Categorías: Opinión

¿Qué día?

Con todos mis respetos hacia "las partes concernidas" –utilizo una expresión muy frecuente en diplomacia- voy a tratar sobre ese espinoso debate surgido en torno al Día de Ceuta.

Para ello dejo expresa constancia de que no participé en la elección del 2 de septiembre, si bien reconozco que no me pareció mal, vista la famosa efeméride en que se basó. Existían numerosos hechos en los que fundamentarse, aunque menos por lo que se refiere a la fecha concreta en que sucedieron.
Según dicen los historiadores, Ceuta ha pasado por muchas manos. Griegos, fenicios, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, portugueses y castellanos para pasar definitivamente a ser parte de las Españas. Es más, se afirma que aquellos vándalos que con los suevos y los alanos, invadieron la Hispania romana, y se asentaron en la Andalucía que les debe su nombre, ocuparon también Ceuta, antes de la llegada de los visigodos, los primeros que, tras romanizarse, organizaron un autentico Reino de España –sus reyes se titulaban "Hispaniarum Rex" (Rey de los españoles). En la Ceuta dominada por un gobernador visigodo, el Conde Don Julián, esa nebulosa figura de los viejos romances, partidaria de un pretendiente al trono de Don Rodrigo y, además, vejada en su honor de padre ante el vejatorio trato que, estando en la corte, aquel Rey le infringió, decidió en el año 709 entregar esta ciudad al General árabe Musa Ben Nusayr y ayudarle a pasar el Estrecho con sus tropas.
A tenor de mis limitados conocimientos (escribo esta colaboración en Ronda, lejos de mis libros sobre la historia ceutí) una fecha exacta para poder situar el Día de Ceuta solamente podremos encontrarla en la época conocida desde la conquista de Ceuta por los portugueses el 21 de agosto de 1415. Sabemos que el Día elegido hará ya unos veinte años fue el del nombramiento del primer gobernador portugués, el noble Pedro de Meneses, cuya frase sobre el palo es bien sabida. Habrá otras, como la de La carta en la que el Príncipe Enrique el Navegante anunciaba a los ceutíes de entonces el envío de una imagen de la Virgen "asaz devota", la desde entonces conocida con la advocación de Virgen de África, nuestra Patrona, o la del Manifiesto que dirigió la ciudad de Ceuta a las Cortes de Castilla. o aquel día en que éstas acordaron tener a Ceuta como integrada en los reinos de España "para siempre jamás", o la del levantamiento del cerco que las tropas del Sultán Muley Ismail mantuvieron sobre Ceuta durante más de treinta años... La fecha del Tratado de Lisboa de 1668, en el que se recogía que Ceuta quedaba para España, que me ha parecido oír como propuesta, no es válida, pues en ese año esta ciudad ya llevaba tiempo siendo española.
Ha surgido recientemente una especie de corriente de opinión, mantenida y avivada desde determinado grupo político, que insiste en dar a los portugueses el triste papel de "malos de la película". "¡Qué osadía! ¡Tomar Ceuta con las armas al Rey Zala Ben Zala!". Por desgracia para la humanidad, prácticamente todas las conquistas han sido sangrientas. ¿Acaso no lo fue la Batalla del Guadalete, con la que los árabes iniciaron su conquista de casi toda la Península Ibérica? ¿No lo fueron tampoco las que la siguieron? ¿Y las guerras de independencia?
Ser el perdedor de una batalla o incluso de una guerra no tiene por qué significar, ni mucho menos, que haya de mantenerse una especie de enemistad eterna. Los Estados Unidos de América celebran su Día de la Independencia que lograron después de una guerra contra Inglaterra, mientras ambas partes son ahora íntimas aliadas, todos los países centro y suramericanos tienen también su Día de la Independencia, obtenida tras enfrentarse a España, sin que ello sea óbice para que nos unan estrechos lazos. Las naciones aliadas, que vencieron en la II Guerra Mundial y las que la perdieron (Alemania, Italia y Japón) son, en la actualidad, grandes e íntimas colaboradoras.
No, no se deben sostener inquinas multiseculares, tanto más cuando esos dos siglos y medio largos en los que los portugueses, aislados, supieron mantenerse en Ceuta, son toda una heroica muestra de firmeza, de valor y de fe, digna de respeto y de admiración. Aparte del inestimable regalo que nos hizo Enrique el Navegante, el legado de Portugal –Pendón, bandera, escudo, el foso, las Muralla y hasta una Santa- no deben considerarse de ningún modo el resultado de una larga y negra página de nuestra historia que hay que olvidar.
Ya solo queda desear que el Instituto de Estudios Ceutíes, al que se ha encomendado la tarea de encontrar y proponer otra u otras fechas para la celebración del Día de Ceuta, sepa acertar, sin molestar a nadie. Difícil lo tiene. Aunque soy orgulloso fundador y miembro de dicho Instituto, supongo que mi actual y meramente temporal ausencia de la ciudad me evitará intervenir en tan complicada misión.

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