Categorías: Opinión

Pujol y la corrupción, en clave de humor

He recibido dos correos de amigos, ambos sobre el pujolazo o cataclismo sísmico de la reciente confesión de Jordi  Pujol, que antaño fuera molt honorable senyor, y ahora ya en hogaño convertido en un simple y vulgar convicto y confeso evasor de dinero negro, no porque uno lo diga, sino porque él mismo lo declaró, aunque creyéndonos a los demás idiotas, que sin el menor sonrojo llamara al caso “herencia” de su padre,

pese a que su coheredera hermana María nada supiera ni del testamento ni del cuaderno particional que debieron tramitar; cuyas “ducas pelas” hacía ya 34 años Jordi guardaba a buen recaudo en Andorra y, según los medios de comunicación, otras abultadas partidas que totalizarían unos 1.800 millones de euros en otros doce paraísos de Europa y América, quizá evadidas de buena fe por aquello de que “España roba a Cataluña”.
El primer correo es un vídeo en clave de humor que hace una crítica satírica y jocosa a la corrupción y a los corruptos, en la que se dan nombres, se hacen caricaturas y viñetas a políticos, banqueros, sindicatos, evasores, pícaros, truhanes y desaprensivos, con especial cita del clan Pujol; cuyo primer patriarca familiar, Florenci Pujol, padre del ex honorable, se dice que allá por los años de 1950 fue condenado por tráfico ilícito de divisas. O sea, que a Jordi, hijo de Florenci, “de raza le viene al galgo”, como diría un castizo de mi pueblo, por mucho que luego su “hijo político”, Arturito Mas, nos presentara en 2002 a un Jordi como esencia de la moralidad catalana, diciendo de él: “Es el conductor de la Cataluña moderna y promotor de su buen nombre y respeto”. El mismo Jordi, el 12-12-1979 decía en un artículo escrito en La Vanguardia y recogido en su libro Historia de una Convicción, publicado en 2008: “Procedo de sectores sociales que por su mentalidad, sus actitudes básicas ante la vida y su escala de valores han construido la Cataluña moderna… Pero mi origen es éste: el de la pequeña, incluso muy pequeña, burguesía de pueblo, ahorradores sentimentales, que aspiran a promocionar, a subir, a que los hijos sean más que los abuelos y los nietos más que sus hijos, pero a través del trabajo…”
El vídeo comienza con proclamas tales como: “Contra el poder y la corrupción, no votes”, “Súmate al cambio”. “Todo para algunos y algunos a por todo”. “Si todos los corruptos van a la cárcel, ¿quiénes nos van a gobernar?. Cita a una supuesta “dirección general de evasiones”, a una presunta ruta por tierra y aire que sigue el dinero negro hasta su escondite en Suiza, en maletas y maletines repletos de fajos de billetes. El fino ingenio del autor ha fotografiado a una hermosa hembra del género porcino, plácidamente tumbada, que en uno de sus mayúsculos jamones lleva impresa la marca  “España”, y que con su copiosa ubre amamanta hasta 11 cochinillos pugnando todos por ver cuál de ellos chupa más de sus tetas. Cada lechoncillo lleva grabadas las siglas o de un partido político, o sindicato, o banco, etc. Y también aparece la foto bonachona de otro animal doméstico, dócil y noble como él solo, antes muy utilizado por el hombre, de una especie ya casi extinguida a la que siempre le han colgado el sambenito de “burro”, pese a la cantidad de bípedos humanos que tanto mérito hacen para ser más merecedores de ese nombre. El pobre asno aparece tirado por una soga, con aguaderas encima repletas de colgaderos de “chorizos”. Y sobre uno de los billetes  que se ven en varias bolsas a reventar, aparece la efigie de Jordi Pujol, quien hasta hace unos días fuera el gran guía espiritual del nacionalismo catalán, modelo él de excelsas virtudes morales, en cuyo espejo se ha venido mirando la mayor parte de la burguesía catalana, teniéndolo como su “alma mater” y máximo exponente de la muy honesta y trabajadora Catalunya.
Y para que al vídeo no le faltara la chispa poética y rítmica al son de unos buenos compases recitados  con tono y retintín del Madrid chulapón, también presenta la que podríamos llamar la “canción en verso del corrupto”, que aunque no sea una pieza de antología, pero no deja de tener su pizca de resignada gracia para denunciar jocosamente el lamentable problema nacional en que la corrupción nos sumerge, abrumándonos con la cantidad de noticias que cada día van en aumento sobre uno de los problemas que más preocupa a los españoles de bien, sin que, de forma real y efectiva, se haga lo suficiente para evitarlo. Dice así: “Con las maletas/ bien repletas de pesetas/ vuelo a Lusana/ una vez a la semana/ con pequeñas sisas/ para que viajen mis divisas/ que siempre es un capital/ que es internacional/ Ser patriota/ es sinónimo de idiota/ yo la bandera/ la llevo en la billetera/ me la cancelo/ si me huelo algún revuelo/ y me sienta fatal/ la reforma fiscal/ A mí el futuro/ no me deja sin un duro/ lo que he afanado/ ya lo tengo bien guardado/ si la tortilla da la vuelta/ a mí no me pilla/ con una mano delante y otra atrás/ Yo tengo en Suiza una cuenta/ una cuenta muy maciza/ es la vacuna/ que protege mi fortuna/ Teniendo “pelas”/ no me quedo yo a dos velas/ viva el país de irás y no volverás/ Suiza patria querida/ Suiza de mis amores/ yo tengo una cuenta en Suiza/ con muchísimos millones. Vivan las cuentas en claves/ y la fuga de capital/ viva Suiza central/ refugio de billeteras/ viva la banca extranjera/ con capital nacional”.
