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Punto de inflexión en madrid

La renuncia más que probablemente forzada de Ana Botella a presentarse a los comicios de 2015 para continuar ejerciendo la Alcaldía de Madrid era un secreto a voces. La inacción política en cuestiones que urgían y urgen a la capital así como sus desafortunadas y frecuentes intervenciones han provocado un desgaste muy importante en la confianza tradicional de los madrileños con respecto al Partido Popular.

La aparición de la figura de Botella llegó en un momento delicado para dicho partido, puesto que, desde mi punto de vista, es muy probable que en una época diferente sus actuaciones no se hubieran penalizado con un rechazo tan grande.
Sin embargo, la elección a dedo de Ana Botella como alcaldesa de Madrid ha coincidido con una época de fuerte desencanto con la política en la que cualquier mínimo error se penaliza con gran dureza a nivel mediático, con lo que ello supone. A la dudosa gestión tanto de la ciudad como de la Comunidad de Madrid ha de añadirse el descrédito que el Partido Popular ha sumado durante los últimos años por su controvertida gestión del Gobierno español. La unión de estas distintas circunstancias ha dañado seriamente las expectativas de dicha formación política en uno de sus bastiones más importantes, lo que ha provocado que fuera necesario actuar con una reacción a la medida cuanto antes.
La rueda de prensa de Ana Botella para anunciar su renuncia a las próximas elecciones como lideresa de la lista es el primer paso para marcar una ruptura diáfana con lo anterior. Esta renuncia tenía que anunciarse cuanto antes para aprovechar los meses que aún quedan por delante hasta las elecciones del año que viene. Los meses restantes se han convertido en un periodo fundamental para remarcar aún más dicha ruptura a través de un cambio político temporal colmado de medidas electoralistas y, por supuesto, de propuestas de cara a la próxima legislatura que bien podrían comenzarse a ejecutar en esta misma, si bien es cierto que siempre queda la justificación de no llevar estos proyectos a cabo por la inutilidad de que el gobierno entrante, de ser diferente, pudiera cancelarlos, perdiendo buena parte de los esfuerzos y del presupuesto.
Esto último merece una breve mención ya que todos conocemos muchas medidas tomadas ‘in extremis’ bajo este riesgo por el vivo interés del partido en cuestión, por lo que se trata de un argumento ciertamente paupérrimo pese a que no pueda realizarse por completo en el tiempo restante.
Su sustitución es sencilla pero al mismo tiempo extraordinariamente compleja. Sencilla porque no hay peor candidato a ningún nivel, y compleja puesto que las rumoreadas figuras para cubrir la Alcaldía de  Madrid no gozan de una saludable reputación en la capital tras los acontecimientos sucedidos en los últimos años. Además, tengo mis serias dudas de que a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, le apetezca abandonar su cargo para jugársela en unos comicios duros tras los cuales, de vencer, seguiría una legislatura especialmente densa dados los problemas de los que adolece la ciudad.
Tampoco creo que la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, disfrute de un buen reconocimiento por parte de los ciudadanos madrileños, sobre todo por sus actuaciones en los últimos incidentes sucedidos entre los radicales de las manifestaciones y las fuerzas de seguridad, así como por sus declaraciones posteriores.
Finalmente, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, se encuentra muy lejos del convencimiento popular que algún día alcanzó, especialmente por sus conocidos problemas con el ‘Caso Gürtel’ en Madrid, con la Justicia tras el incidente que le enfrentó a los agentes de seguridad de la ciudad, así como por la guerra mediática que plantea en cada asunto que le permite lucir intelecto, siendo reseñables sus vergonzosos y hueros enfrentamientos dialécticos con el líder de ‘Podemos’, Pablo Iglesias.
Afortunadamente para el Partido Popular, sus rivales políticos en la ciudad continúan evidenciando los problemas tradicionales arrastrados durante las últimas dos décadas, lo cual provoca que su amenaza sea mayor por la mala gestión de la ciudad, de la comunidad y del Gobierno central del país que por los buenos movimientos de dichos rivales, entre los que apenas ha lucido el fenómeno de ‘Podemos’. La situación es difícil pero no tanto como antes, un punto que, por otro lado, es más que evidente atendiendo a la salida de una alcaldesa caracterizada por una insignificante perspicacia política, si es que realmente alguna vez contó con ella.

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