No cabe más que calificar de éxito la asistencia a la manifestación organizada ayer para protestar por las medidas más impopulares del PP. Bueno, al final, cada cual iba a la cita por sus propios rechazos. Había quien centraba su asistencia sólo en la política de don Mariano, pero también los había que protestaban no sólo contra los peperos y su mágica fórmula económica, sino contra los que se fueron y contra el sistema en general. E incluso, contra unos sindicatos que cuando las vacas, nos cuentan, eran gordas, también comulgaron de las comilonas que han dado pie a esta situación.
El miedo al presente y al futuro inmediato nos ha dominado. Eso ha hecho que nadie proteste ya por las condiciones laborales, y ha terminado beneficiando a quienes se aprovechan de la situación. El miedo también ha provocado que saquemos la parte más visceral y crítica, traduciéndola en un asco generalizado hacia la clase política. Son demasiados, siguen sobrando cargos, siguen sobrando dietas, sigue sobrando representación que a nadie representa... en el fondo siguen sobrando sinvergüenzas y chorizos.
El ciudadano no es tonto y quiere protestar. Cada uno, insisto, con su cantinela. Los hay que salen a la calle sólo porque es ahora cuando a ellos les ha tocado la cartera, y piden la solidaridad del resto mientras callaban cuando la sangría comenzó, hace años, en el sector privado. Pero también los hay que simplemente se muestran indignados. No tienen por qué comulgar con el 15-M, ni tienen por qué adoptar esas posturas radicales que intencionadamente nos publicitan los grandes medios de comunicación mientras callan otras, no tienen por qué arremeter contra la Policía, que se está viendo obligada a ser pelele de la más burda manipulación política... El ciudadano puede estar indignado porque no es tonto, porque ve que los de antes dejaron un desastre que los de ahora, sencillamente, no saben arreglar; porque ve que Europa nos aprieta más una soga sometiéndonos a un sistema en el que nunca nos han querido; porque ve que sigue habiendo demasiado cáncer en un ámbito público, en un desastre de las autonomías que pretende cargarse contra el trabajador.
Nos hacen sentir ladrones porque cobramos un sueldo, nos tildan de vagos porque queremos vacaciones, nos prohiben ponernos malos y tener un derecho al estudio... y uno se mira y piensa ¿qué habre hecho mal?... ¿toda la puta vida trabajando para que ahora me amenacen con estar sin curro, sin sueños y sin expectativas para nuestros hijos?..., ¿dónde estaban esas fortunas que nunca vimos... y ahora quieren tildarnos a todos de chorizos cuando los que lo fueron siguen escondiéndose entre los grupos de poder? No. Hay que protestar, por lo que usted quiera, contra quien estime, pero que no le arrebatan su capacidad de molestarse. Porque razones tiene.