con mayor poder adquisitivo, tenderían a venir a esta Ciudad a pasear, a descansar unos días en sus hoteles, a tomar unos aperitivos en sus bares, o a realizar compras de productos de marca en sus comercios.
Efectivamente, mi amigo llevaba razón. Le confirmé que los datos que se manejaban en el sector turístico eran estos. Y que en los últimos tiempos se había observado un cambio de actitud en los comercios ceutíes, que dispensaban un trato más agradable al ciudadano marroquí. Sin embargo, le comenté, en otras cuestiones teníamos unos comportamientos extraños. Por ejemplo, el Curso sobre Turismo sostenible programado por la Universidad de Granada para la semana del 9 al 13 de julio, había tenido una acogida muy favorable en su presentación ante la opinión pública. Sin embargo, una vez realizada la misma, apenas se había llevado a cabo más difusión del mismo. O por lo menos, no se había hecho visible como en otras ocasiones. De la misma forma, el número de inscritos era muy bajo. Mucho más bajo que en ediciones anteriores por las mismas fechas. Claro, me dijo. Es que la gente está asustada. Nadie se atreve a gastar un euro más de la cuenta. Y lo mismo le ocurre a las Administraciones Públicas.
Es la “trampa del miedo”, que el profesor Sampedro ha descrito como nadie. “El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante. El miedo es, desgraciadamente, más fuerte que el altruismo, que la verdad, más fuerte que el amor….Gobernar a base de miedo es muy eficaz”, nos dice el viejo profesor. Es lo que nos tiene paralizados. Lo que hace que confundamos eficacia económica con ahorro a toda costa. Es lo que nos lleva a no darnos cuenta que gastarse una mínima cantidad en un curso que puede ser de utilidad para la economía local,  reportará muchos más beneficios sociales que los conseguidos con el ahorro de una miserable partida presupuestaria.
Y lo mismo se podría hablar de otros gastos públicos. Lo más fácil para equilibrar los presupuestos y la deuda pública de forma directa y rápida, es bajar el sueldo a los funcionarios, o despedir a los contratados en el sector público. Lo difícil, aunque más efectivo, es hacer un verdadero presupuesto en base cero, que partiendo desde el principio elimine aquellas partidas que sean superfluas e innecesarias. De igual forma se tendría que proceder con las subvenciones a distintos programas. No tiene sentido eximir en su totalidad el pago de la matrícula de determinados Másteres de Dirección de empresas, que además realizan personas sin muchas necesidades económicas, pero mantener en la incertidumbre la pequeña subvención que se ha prometido a programas universitarios de calidad, que además han demostrado su interés y contribución al desarrollo turístico de Ceuta.
En economía hay algo que se llama “coste de oportunidad”. Y también otro concepto que se denomina “expectativas”. Si por un cálculo erróneo y cicatero se decide invertir sólo en aquello que no reporta tantos beneficios sociales como otros programas, se le habrá hecho un flaco favor a la sociedad. Sobre todo, se habrá contribuido a que las expectativas y la confianza en las posibilidades de desarrollo futuro de la ciudad se desvanezcan. Y entonces sí que nos estaremos metiendo cada vez más en el pozo de la incertidumbre y la desesperación. La crisis habrá conseguido parar el conocimiento.