Los ciudadanos esperamos, ahora más que nunca, unos políticos que propongan soluciones, que pongan encima de la mesa medidas factibles en las que creer, que ayuden a superar ese desapego que ellos mismos han causado.
Lo que, a buen seguro, no necesitamos es políticos que se dediquen única y exclusivamente a criticarse mutuamente, a sacarse los colores, a hacer guerrilla de partidos pareciendo que están llevando a cabo una lucha por los votos porque éstos garantizarán su bienestar particular, no el de todos nosotros. El complejo de elecciones ha calado hondo en la clase política. Tal es así, que mientras la ciudadanía está preocupada en llegar a final de mes, en superar los baches que aún existen (es mentira que hayamos salido de la crisis y es mentira que nuestros empleos no peligren por mucho que a don Juan se le llene la boca con eso de que ha garantizado los puestos de trabajo. Se le olvida al presidente que no todos están dentro de la olla grande que parece ser la única que le preocupa... bien haría en consultar a los autónomos para dejar de ofrecer ese discurso sin sentido)... no topamos con los representantes de los principales partidos enfrascados en sus guerras particulares.
Sí, te puedes echar unas risas con las acusaciones de unos a otros, con los debates plenarios dignos de un corral de gallos y gallinas, pero hasta ahí. Punto y final. Cuando esto deja de convertirse en anécdota para ser el pan nuestro de cada día, cuando ves que los partidos únicamente se ciñen a defender sus gestiones y negarse mutuamente, o a anunciar cómo han invertido los dineros de todos pareciendo que han perdido sus herencias particulares en ello... el ciudadano se planta y siente pena, mucha pena, por no ver más alrededor de lo que desgraciadamente tiene para elegir. Si realmente los que optan a tener representación política quieren frenar la abstención, quieren que la ciudadanía acude a ejercer su derecho al voto, más vale que cambien el chip por completo, que se centren más en los problemas de la gente, que aparquen sus enfrentamientos particulares para las cafeterías o foros a los que solo ellos asisten. Esto al resto no interesa porque nada aporta, porque no va a ayudar a salir adelante, porque no va a servir para recuperar una ilusión perdida e incluso una querencia por esta tierra que cada vez se plasma más en los papeles y menos en el corazón. No sé si serán capaces de entenderlo.