La muerte de Fatima, una mujer porteadora que se ganaba la vida trasladando bultos de Ceuta a Marruecos, ha reabierto el debate sobre las circunstancias que rodean un trabajo vital para sus protagonistas pero ajeno a cualquier tipo control. Y eso es lo que provoca, precisamente, que sigan produciéndose tragedias de este tipo.
En Marruecos circulan vídeos que muestran la situación penosa por la que atraviesan las personas dedicadas al porteo. No solo sufren esperas de horas solo para poder conseguir un tique sino que también son víctimas de palos, menosprecios, robos, insultos... Los medios marroquíes han recogido los testimonios de la familia de Fatima, a la que ni siquiera pudieron ver en el Hospital. Se fue de casa por la tarde y ya no regresó más, dejando a un viudo y a cinco hijos: tres niñas y dos varones.
La fallecida estuvo toda esa noche haciendo cola, con más porteadoras amigas que fueron testigo de lo sucedido. Protestan porque en torno al porteo se ha generado un auténtico negocio ya que hay personas que ocupan sitios en la cola para “venderlos” a 2 euros.
“La gente está vendiendo sitios, hacen negocio con el carro, los dejan ahí y por dos euros le dan el sitio a las que no hacen noche”, explica una porteadora. Fatima no podía pagar dos euros por un espacio que le hubiera permitido dormir en su casa y acudir al ‘Tarajal II’ poco antes de su apertura. Cuando murió nadie se dio cuenta hasta que otra porteadora empezó a gritar al verla tendida en el suelo. Tenía un golpe en la cabeza. Cuando las autoridades comprobaron el alcance de las lesiones y que no respondía taparon su cuerpo con una manta y la evacuaron al Hospital.
Sus compañeras piden una solución “porque no vamos a estar día y noche así, haciendo cola... tienen que buscar una organización a todo esto”, explican. “Los sitios los venden, hay quien hace negocio con esto... no puede ser así. Este problema va a seguir siempre, la gente está muriendo y no hacen nada”, añaden.
Las mujeres compañeras de Fatima reclaman que se prohíba dormir en el entorno del Tarajal, que organicen la entrada de manera que no se produzcan estos enfrentamientos ni peleas, de modo que no haya que arriesgar la vida para comer.
Fatima se marchó el sábado para entrar en Ceuta y ya no volvió más. “Que pongan servicios, cafetería, aquí no hay baño, ni limpieza, no hay nada”, lamentan, recordando que su compañera se tropezó y cayó cuando necesitaba alejarse de la cola para hacer sus necesidades, acudiendo a un lugar tan alejado como peligroso que terminó siendo su tumba. “Va a volver a pasar, no podemos aguantar lo que pasa en la frontera. Ella se ha ido a ganar dinero para sus hijos y la llevan al cementerio”, lamentan.
Las mujeres no son las únicas que sufren las condiciones que pasan mientras esperan en la cola su pase a Ceuta. Los hombres, separados por días respecto a las porteadoras, también se quejan de las situaciones que viven en la frontera.
"Todos son víctimas, incluso los hombres también sufren", dicen porteadores a este periódico. "Sufriendo 24 horas de sol caliente y frío amargo", añaden. "Todo esto por vivir", explican. Las condiciones que pasan los hombres también quieren que sean denunciadas. La frontera y sus condiciones no entienden de sexo.
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