60 años después del Tratado de Roma, Europa se encuentra en una encrucijada. Deuda, recortes, concertinas, vaciamiento democrático; pérdida de soberanía popular, tratados comerciales y decisiones políticas tomadas de espaldas y en contra de las mayorías sociales; una acción exterior que genera guerras, destrucción y migraciones forzosas; ataques sistemáticos contra los derechos de las poblaciones, especialmente de las mujeres, las clases trabajadoras, personas migrantes y minorías étnicas. La solución de las élites se presenta como un binomio cerrado, como si no hubiera alternativa entre, por un lado, la Unión Europea neoliberal, la Europa Fortaleza y de los mercados y, por otro, los repliegues nacional-identitarios en clave excluyente y xenófoba. Pero nos negamos a caer en esa trampa.
El fundamentalismo de mercado y el populismo xenófobo se buscan y retroalimentan, pero no son las opciones que necesitan las gentes de Europa. Hace falta señalar a los verdaderos responsables de las crisis, a quienes se están aprovechando de ellas. Necesitamos políticas radicalmente distintas que, desde valores y tradiciones que estuvieron presentes en los mejores momentos de la historia europea, destierren para siempre las atrocidades vividas en el último siglo. El odio al diferente, la xenofobia y el racismo no pueden tener cabida en nuestras sociedades. Hacen falta por el contrario soluciones para las personas, para la gente de abajo, basadas en la defensa de sus derechos, en la justicia social y un modelo de desarrollo sostenible, inclusivo y con equidad de género.
Europa ha pasado de representar las esperanzas de bienestar, libertad y derechos para millones de personas, a ser señalada como responsable de un expolio generalizado y como el origen de muchos de los males que afectan a su población. En ese vacío crecen los monstruos de las nuevas derechas radicales. No es por lo tanto extraño que quienes se sienten perdedores de una globalización representada y liderada por las élites neoliberales de la UE, encuentren cada vez menos motivos para ilusionarse con el proyecto europeo.
Deseosa de canalizar la desafección y el sufrimiento popular en odio hacia el diferente, generando chivos expiatorios a los que reprimir y excluir, la extrema derecha y las nuevas derechas radicales buscan reconstruir las identidades nacionales sobre bases autoritarias, machistas, securitarias y homófobas. Con sus políticas antisociales y al asumir parte de esa agenda, las élites europeas y la Gran Coalición echan gasolina al fuego y favorecen a su vez el crecimiento de la xenofobia, el autoritarismo y el patriarcado. La escasez neoliberal y la exclusión xenófoba se retroalimentan entre sí. Unos y otros se marcan la agenda y justifican su existencia por oposición al otro. Y son las clases trabajadoras, las mujeres y las minorías étnicas y sexuales las que se llevan la peor parte en esa pinza.
Hace un año la crisis griega mostró los límites que implica intentar cambiar en solitario esta UE realmente existente. Poco después, el Brexit nos enseñó las consecuencias de entregarle a las élites neoliberales el monopolio de la bandera del europeísmo y a las derechas ultranacionalistas la bandera de la soberanía y la protección social. Ahora las sombras de Le Pen, Wilders o Alternativa por Alemania recorren Europa como fantasmas del pasado, mientras Donald Trump se relame al otro lado del océano y el establishment europeo se debate entre la parálisis institucional y el continuismo ciego.
Pero hay esperanza. Por supuesto que la hay. Millones de personas en toda Europa se organizan y marchan contra los recortes y el TTIP, por los derechos de las mujeres y la apertura de vías seguras para quienes huyen de las bombas, el hambre y el cambio climático. Hay otra Europa de las y los de abajo, la de sus pueblos y gentes. Una Europa abierta, inclusiva, democrática, solidaria, justa e igualitaria, que ya existe y crece en muchos lugares impulsada por movimientos sociales, instituciones del cambio y personas comprometidas.
Esa Europa es nuestra Europa, una Europa que:
• Cuestione y desobedezca los Tratados que imponen la austeridad social.
• Apueste por un nuevo marco político y normativo que ponga los derechos, la justicia social, el planeta y a quienes lo habitan en el centro de la actividad económica.
• Despliegue políticas favorables al mundo del trabajo, remunerado o no, los derechos sociales y los servicios públicos universales y democráticos.
• Instaure un sistema fiscal progresivo y verdaderamente redistributivo que acabe con los paraísos fiscales dentro y fuera de Europa.
• Audite las deudas públicas ilegítimas y reconduzca las inversiones militares y securitarias a programas sociales y sostenibles que pongan las bases de un nuevo modelo productivo.
• Construya instituciones supranacionales plenamente democráticas y participadas, garantice el reconocimiento y la soberanía de los pueblos e impulse políticas de convergencia reales en favor de las regiones y sujetos sociales actualmente subordinados.
• Dé un giro de 180 grados a la acción exterior europea, poniendo la paz, la justicia social y climática y los Derechos Humanos en el centro y no los intereses comerciales y empresariales de una minoría privilegiada, estableciendo un marco de relaciones internacionales anticolonial y justo con los países y habitantes del Sur Global.
• Actúe sobre las causas que provocan las emigraciones forzadas y garantice el derecho universal a migrar y la libre circulación de personas independientemente de su origen, abriendo para ello vías seguras de entrada a la UE, cumpliendo con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos mejorando los sistemas de asilo y refugio y las políticas de integración social de personas migrantes basadas en un enfoque universal de derechos.
• Combata la islamofobia, LGTBfobia, misoginia, xenofobia y cualquier otra forma de autoritarismo y discriminación en sus vertientes institucional, social o política.
Una Europa por construir, que se oponga por igual al neoliberalismo, el autoritarismo, la xenofobia y el patriarcado. Un espacio político que ya cuenta con mimbres, pero carece aún de la articulación necesaria para tomar forma a escala europea. El tiempo apremia: la amenaza de una salida reaccionaria a la actual crisis política está cada día más cerca.
Es la hora de que las y los de abajo pasemos a la acción y construyamos puentes donde otros quieren levantar muros. Hay distintas iniciativas ya en marcha en distintos lugares de Europa. Pongamos nuestra piedra en ese camino por otra Europa. Modesta pero decididamente, avancemos hacia una red europea donde ciudadanía, movimientos sociales, actores políticos e instituciones del cambio converjan progresivamente y abran horizontes transformadores frente a quienes quieren que escojamos entre lo malo conocido y lo malo por conocer.
Para darle forma a este espacio, las y los abajo firmantes apoyamos la celebración de un encuentro europeo contra la xenofobia, el neoliberalismo, la austeridad y el patriarcado el próximo 22 de abril en Madrid.
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