Más allá de la cantidad exacta de votos que recibiera cada partido de ámbito nacional, el resultado de las elecciones generales, en nuestra Ciudad, estaba interiorizado y amortizado por el cuerpo social antes del acto formal de la votación. El PP ha añadido, al ya conocido y perdurable “efecto Perejil”, la reacción desesperada contra la crisis económica que se ha extendido por todo el país. De ahí el sesenta y seis por ciento de sufragios cosechados, sólo ligeramente superado por la Ciudad de Melilla por idénticos motivos. Por su parte, la onda expansiva de la ignominiosa traición perpetrada por el PSOE contra la mayoría social, también ha llegado a Ceuta, lo que sumado a la clamorosa carencia de identidad, ha cristalizado en el peor resultado de esta formación política en toda España, pasando de un cuarenta por ciento de votantes (en dos mil ocho) a un raquítico veinte por ciento. Todo dentro de la más predecible normalidad.
La única incógnita interesante del proceso electoral, como viene siendo habitual desde su irrupción en el espacio político, era el resultado que podría obtener Caballas. A nadie deja indiferente. Por razones muy dispares, la suerte de Caballas es siempre objeto de inquietud. Este hecho obedece a una lógica rotunda. Caballas no sólo es un partido político, sino que representa, a su vez, la expresión organizada de un movimiento revolucionario. Y todo lo que cuestiona el statu quo despierta sentimientos intensos y encontrados. Odio. Mucho. Pasión. Menos.
Caballas nace no sólo para reorientar la acción política en nuestra Ciudad, poniéndola al servicio de la solidaridad y de la justicia social, en el marco de la defensa a ultranza de los intereses de Ceuta; también se concibió para cambiar la mentalidad, el subconsciente, de una sociedad educada ancestralmente en un concepto de organización social fundamentado en la inalterabilidad de una jerarquía étnica preestablecida. Luchamos para lograr que los ceutíes de origen cristiano puedan llegar a depositar su confianza en un candidato musulmán con naturalidad y sin prejuicios. Ese cambio de mentalidad es un requisito indispensable para hablar de igualdad y de convivencia democrática sin que suene a cínico discurso huero. Es todavía una lejana utopía. “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, decía Einstein. Por eso, las personas que integramos este proyecto político somos plenamente conscientes de la enorme e intrínseca dificultad que entraña sostenerlo y fortalecerlo. Nuestros enemigos son legión, disponen de todos los medios imaginables y los emplean con una férrea voluntad de aniquilación, instigada por un odio irracional a quien osa discutir el “orden establecido”.
En este duro contexto, Caballas sabe que cada vez que concurre a un proceso electoral, se somete a un juicio sumarísimo en el que se dilucida su propia existencia. No se juega un resultado aritmético al uso, más o menos favorable, sino que afronta una prueba de resistencia que determina la viabilidad, o no, de esta hermosa causa. No es extraño que la inhibición tentara a Caballas ante la convocatoria de estas elecciones generales. Este tipo de comicios tienen sus propios registros. Venían marcados por una crisis económica nacional sin precedentes que todo lo eclipsa, por el fuerte bipartidismo instalado en la conciencia colectiva (se han convertido en realidad en unas elecciones presidenciales), y por el hecho de que en Ceuta se disputen las elecciones por sistema mayoritario (sólo un partido obtiene representación aunque sea por un voto). El panorama invitaba a rehuir el combate buscando una coartada convincente. El riesgo a un descalabro, en términos de credibilidad, era evidente y excesivo.
Pero un proyecto de esta naturaleza sólo se puede entender desde la valentía que infunde la fe inquebrantable en una idea. No podíamos hurtar a la ciudadanía la presencia de nuestras ideas en un momento álgido del debate político. Estamos preparados para todo. Desde una desventaja estremecedora, hemos competido con impagable dignidad. Contra el imaginario colectivo, contra los partidos políticos, contra la apabullante influencia de las televisiones nacionales, contra el clientelismo corrupto, contra los mercenarios, contra los medios de comunicación locales manipulados por el PP (en especial contra la corrupta y nauseabunda televisión local que todos los ciudadanos le pagamos al señor Vivas para su mayor gloria). Caballas ha sabido resistir, saliendo indemne y reforzado en sus convicciones. El resultado alcanzado (más del cinco por ciento del electorado) supone el reconocimiento de una masa crítica suficiente para certificar la viabilidad del proyecto. Hay semilla. Estamos prestos, dispuestos e ilusionados para continuar la lucha titánica por una Ceuta justa, solidaria y libre de racismo. Gracias a un puñado de valientes. Mil setecientos veinticinco.
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