El segundo correo es un poema en el que la autora –se dice “charnega” residente en Cataluña– se mofa del latrocinio de Pujol y los suyos de la forma siguiente: “Dicen que Espanya les roba/ y a Cataluña joroba/ pero lo cierto es que a montones/ roba Jordi los millones (estribillo que se repite al final de todos los versos: Qué larga tiene las uñas/ el Patrón de Catalunya)/ El honorable Pujol/ aborrece lo español/ y a sus fieles catequiza/ abriendo cuentas en Suiza/ La honestidad enarbola/ cual bandera Ferrusola/ mientras Jordi y el Oriol/ chalanean sin control/ Espanya nos ha expoliado/ proclama en su admonición/ Hemos de independizarnos/ y librarnos del ladrón/ Robar es intolerable/ cosa propia de ladrones/ nos predica el honorable/ en sus recomendaciones/ Pero, como las demás/ y según las ocasiones/ en la regla de no robar/ él es una de sus excepciones/ Es que lo mío no fue robar/ asegura el honorable/ sólo guardaba una herencia/ de mi recordado padre/ La herencia de don Florenci/ fue un legado suculento/ sobre el que el molt honorable/ se inventa todo un cuento/ Lo hice todo por mis niños/ ocurrió en los años ochenta/ desde entonces no he tenido/ tiempo de arreglar las cuentas/ Pero, ¿a quién roba Pujol?/ Pues le roba al Estado/ ¿A qué Estado, al español?/ Pues entonces eso, ¡no es pecado!”.
Pero si ahora nos ponemos un poco más serios, es increíble la enorme capacidad de mimetismo político e hipocresía del “padre” Pujol y su “hijo” Mas (de partido) para haber evolucionado desde un disimulado y suave nacionalismo, por convenido, hasta el separatismo más radical. Porque, quién de mi  edad no recuerda la figura mayestática del honorable Jordi Pujol pavoneándose en la Moncloa como árbitro de la política española con lo que él mismo llamó la “gobernabilidad” de España, cuando Felipe González perdió la mayoría absoluta y necesitaba los escaños catalanes. O luego con Zapatero, cuando no había forma de que los partidos catalanes llegaran a un acuerdo sobre el nuevo Estatuto y lo daban ya por perdido, pero llamó él personalmente para que se lo enviaran como quisieran, que sería aprobado tal como llegara a Madrid. ¿Cómo puede cometer un gobernante tal grado de irresponsabilidad?. Y luego vino Aznar, cuando hasta se jactaba de “hablar catalán en privado”. Todos aquellos casos de concupiscencia política, vaya si costaron caros a España. Pero después, cuando el “pater familiae” Jordi, pasó el testigo a su “hijo” Arturito Mas, dada la buena “entente cordiale” que aquél mantenía con Florenci, su padre biológico, pues qué pronto de aquella “sustanciosa” gobernabilidad pasó a abrazar el separatismo más radical por aquello de que envolviéndose en la “patria”, a la “familia” o la “senyera” las mismas con las mismas se tapan las propias vergüenzas, como cuando en 1984 el Fiscal General se querelló contra Banca Catalana, y Jordi dijo: ”Pero qué coño es la UDEF. No se me ataca a mí, es un malvado ataque a Cataluña, un invento de Madrid. Cataluña soy yo, y todo para mí, es Cataluña”, confundiendo la “patria”, que no es, con el propio “patrimonio” amasado, que tampoco es suyo. Él mismo confesó los impuestos robados a España.
Y su “hijo” político Artur Mas, que tan triste y apenado dijo estar tras la autoinculpación de Jordi al verse ya acorralado, resulta que en 2002, contestaba a las preguntas del periodista Rafael Ribot: “Cataluña forma parte del conjunto de España, puede aspirar a mantenerse en el entorno del Estado español. Sería irresponsable llevar al país hacia un camino que significa una frustración colectiva… El concepto de independencia lo veo anticuado y un poco oxidado. España no es Yugoslavia. Además, entre Cataluña y España existen suficientes lazos e historia compartida como para tener muy presente ese bagaje común, que se manifiesta incluso en la composición demográfica de Cataluña. La corona puede ser el vínculo que dé estabilidad a un modelo de convivencia que en el caso de España está demostrado que es una fórmula que funciona”. Pero luego en 2012 vinieron la mayoría absoluta de Rajoy y la crisis. Y ahí, la ubre de la marca “España” ya no daba tanta leche como mamaban los lechones tan crecidos. Y hubo que “destetarlos”. Y desde entonces algunos amenazan a su “madre” chantajeándola con irse y no volver nunca más a saber de ella. ¿Es ese el precio de las 23 propuestas que hace días  dejó el Mas a Rajoy encima de la mesa, “para ir aliviando lo que es el día a día”?. Ahí es donde puede estar la “madre del cordero”, que también es mamífero. Si aquí nos conocemos perfectamente, y la “pela es la pela”
 En la novela “Atlas Shrugged” (la Rebelión de Atlas), su autora,  Ain Ran (1950), dice: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes, sino con favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias y no por el trabajo; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.  Creo que asoma un leve rayo de esperanza, porque los defraudadores de alta alcurnia empiezan a ir a la cárcel, aunque persiste la triste realidad de que ninguno devuelve el dinero del Estado que se ha llevado.

 

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