Categorías: Opinión

Puñaladas, gas pimienta...

Y seguimos con el Tarajal. Y seguimos haciéndonos eco de lo que allí pasa: que no es poco. Y seguimos escribiendo crónicas que ya se convierten en algo rutinario cuando no lo es.

Mañanas de avalanchas, de agentes heridos, de mujeres en el suelo con bultos enormes colgados al cuello. Noches de puñaladas, de agresiones sexuales, de mujeres sometidas que duermen para tener prioridad en la cola y sufren abusos en silencio... Temas nada normales que se quedan concentrados en un núcleo allá perdido, junto a la frontera, que parece afectar solo a los que frecuentan el lugar.
No les quepa duda alguna. Pasará algo. Seguro. Esa situación de presión continuada que cada vez es peor nos va a dar un disgusto. Quienes frecuentamos la zona lo sabemos. De un tiempo a esta parte el ambiente está más enrarecido, la situación es mucho más peligrosa, ya ni se trabaja periodísticamente como antes. Hay mucha mafia, demasiado sufrimiento, abundante silencio y una violencia que queda patente en cada esquina. El Tarajal arde, es una auténtica bomba de relojería en donde las fuerzas de seguridad parecen hormigas incapaces de controlar a una masa de cientos de hombres y mujeres. Un caos auténtico.
La pasada madrugada se tuvo que desalojar a casi mil personas que habían decidido pasar la noche allí para ser los primeros en la cola el día siguiente. Allí pasó de todo: agresiones, enfrentamientos, abusos a mujeres. Dicen que fue la peor noche en el Tarajal. Yo sinceramente creo que todas son malas, como las mañanas, porque en todas impera el caos, el descontrol, la falta de actuación debida fruto de algo que se ha ido dejando durante años.
Porque el Tarajal de hoy no es nuevo. Llevamos años creando el monstruo, consistiendo que las naves que daban mucho dinero en forma de impuestos a la Ciudad se movieran en un mar de descontrol. Los empresarios que reclamaban orden tenían que callarse ante quienes empezaron a comprar naves, a meterse en negocios sin ser siquiera conocidos por los históricos. Ahora hay quien no puede acceder ni a su propio establecimiento. Hay quien en las puertas de su negocio es amenazado por las mafias que dominan el lugar.
Responder con operaciones espectaculares, de impacto mediático, sirve de bien poco. Si quiere solucionarse hay que actuar desde el corazón, con las mermas que puede suponer. ¿Estaremos dispuestos? La eterna doble moral manda.

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